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Milei y Villarruel, dos polos opuestos

Por Héctor Lovaiza, Lic. en Relaciones Internacionales.

La manifiesta tensión entre el presidente Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel, se inscribe en una serie de historias de conflicto entre compañeros de fórmula tornándola como una característica de la política argentina. La más estridente de este siglo fue la de Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cleto Cobos con su voto “no positivo” en el marco de la Resolución 125 que bifurcó a la sociedad argentina y marcó un camino sin retorno en la relación entre ambos.

La más reciente tuvo nuevamente como protagonista a Cristina Fernández de Kirchner en su rol como vicepresidenta y a Alberto Fernández. Si nos remontamos más en el tiempo nos encontramos con el conflicto entre el presidente Domingo Faustino Sarmiento y Valentín Alsina, en la década del 30 del siglo XX, que estuvo atravesada por la controversia entre Roberto Marcelino Ortiz y Ramón Castillo, entre otros tantos en el devenir histórico.

Esta conflictiva relación al interior del gobierno libertario no comenzó en esta última semana. Recordemos que en la primera semana del año, después de un encuentro de la vice con el corresponsal del Financial Times, el periodista elogió el estilo “pulido y refinado” y las cualidades políticas de Villarruel, al tiempo que calificaba a Milei como “un excéntrico de arranques irascibles” y advertía sobre la “posibilidad real de que no complete sus cuatro años de mandato”. Esta misma nota fue retuiteada por ella misma.

La Libertad Avanza no accedió al poder como un frente o coalición de partidos, lo que a priori es una mayor fortaleza de unión basada en la coincidencia ideológica. Pero esta fortaleza se desvanece al analizar las diferencias ideológicas de ambos. El presidente es un anarcocapitalista, que adscribe a la visión austriaca de la economía como también a la filosofía política detractora del Estado de Robert Nozick, por ende no cree en una concepción patriótica y nacional. La vicepresidenta es una católica conservadora, nacionalista y que cree en el Estado como garante de la seguridad y defensa, un Estado nacional y gendarme. Es menester resaltar las aspiraciones de Villarruel a manejar los ministerios de Seguridad y Defensa, que le fueron otorgados a Bullrich y Petri.

Si bien el partido gobernante no es una coalición, como afirmé, estas divergencias ideológicas menoscaban la sincronía y dinámica. Es indubitable la unión entre dos polos en un objetivo común: la aversión al peronismo. Victoria Villarruel durante el tramo de campaña mostró autonomía, lo que presagiaba esta situación. Pero existe una singularidad, en comparación a los sucesos similares acaecidos, el subyacente deseo golpista en el que el expresidente Mauricio Macri juega un rol preponderante. Ante esto es obligatorio defender la institucionalidad para no agudizar la acuciante situación social y económica de nuestro país.

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