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Opinión Tres escenarios son posibles ahora

Brasil, con un presente y un futuro de ???temer???

Federico Merke,

Bastión Digital

El debate que dio inicio al juicio político de Dilma Rousseff puso fin a la imagen de un Brasil institucionalizado que se había formado en la época de Fernando Henrique Cardoso, se había consolidado con Lula da Silva y había sobrevivido a la crisis económica de los últimos años. Aún cuando la tapa del semanario The Economist mostró en 2013 al Cristo Redentor en caída libre preguntándose “has Brazil blown it?”, la esperanza (en las instituciones) fue lo último en perderse.

 

La operación “Lava Jato”, decían algunos, era un signo de independencia judicial y fortaleza de la democracia. El PT, profesaban otros, había estabilizado al sistema de partidos a través de su rígida estructura, su amplia base territorial y su capacidad de canalizar las demandas de la izquierda. El consenso optimista aseguraba que a pesar de la crisis, el corazón del sistema político estaba fuerte, y podían ponerle el pecho a las balas. Pero cuando la Justicia fue atrás de Lula, comenzaron las dudas y el domingo, lo que quedaba de esta ilusión se evaporó. El Brasil de Dilma en 2016 fue comparado (y comparable) al de Collor en 1992. Un rewind de 25 años que deja a Brasil tan mal como estaba o aún peor.

 

Hay dos posiciones extremas en Brasil. De un lado están quienes creen que lo del domingo fue un golpe, del otro los que creen que el juicio político es perfectamente constitucional. Pero la imagen más correcta (como de costumbre) es una síntesis de ambas: el juicio político no es una violación del orden institucional, pero sí demuestra las limitaciones de ese orden para producir un futuro predecible (función primigenia de toda institución). Según esta interpretación, en su afán de poner fin a las persecuciones judiciales y su desprestigio, la elite política brasileña probablemente se deu um tiro no pé. Brasil no va a dejar de tener una caída del 4% del PBI porque tenga nuevo presidente.

 

Por el contrario, es probable que la crisis política genere más imprevisibilidad y peores resultados económicos. La economía requiere instituciones como el buen gusto Bossa Nova, no importa la ideología del que cante. A los inversores y consumidores no les interesan las demostraciones de poder ni los intentos desesperados de algunos pocos por salvar el propio pellejo ni mucho menos la idea de que la Justicia puede escapar al control del poder político y provocar estos descalabros. Pero la culpa de todo esto no es sólo de la oposición o de Moro, es compartida por los petistas, desde ya, quienes no supieron aprender del peronismo (el viejo Vizcacha de la historia) que la bomba hay que dejársela al gobierno que viene. Dilma la quiso desarmar, y así le fue.

 

¿Cómo va a ser el Brasil de Michel Temer? Antes que nada, que el gigante sudamericano esté pasando penurias y vergüenzas no lo hace menos gigante. Sólo por eso, lo que continúe sucediendo en Brasil va a impactar a la región y muy especialmente a su principal socio, la Argentina. Tres escenarios son posibles. El primer escenario es uno de caída libre en el que Michel Temer no logra acuerdos tras bambalinas para frenar la embestida judicial y la crisis política y económica (ahora con el PT en la calle) se prolonga poniendo en jaque al gobierno del PMDB.

 

El segundo escenario, un poco más optimista, prefigura a Temer como una solución de equilibrio para la crisis actual pero con insuficiente legitimidad (alla Itamar Franco) para formar un gobierno fuerte y aplicar reformas que permitan acelerar el crecimiento. En un tercer escenario, Temer redobla la apuesta, demuestra una capacidad excepcional de construir poder y lidera una serie de reformas (del financiamiento de los partidos políticos y del poder judicial, entre otras) que sacan a Brasil de la crisis política y promueven el crecimiento. La buena noticia es que los tres escenarios son posibles. La mala es que están ordenados de acuerdo a sus probabilidades relativas. Hay razones para esperar un Brasil de temer.

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