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Una convocatoria ambiciosa con contenido muy acorde a las necesidades de Milei

El Pacto de Mayo, entre la ficción y la realidad (Por Héctor Lovaiza, Lic. en Relaciones Internacionales).

La primera apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación por parte del presidente Javier Milei dejó un cúmulo de temas a analizar que bien podría ser graficado como la caja de Pandora. Y me remito a esta figura de la mitología griega porque el discurso pronunciado por el mandatario, si bien de manera superficial plantea un nuevo contrato fundacional en el marco constitucional, encierra similitudes con respecto a viejos consensos de nefastas consecuencias, políticas, económicas, culturales y sociales para nuestra Nación y Latinoamérica en su conjunto. Por este motivo, es menester dejar explicito las diferentes aristas que se desprenden de la apertura, principalmente lo concerniente a lo contractual en el ámbito nacional.

Una de esos ángulos por la cual se puede interpretar el contenido del discurso es el histórico. Previo al mismo prevalecía la especulación sobre anuncios de contenido económico con posibles consecuencias inmediatas sobre la población. Pero lo sorpresivo no fue estrictamente económico, sino político. La convocatoria a un pacto con todos los gobernadores para instarlos a sacar adelante las ambiciosas reformas políticas estructurales que el Gobierno fracasó en negociar en el Congreso, bajo un ambicioso título que refiere a la fecha en que buscará inaugurarlo: “Pacto de Mayo”.

Se trata de un “pacto fundacional”, según palabras del presidente, para ser consensuado con los 24 mandatarios de la Argentina, en la cual contiene diez ideas fuerzas y que funcionarán como una hoja de ruta para la nueva Argentina. ¿Pero a que suceso histórico emula, y que nos permite presagiar en cuanto a su desenlace?. El consenso de Washington.

El consenso de Washington, término acuñado por el economista John Williamson, fue un paquete que describía reformas estándar, bajo la órbita de las instituciones financieras como el FMI, el departamento del tesoro de Estados Unidos y el Banco Mundial, para países que atravesaban crisis financieras. Este conjunto propugnaba reformas políticas de fuerte repercusión en la estabilización económica, la reducción del Estado y la liberalización de la economía entre otros.

Aclarado este punto, el Pacto de Mayo al cual convocó Javier Milei contiene un propósito similar: la liberalización de la economía argentina en su máxima expresión. “La inviolabilidad de la propiedad privada; el equilibrio fiscal innegociable; la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25 por ciento del PBI; una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, una reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema y la apertura al comercio internacional”, son algunos de los puntos que lo ratifican.

Es indubitable la existencia de una yuxtaposición de ambos decálogos que conllevan a conjeturar la anomia social que emergerá a raíz del mismo, tal como sucedió en la década del ‘90 y principios de este siglo. No tan solo es análogo al consenso, donde no se hace mención a la industrialización, el desarrollo o el empleo entre otros, sino que también es anacrónico en relación al contexto internacional. Los Estados están virando al proteccionismo, prueba suficiente es el conflicto al interior de la Unión Europea desencadenado por los agricultores o el mensaje de Donald Trump, reconocido defensor de la industria norteamericana.

Los gobernadores de las 24 jurisdicciones están a tiempo de negarse a refrendarlo, o al menos deben debatirlo seria y minuciosamente. Me permito ser pesimista hacia el futuro y no avizorar en el fondo a Elpis, el espíritu de la esperanza que subyacía en la caja. Todo lo que asoma es fatídico, razón por la cual es imperante más federalismo, república y democracia.

Javier Milei Pacto de Mayo
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