por Julio Bárbaro dfgd
Infobae
El peronismo es hoy tan solo un recuerdo que da votos. Fue una clara opción política hasta la muerte del general, luego cada quien hizo del mensaje una propiedad privada y lo llevó a la desaparición. Junto con el radicalismo, fueron los fundadores de la Patria, de la reivindicación de una concepción cultural propia y forjaron un sistema productivo que integraba a la totalidad de los habitantes. Radicales y peronistas, hubo conservadores nacionales y hasta marxistas de cuño propio, el movimiento nacional fue eso, vertebró las distintas vertientes ideológicas que eran antes nacionales que políticas. Primero la Patria, para radicales y peronistas, para conservadores y marxistas, para aquellos que formaron parte del “movimiento nacional”.
Para los liberales primero es el mercado, para los marxistas, el proletariado, lo universal se impone en ellos, desde ahí construyen ese engendro que solemos llamar “la antipatria”. Eso fue la dictadura de Martínez de Hoz y el gobierno de Carlos Menem, esos destruyeron al Estado solo para dejarlo en manos de poderes económicos más fuertes que la misma sociedad. Hasta la muerte del general teníamos una deuda inferior a los seis mil millones y una pobreza que no llegaba al cuatro por ciento.
Éramos la sociedad más integrada del continente, con muchos elementos de la Europa de la sociedad del bienestar, hasta que alguno nos condujo a una visión yanqui, nos vendieron que eso era la modernidad. Nacimos soñando ser Europa y agonizamos imitando las riquezas y las miserias del peor imperialismo. Desde la industria nacional hasta los ferrocarriles, desde las grandes empresas hasta los pequeños comercios, todo se fue quedando en manos de los nuevos ricos. Paralelo a sus riquezas crecía nuestra miseria. Fuimos una sociedad con gran distribución de la riqueza, eso fue hasta con la dictadura de Onganía; luego vendrá la masacre para asentar la injusticia social. Y Menem, de eso tenemos que hacernos cargo, fue en nuestro nombre que se empobreció como nunca y se desnacionalizó a nuestro empresariado.
Compartimos con los radicales haber construido la Patria, también compartimos con la dictadura haberla destruido. Nacionalizamos las deudas de los bancos en quiebra, hicimos mucho daño, no podemos amontonarnos jugando al distraído.
Amontonar a todos es no ser nada, es la metáfora del “Megafón” del maestro Marechal, que reunieron los restos de su cuerpo sin encontrar el miembro viril. Y eso es una política sin más definiciones que un montón de odios y la ambición de echar a los que están. El Gobierno no acierta, esa mediocridad es también nuestra herencia política, somos parte de la falta de esperanza de nuestro pueblo. Muchos candidatos y pocas ideas, triste definición de la política que Juan D. Perón intentó superar y que sus herederos no llegan a entender.
Nuestro enemigo no son Mauricio Macri ni el Gobierno; nuestro enemigo es esa soberbia que nos llevó a enfrentarnos con todos sin entender al Perón del abrazo con Balbín. Sin unidad nacional no hay futuro con Macri ni con nosotros. Y eso implica recrear nuestra fuerza política, darle la grandeza que la sociedad le exige a la dirigencia en una crisis brutal como la actual. Crisis que es fruto del Gobierno y también de nosotros. En las virtudes y en los defectos hoy participamos Gobierno y oposición.
El general decía: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, y a su regreso cambió su apotegma para decirnos: “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Si no ponemos la Patria antes de la idea, no tenemos destino. Es hora de entenderlo. El único peronismo vigente es aquel que sea aceptable para los antiperonistas. Somos responsables de buena parte de la grieta, asumamos el desafío de superarla. Si no lo logramos, no dejaremos de ser más que una pieza de museo.