
En la Rusia Soviética circulaba un chiste muy común que hoy en día tiene más vigencia que nunca: La pregunta recurrente era:
“¿Saben cuál es la diferencia entre el Pravda y el Washington Post? Que en Rusia sabemos que todo lo que se publica es mentira y propaganda; mientras que en Estados Unidos todos piensan que lo que leen es verdad”.
Esta máxima de la sabiduría popular rusa habla de la ingenuidad del simple ciudadano que piensa que son sus actos los que dan forma al gobierno y las políticas estatales, privilegio de los países democráticos. Pero muchas veces ocurre que aquellos que creen haber escapado al materialismo moderno, al haber votado por un partido político como el que dice representar el líder Demócrata Joe Biden, seguido por el mismo establishment político que ha gobernado Estados Unidos apoyando a uno y otro partido por más de 50 años y ha generado múltiples guerras a nivel mundial aunque parecen oponerse a lo que dicen combatir.
El materialismo, la esclavitud, la sumisión a los poderes económicos y políticos en búsqueda de la libertad individual y la democracia; son en realidad del mismo orden de lo que dicen combatir.
Y es que, dadas las credenciales de los nuevos ocupantes de la Casa Blanca, conviene ponernos particularmente en guardia contra el atractivo que pueden ejercer sobre nosotros estos triunfos o revoluciones que se nos presentan como extraordinarias con la promesa de producir un cambio positivo para la humanidad toda y la paz mundial; siendo este uno de los grandes errores a que somos sometidos y bombardeados por los medios de comunicación hegemónicos.
Debemos prever en realidad que el peligro de perder la libertad individual, de conciencia y religiosa, se agravará todavía más ya que es en el desorden actual donde estas fuerzas encuentran uno de sus medios de acción más poderosos. En esta llamada “revolución americana” no debemos dejarnos confundir por los espejos de colores que se nos presentan. Ya que esta es organizada desde los medios de comunicación, aquellos que mucho antes que se dejara de contar los votos, ya establecían un ganador absoluto rechazando y silenciando toda voz de disenso a su narrativa. Tachando de locos, fascistas o totalitarios a todos aquellos que se negasen a aceptar la versión presentada por un grupo de conglomerados económicos. Recordemos que el dueño del multimedio “Blumberg TV” ofreció a Biden U$S 100.000.000 como contribución para ganar en el Estado de Florida. O que las cadenas de TV abiertamente apoyaron a Biden para ser elegido, tal como hicieron Google, Facebook o Twitter que censuraron toda la campaña del candidato Republicano.
Pero lo más importante es no perder la objetividad ni olvidarnos que aquí no importan los nombres de los candidatos, ni siquiera nuestras predilecciones personales. Aquí se trata de entender que en Estados Unidos los medios de prensa hegemónicos junto a un partido político y al establishment de Wall Street se han unido para acallar la voz de un Presidente en ejercicio, sacando del aire su discurso cuando pedía un recuento de votos ante un posible fraude, tildando una y otra vez de loco a Trump. Los mismos medios que mientras la gente seguía votando en Arizona, anunciaban que Biden había ganado el Estado. Los mismos medios o que se niegan siquiera a analizar que en Pensilvania han votado más personas que las registradas o que en Georgia por ejemplo aparecieran en un conteo más de 100.000 votos para el candidato favorito y 0 para el otro. Si esto pasara en otro país sería un escándalo de proporciones y la gente saldría a protestar.
Pero como puede la gente protestar si los medios no transmiten la noticia.
Además ¿cuál sería la reacción de los seguidores del autoproclamado ganador de esta elección si es que hoy se anunciara que hubo fraude o un error en las votaciones? ¿Cómo reaccionarían estos votantes que durante meses golpearon, persiguieron y quemaron ciudades para imponer el miedo y el temor a los que no piensan como ellos?
Las repercusiones son mucho mayores a nivel mundial. Ahora tenemos a un Estados Unidos, que dice ser el representante y defensor de la democracia liberal y heredera del espíritu de la Revolución Francesa y nos preguntamos con qué autoridad se parará hoy para acusar a Rusia de ser antidemocrática y con ello buscar sancionar a Putin. O en nuestro hemisferio cómo puede ahora en alguna medida condenar al gobierno de Venezuela acusándolo de ilegítimo.
Estas elecciones han dañado definitivamente al valor de la democracia. Hoy estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo orden mundial producto de esta revolución que sabemos cómo ha comenzado; pero no adonde nos llevará.
Esta revolución no es silenciosa. Ya lo han expresado el Senador Schummer y la Diputada Alexandra Cortez entre otros representantes Demócratas cuando aseguran que esto es el principio de una gran purga donde se debe perseguir a los seguidores del partido opositor erradicando todo pensamiento que no sea progresista, en una especie de guerra cultural. Han dicho una y otra vez que gobernaran guiados por las elites de científicos, intelectuales y actores sociales más destacados del país.
Por supuesto que no son “todos los científicos, intelectuales, y actores sociales destacados del país; sino sólo aquellos que para el modo de ver de quienes respaldan al partido Democrata, representan sus intereses. Una elite que tiene muchos que la han elegido para gobernar; pero tiene pocos elegidos para el cargo.
No debemos olvidar que a lo largo de la historia de la humanidad en toda revolución los mismos revolucionarios resultan las primeras víctimas de sus ambiciones.
Porque nunca se es lo suficientemente radical para satisfacer la orgía de muerte y destrucción.
Debemos decir para culminar que el desorden y la obscuridad no pueden arrebatar más que en apariencia a la verdad y la libertad. En esta nueva etapa en que estamos entrando debemos recapacitar y buscar nuevas alianzas estratégicas y no perder las esperanzas en el poder de la verdad.
“Vincit Omnia Veritas”