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Opinión #Opinión

Vivir con lo nuestro, Aldo Ferrer y el faro que debería guiarnos

Por el licenciado Federico Scrimini (Economista).

Este título da inicio a una serie de columnas con temas vigentes que es preciso terminar de comprender, a manera de homenaje al gran maestro Aldo Ferrer, quien escribió este famoso libro “Vivir con lo nuestro” en noviembre de 1983. El libro tuvo una segunda edición en 2002, con una vigencia sorprendente casi 20 años después, en medio de la crisis económica y política más grande que sufrimos, hasta ahora... Y revisando hoy el pensamiento de Ferrer, nos llevaremos todavía una sorpresa aun mayor, casi otros 20 años después.

A través de estas líneas, el lector se irá sintiendo familiarizado con la temática y el vocabulario utilizado. Pensará que estamos hablando de la Argentina de hoy. Sentirá estar viviendo la misma película, una vez más. Se volverá a encontrar en la misma encrucijada, como si nunca aprendiera la lección.

Jugando con estas similitudes de época, les propongo una historia atemporal al principio, para al final del artículo develar qué momento histórico estuvimos describiendo. Una vez más, en estas columnas, nos alejamos en el tiempo y en el espacio, para poder refrescar la memoria, desde una perspectiva “científica”. Algo que a los intelectuales neoliberales les gusta muy poco practicar. Porque de esa manera quedan al descubierto sus grandes mentiras. Entremos pues en el túnel del tiempo…

Usando las palabras textuales de Ferrer: “En plena crisis de la deuda externa, la capacidad de autodeterminación del país estaba seriamente comprometida. Por lo tanto, debíamos movilizar nuestros propios recursos y cumplir con la deuda en un contexto de fortalecimiento de la producción y de la balanza de pagos internacional. La actual insolvencia internacional de la Argentina confronta al país con este dilema: cómo conducirse para afirmar la soberanía, vale decir, ¿el derecho de decidir su propio destino? La actual cesación de pagos compromete la posibilidad de ejecutar una política económica que responda al interés nacional. La opción es clara: el gobierno se convierte en un simple administrador de la deuda por cuenta y orden de la banca acreedora o reasume el comando de la economía para resolver la crisis desde una perspectiva nacional. Nada menos. La conclusión es que, para que la independencia sea posible, el país tiene que decidirse a vivir con sus propios medios y, a partir de esta decisión, formular su posición negociadora con los acreedores externos…”.

Y, continúa Ferrer: “No debería extrañar que, en un futuro inmediato, vuelva a desatarse la vieja polémica acerca de si la Argentina puede o no crecer con sus propios recursos y descansar, en medida principal, en su mercado interno. Todos los viejos dilemas del desarrollo argentino vuelven a replantearse, esta vez, en carne viva y en una situación límite. Para ser coherentes, los defensores de la viabilidad del desarrollo nacional deben afirmar la suficiencia de los recursos propios para superar la crisis y crecer. Los otros, ya lo sabemos, son los predicadores de la impotencia argentina y de la inexorable necesidad del capital extranjero y del mercado internacional como pilares de la acumulación y el crecimiento. Solo que esta segunda alternativa acaba de ser ensayada hasta el fondo, en los últimos ocho años, con los resultados conocidos. El peligro no descansa en la prédica ortodoxa, desautorizada por la realidad actualmente que se puede observar. Radica en la incoherencia para alcanzar esta conclusión inevitable: si se quiere ser independiente hay que apoyarse en los recursos propios. Sin embargo, esta prédica ortodoxa es la que predomina en gran parte de los economistas e intelectuales a los que es frecuente escuchar insinuar que sin recursos externos no hay desarrollo ni puede resolverse la crisis (crisis que sus mismas políticas se auto infligen)”. Ahora viene la pregunta: ¿De qué época está hablando el profesor Ferrer más precisamente?

 

La misma historia

Aunque ud. no lo crea, en el texto anterior Ferrer se está refiriendo en un párrafo a 1983 y en otros párrafos a 2002. 20 años distancian estos dos momentos calcados el uno del otro. Los mismos problemas, los mismos actores, los mismos desafíos. Otra vez los neoliberales (ortodoxos para Ferrer) funden al país. Otra vez los desarrollistas, nacionales y populares, lo refundan. Es tan rico y diverso nuestro país que es difícil de quebrar. Claro, en el medio de estas crisis “cíclicas”, mucha gente sufre, mucha muere, mucha se frustra, y las clases bajas se retrasan cada vez más. Esa brecha siempre existió y está muy lejos de cerrarse.

Lo más triste de todo es que uno podría todavía estirar la “curva” unos 20 años más. Y así darse cuenta de que nos vuelven a gobernar estos “ineptos” (por ser demasiado político) que abren las fronteras, desregulan toda la economía en nombre del “mercado”, ajustan la inversión y el gasto público, achican el estado, disparan la inflación, la desocupación y la pobreza, fugan la riqueza del 5 o 10% más pudiente, cuelan los capitales especulativos que vienen al casino de la bicicleta financiera, funden la industria nacional (y los industriales se dejan fundir) y nos dejan la eterna deuda externa, la deuda que nunca se paga, la deuda sin fin. Aquí nos encontramos una vez más. En el mismo lugar, tropezando de nuevo con la misma piedra.

Tan útil es la historia, y tan sabia, pero tan testarudos nosotros que no aprendemos.

Por suerte tenemos este faro que nos guía. La perseverancia del pensamiento de Aldo Ferrer, la fortaleza de su razón, la tranquilidad de su verdad. Seguiremos entonces aclarando sus reveladoras ideas y propuestas para que nos ayuden a divisar un futuro esperanzador, una vez más.

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