Sin lugar a dudas, en los planes de un gobierno radica su modelo y, por ende, se deducen cuáles son sus metas. Algunos observadores sostienen que esto es fundamental para la supervivencia del gobierno, pues
carecer de políticas determinadas y actuando sobre la marcha de los acontecimientos, se puede caer en
equivocaciones que deriven en falta de credibilidad.
Por lo general, las empresas saquean por no saber lo que quieren ser. Esto es igual para el país. Hace ya varias décadas que la Argentina busca su propia identidad en materia económica sin encontrarla, que vaciló entre una apertura neoliberal y un proteccionismo, entre la intervención del Estado en áreas fundamentales (por ejemplo, lo que fueron las retenciones para el campo durante el ciclo cristinista) y el libre juego para el sector privado, entre la industria y el campo, entre los bienes de capital y la producción sin compromisos externos que la perjudiquen.
Se podría decir que esas pujas son normales. Puede ser. Pero ningún país jamás ha crecido sin estar seguro
de su destino. Perón percibió claramente que era necesario dar al país una orientación y puso en marcha los planes trienal y quinquenal, que revolucionaron el país en materia social y de obras públicas.
Pero fue una revolución inconclusa frustrada por el golpe militar de 1955.
Se trata pues de encarar un desarrollo armónico regional y de todos los sectores del país mediante la organización territorial, la producción y la distribución equilibrada de los recursos.
En este sentido, lo fundamental serán las políticas complementarias entre las provincias y de estímulo desde
la Nación. Esto puede sonar como inconducente en este tiempo de campañas y divisiones políticas, pero es la única manera de salir adelante.
Hoy en día descentralizar ya no es la pretensión impotente de algunos, sino la única solución para sobrevivir.
Lo que importa es que el federalismo que tanto se proclamó siempre, tenga vida propia y deje de ser una brillante teoría para erigirse en una efectiva y productiva realidad.
Deben darse pasos concretos entre la Nación y las provincias, sin privilegiar a unas sobre otras —como algunas piensan que se puede hacer con los reclamos del Fondo del Conurbano en Buenos Aires—, sobre todo con las provincias más rezagadas, que durante mucho tiempo se limitaron a administrar sus escasos recursos presupuestarios, y ahora están transitando una etapa de realizaciones largamente esperadas, demostrando con acertadas decisiones políticas, que pueden revertir una situación regional retrógrada e injusta. Y revertirla a través de medidas cuyo fruto beneficiará a la región y a la Nación.
Hay que alzarse ya hacia un desarrollo nacional que nos presente, en el futuro, como una Nación poderosa.
Es un reto al destino. Procesos más difíciles los han realizado naciones sin mayor potencial; o desangradas.
Les ha bastado una decidida acción de toda la comunidad nacional. Jamás se ha reunido en una región del orbe como en la que está asentada la Argentina, una serie de cualidades geográficas y humanas, tan decididamente
aptas como éstas del Cono Sur.