Los santiagueños fueron protagonistas de jornadas históricas, llenas de fe y estoicismo propio de la figura a la que querían como Beata, que fue María Antonia de Paz y Figueroa. Nadie quiso quedar al margen de la iniciativa de acercar su voluntad a Roma para que sepan de qué los santiagueños querían honrar la memoria de Mama Antula.
Decenas de libros fueron firmados desde las más altas autoridades provinciales y religiosas hasta el santiagueño más humilde, sin distinciones, sumados en una causa noble. Fue una gesta memorable, sin antecedentes, al menos en su tipo, que contribuyó seguramente a inclinar la balanza en favor de la beatificación y que hoy podamos todos gozar de su canonización.
Don Cantos siempre fue un hombre de luchas imposibles, de gestas que involucraron derribar y hacer posible los sueños no solamente propios, sino de muchos, aquellos que solamente tienen como protagonistas a los hombres que trascienden su tiempo.
Hoy podemos todos abrazarnos en Mama Antula, sentir que los santiagueños somos capaces de peregrinar con fe y lograr cambiar realidades desde un compromiso inquebrantable.
Así nació la gesta impulsada por Don Cantos de que sean los santiagueños los protagonistas de la historia de un pueblo esperanzado y lleno de fe.
Hoy se recogen los frutos de esa visión y ese esfuerzo que el sueño de todos y la acción de algunos pudo hacer realidad.