Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión Opinión

PRO chavismo y crisis de gobernabilidad: es hora de gobernar

“No queremos ni justicia social sin libertad, ni libertad sin justicia social porque es pseudo libertad”, expresaría Ernesto Sábato. (Por Diego Ramos, Politólogo-Especial para Nuevo Diario).

Cuando uno pensaba desde la construcción mediática narrativa que “Argenzuela” pertenecía al espacio de los K, Javier Milei terminó ampliando el mapa comunista del arco político argentino previo a su viaje y presentación en el fuero más conservador de EE.UU., al denunciar de chavista al gobernador de Chubut Ignacio Torres, quien por estas horas es contundentemente respaldado por todos los gobernadores de Juntos por el Cambio, exigiendo al Gobierno nacional cumplir con la Constitución Nacional y enviar urgente los recursos coparticipable que le pertenecen a la provincia.

A esta hora asistimos a un “PRO chavismo” en Juntos por el Cambio, por lo menos en el imaginario delírico del primer mandatario ¿Qué hará la presidenta del PRO Patricia Bullrich actual ministra de seguridad ante la desafiante y enérgica expresión del gobernador chubutense “que me manden a gendarmería, que me metan preso, pero yo defiendo los intereses de mi pueblo”? ¿Tendrá la sobriedad suficiente para enfrentar a sus propios gobernadores que cruzaron a Milei por inconstitucional la medida tomada por la quita de la coparticipación? Mientras tanto, Milei en el país de las maravillas, entre abrazos y elogios con Donald Trump ataca al socialismo y defiende sus ideas liberales en un escenario de ingobernabilidad peligroso para el país.

Esta inédita escalada de conflicto entre el gobierno central y los gobernadores lo genera el personaje que padece el “síndrome del capricho”, entonces no resulta para nada extraños que haya dinamitado esa relación en medio de la visita del secretario de Estado norteamericano Antony Blinken quien llegó a la Argentina para profundizar los vínculos diplomáticos y consolidar la relación geopolítica con Joe Biden, quien curiosamente días atrás había calificado a su par presidente ruso Vladímir Putin de “loco hijo de p…”, suficiente como para que Milei recoja el guante, entre en un nuevo delirio y empiece a ver “degenerados fiscales” y chavismos dentro de sus socios. No cabe duda que sus violentas cataratas de insultos y atropellos desmedidos han llevado a la política a su mayor nivel de vulgarización y crisis de gobernabilidad.

Estamos frentes a un presidente que bajo el síndrome del caprichoso no sabe pensar en los demás, ante todo piensa en lo que quiere y que lo quiere ya. Cuando el niño es pequeño el capricho se reclama en el momento con una gran rabieta y con muy poca (o ninguna) tolerancia a la frustración. ¿No fuimos acaso testigos de su experiencia religiosa en los Muros de los Lamentos y horas después su acción de santiguarse en el Vaticano en la canonización de Mama Antula, para inmediatamente desatar el infierno por la frustrada “ley ómnibus”?

Nunca antes se vio en la política argentina a un presidente en ejercicio enfrentarse con tanta violencia institucional a los gobernadores de las provincias y a las “ratas” del Congreso, expresión del primer mandatario con la que ha determinado su firme decisión de erosionar la gobernabilidad de este país y poner cada vez más en riesgo la paz social. Queda claro que Milei pretende confundir estabilidad con gobernabilidad; estabilidad donde nunca hay cambios estructurales, todo lo contrario, estabilidad donde la representatividad y las demandas sociales nunca son atendidas y las sociedades desiguales y jerárquicas son siempre legítimas.

Si la gobernabilidad hace coincidir las necesidades con la posibilidad que los diferentes sectores de la sociedad se encuentren en la mesa de representación para su análisis, debate y resolución política, es obvio que Milei ha demostrado todo lo contrario. Neoconservadores como Samuel Huntington veían negativamente a la gobernabilidad, considerando que era una carga innecesaria de demandas al que el Estado debía responder con una expansión de sus servicios y de su intervención ampliando derechos y dando importancia a la igualdad. Pero aquí el problema es mucho más grave, al punto tal que ni siquiera vale la pena esclarecer si Milei es libertario, liberal o conservador, cuando si interesa cubrir y de manera urgente una carencia que le es demandada por gobernadores aliados a él: “que empiece a gobernar”. Un pedido que reorienta a reconsiderar lo que Gerardo Zamora viene señalando hace tiempo en su liderazgo del Norte Grande: experiencia política, institucional democrática representativa de los pueblos del Norte en pos de un nuevo federalismo más justo y equitativo, cimentada en lo que expresó el mandatario santiagueño en alusión al conflicto reinante “las provincias somos preexistentes a la Nación, sin federalismo no hay país”.

El 56% de los votos legítimos que obtuvo Javier Milei para llegar a la Presidencia no son eternos, tampoco es un cheque en blanco. Frente al “no hay plata” estamos pronto a “no hay paciencia”. El proceso de deslegitimación ha comenzado, por lo que urge recomponer el dialogo, trazar estrategias, poner racionalidad política e intentar comenzar a gobernar. “No queremos ni justicia social sin libertad, ni libertad sin justicia social porque es una pseudo libertad”, expresaría Ernesto Sábato.

Javier Milei Opinión
Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso