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Opinión

El mundo espera que la paz impere en España

Llegó el día clave y tan esperado por los españoles en general, por los catalanes en particular y por el mundo que está expectante de lo que pueda suceder tras el mensaje que pronunciará esta tarde (horario español) en el Parlamento de Cataluña, el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, sobre la decisión que tomará su gobierno sobre el resultado del referéndum del 1 de octubre —plagado de cuestionamientos de ilegalidad por violar la Constitución, de anormalidades en los procedimientos electorales, y por representar la voluntad independentista de sólo 2 millones de catalanes, entre los más de 5 millones y medio habilitados para votar y de los 7,5 millones de habitantes de Cataluña, entre otras consecuencias de inesperado perjuicio para el gobierno separatista, como ser la fuga de empresas multinacionales y de bancos de Barcelona, ante el impredecible e inseguro futuro que pueda deparar la independencia de España y la automática salida de la Unión Europea—.

 

Si bien, la porfiada postura que mantuvo el presidente Puigdemont, de declarar la independencia de Cataluña, tras los resultados del referéndum y de acurdo a las leyes del Parlamento local —cuestionadas y no reconocidas por la Corte Suprema de Justicia española y por la propia máxima magistratura catalana— mostró variantes de atenuación en sus últimas declaraciones, ante la evidente falta de apoyo internacional a sus fines independentistas, sobre todo por parte de la Unión Europea, y de la crisis económica y financiera que ya comenzó a mostrarse con la fuga de numerosas e importantes compañías empresarias y bancarias. A esto se suman las multitudinarias manifestaciones realizadas durante el pasado fin de semana en todo el país contra el separatismo catalán y a favor de la unidad de España. Marchas avaladas por la comunidad internacional que esperan que se imponga el diálogo entre las partes en conflicto.

 

Más allá de las cuestiones que motivaron y acrecentaron en los últimos meses el movimiento independentista. Y por más que la realidad esté mostrando un panorama distinto al que imaginaban los líderes separatistas que alimentaron tantas pasiones por la independencia de Cataluña, no es fácil para el gobierno de la Generalitat, mostrar actitudes y propósitos decepcionantes para sus seguidores. Si bien su presidente, bajó el tono de su discurso, deberá contar con el respaldo político suficiente de funcionarios y políticos de su partido, si es que lo mueve una intención de dar respuestas razonables de un “paso atrás” en sus fines, en nombre de la paz y la convivencia, o de lo contrario, de ser presionado por los separatistas duros como el CUP y Junts pel Sí, asumir las nefastas consecuencias que podrían sobrevenir con una declaración de independencia, como ser la decisión del gobierno de Mariano Rajoy de suspender la autonomía catalana (resorte previsto en el artículo 155 de la Constitución) e intervenir la región. Los observadores que privilegian el raciocinio y la sensatez, esperan que el mensaje que hoy pronunciará el presidente de la Generalitat “reconsidere” o se avenga a posturas que permitan iniciar un camino de solución con la voluntad de ambas partes.

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