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Opinión #Opinión

MUNCHAUSEN

Es notable cómo un gran porcentaje de psicópatas son capaces de colocar sustancias en las bebidas de sus víctimas, condimentar en exceso las comidas y hasta ponerles veneno con el objeto de descomponer a su presa.

Los datos nos hablan de veneno sobre todo en la comida. Hoy en día también son muy utilizados los psicofármacos como las benzodiacepinas (los famosos tranquilizantes).

 

Esta forma de daño es muy característica en muchas psicópatas mujeres ya que no requiere del uso de la fuerza física y es realmente difícil de detectar. Incluso hay casos en los que la psicópata puede ingerir alimentos envenenados por ella misma para acusar a su víctima en las cortes; pero lo más siniestro que he escuchado a lo largo de mi carrera es un síndrome poco divulgado en la sociedad: hoy les vamos a hablar en esta columna del Trastorno Facticio por Poderes o “SÍNDROME DE MÜNCHAUSEN VICARIO"

 

Es una forma de maltrato físico a la que son sometidos los hijos como consecuencia de una patología de sus padres. Consiste en que alguno de ellos, reiteradamente hace enfermar o provoca lesiones en el niño con el afán de obtener atención médica (les inyectan sustancias tóxicas o los obligan a ingerir fármacos que causan diarrea, deshidratación u otros cuadros).

 

Como los padres enfermos son cautelosos y superficialmente sumisos, suele ser difícil llegar a este diagnóstico.

 

Richard Asher lo describió por primera vez en 1951 bajo el título de Síndrome de Munchausen, un cuadro caracterizado por el abuso de consultas hospitalarias a raíz de falsos y significativos padecimientos que por sus características promovían estudios en ocasiones cruentos y tratamientos médicos innecesarios. El aporte de Asher permitió catalogar como enfermo a la persona que "aparentaba burlar" las destrezas diagnósticas del médico. La denominación del síndrome fue motivada por los antecedentes históricos de Karl Friedrich Hieronymus, Baron Von Munchausen, conocido como el "barón de las mentiras" y nacido en 1720 en Bodenwerder, Alemania.

 

Varity denominó "síndrome de Polle" a la presentación de este cuadro clínico en los niños, frente a los supuestos síntomas por los que reclamaban sus padres. Lo denominó así por el nombre del nombre del hijo de Munchausen, de quien se dice sin precisiones exactas, que padeció una enfermedad ficticia a la edad de un año, provocada por su padre.

 

En 1976, Rogers publica seis casos en niños y los incluye como una forma atípica de malos tratos. Un año después, Roy Meadow denominó y definió a este síndrome como "Síndrome de Munchausen por poder o por delegación" y lo describe como aquel en que la persona (generalmente la madre) fabrica o inventa síntomas para otro (el hijo), quedando así registrado en las publicaciones de pediatría.

 

Los trastornos facticios se caracterizan por síntomas físicos o psicológicos fingidos o producidos intencionadamente con el fin de asumir el papel de enfermo. La apreciación de que un síntoma se ha producido de manera intencionada es posible tanto por comprobación directa como por la exclusión de otras causas. Por ejemplo: un individuo que acude por hematuria(sangre en la orina) y se descubre que tiene anticoagulantes y niega haberlos tomado, mientras que los análisis de sangre demuestran lo contrario.

 

Cabe pensar pues, que si no existe prueba alguna de ingesta accidental, el paciente ha ingerido intencionadamente este tipo de fármacos. Debe reseñarse que la presencia de síntomas facticios no excluye la coexistencia de síntomas físicos o psicológicos verdaderos.

 

Los trastornos facticios son distinguibles de los actos de simulación. En la simulación el “paciente”  también produce los síntomas de modo intencionado; pero su objetivo es fácilmente reconocible cuando se conocen sus circunstancias. Por ejemplo: la producción de síntomas de manera intencionada para evitar una vista judicial o la incorporación al Servicio Militar. De manera semejante, un enfermo mental hospitalizado puede simular agravación de su enfermedad para evitar su traslado a otra institución menos deseable, realizando así un acto de simulación. En cambio, en el trastorno facticio existe una necesidad psicológica de asumir el papel de enfermo, tal como se pone de manifiesto por la ausencia de incentivos externos para tal comportamiento. Mientras que un acto de simulación puede considerarse adaptativo bajo ciertas circunstancias (p. ej., en situaciones hostiles). Por definición, el diagnóstico de trastorno facticio implica siempre un determinado grado de psicopatología.

 

¿Cómo se manifiesta y cómo se diagnostica?  La característica esencial de este trastorno es la producción o simulación de forma deliberada de signos o síntomas físicos o psicológicos, en otra persona que se halla a cargo del individuo. Típicamente, la víctima suele ser un niño pequeño y el perpetrador, como ya dijimos, su madre.

 

Se ha sugerido que el motivo que lleva al perpetrador a realizar este comportamiento depende de la necesidad psicológica de asumir el papel de paciente a través de otra persona, ya que no hay incentivos externos que justifiquen este comportamiento, como por ejemplo una ganancia económica. El trastorno no puede explicarse mejor por la presencia de otro trastorno mental. El perpetrador induce o simula en la víctima un proceso patológico y luego acompaña a ésta al médico negando todo conocimiento sobre la etiología del proceso. La mayor parte de las enfermedades inducidas o simuladas conciernen a los aparatos digestivo y genitourinario y al sistema nervioso central; la simulación de trastornos mentales en la víctima es mucho menos frecuente.

 

El tipo y la gravedad de los signos y síntomas que presenta la víctima están limitados exclusivamente por el grado de sofisticación médica y el margen de acción de que disponga el perpetrador. Los casos clínicos suelen caracterizarse por un curso atípico y unos resultados inconsistentes con el cuadro sintomático pretendidos por la víctima y el perpetrador.

 

 

La víctima suele ser un niño en edad preescolar, aunque también pueden «emplearse» recién nacidos, adolescentes y adultos.

Cuando afecta a niños mayores, debe considerarse la posibilidad de que víctima y perpetrador estén en realidad colaborando en la producción de los signos y síntomas.

El perpetrador será diagnosticado de trastorno facticio por poderes. Para la víctima, puede anotarse abuso físico de menores o abuso físico de adultos. 

Si hay colaboración entre el presunto perpetrador y la víctima, esta última también puede recibir el diagnóstico de trastorno facticio.

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