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La Provincia #ColumnaOpinión

Es el sentido común, stupid

Análisis de las experiencias neoliberales

Corrían los años 90, yo era estudiante de mitad de carrera de la Licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Tucumán, una de las escuelas más ortodoxas (neoliberales para simplificarle a los lectores) del continente. Era prácticamente el único que discutía y criticaba el modelo menemista de ajuste, de desregulación, de apertura y de privatizaciones. Todavía no tenía todos los años de mi preparación técnica, pero con lo que sabía hasta entonces, era suficiente como para darse cuenta de que el sentido común de cualquier ciudadano de a pie, era más importante que el conocimiento de los profesores a la hora de que entender hacia dónde nos llevaba esa segunda experiencia neoliberal.

 

 

La segunda experiencia neoliberal

 

 

Por segunda vez en nuestra historia se liberaba “al animal spirit” de los empresarios y del mercado, la suerte de la economía. Desaparecía el Estado. Así fue como se desreguló la actividad económica. Desaparecieron las juntas nacionales de granos y de carnes (y los precios de referencia con ellos), los kioscos empezaron a vender remedios, se prescindía hasta de los colegios de profesionales. Cualquiera hacía lo que quería, básicamente eso trae aparejado la “desregulación”. Como hoy, bah…

Se rifaron los bienes del Estado. Solo a manera de ejemplo “refrescante de memoria” mencionemos estos dos casos emblemáticos. Para detallar esa debacle, necesitaríamos varios diarios enteros solo para nuestra columna. Unos españoles desguazaron Aerolíneas Argentina. De encontrarla en el 89 como una empresa del Estado rentable, prestigiosa, con altísimos niveles de servicio y seguridad y un patrimonio de una flota valuada en millones de dólares (27 Boeing y 4 Floker), derechos de rutas en toda América, Europa y la vía Transpolar y bienes inmuebles por todo el mundo valuados en millones de dólares, al vaciamiento de la misma. Muchos de los economistas neoliberales que hoy defienden este Gobierno de Cambiemos eran funcionarios de esa triste época o eran los que opinaban a favor, así como lo hacen hoy, del proceso de ajuste. Entre Iberia y Marsans la liquidaron, desmantelaron los talleres, levantaron decenas de rutas y escalas, vendieron las oficinas que tenía por todo el mundo, vendieron los aviones, hasta los simuladores donde se venían a capacitar pilotos de toda Latinoamérica. El típico proceso de vaciamiento. Cuando terminó esa pesadilla Aerolíneas debía miles de millones, tenía un solo avión y nada más. Se privatizó el petróleo y el gas. Pasaron de ser recursos estratégicos a ser commodities. Para los proyectos neoliberales, todo es mercancía. Se regaló YPF y Gas del Estado. El único país en el mundo que llegó a entregar los recursos naturales estratégicos. Otros españoles truchos se hicieron cargo. De 51.000 empleados que tenía quedaron 5.700. Repsol compró esta empresa fundada por Yrigoyen en el 22, siendo la primera gran petrolera verticalmente integrada del mundo. La entrega de la soberanía no significa más que una medida sin importancia cualquiera para los neoliberales. Por supuesto, que Repsol la endeudó, sobreexplotó los pozos que ya habían sido descubiertos por la YPF estatal, no arriesgó inversión en búsqueda de nuevos pozos y de nuevo la misma historia. Si queremos hablar de matriz energética y crisis energética no podemos dejar de revisar nuestra historia de los 90 y la privatización ruinosa de YPF y el papel de los privados. Tuvo que venir el gobierno popular de la década pasada para recuperarla, arriesgar inversión (sí, parte de la inversión pública y del déficit fiscal que a Cambiemos no le gusta) y terminar descubriendo la segunda reserva más importante de combustible fósil no convencional del mundo. Es decir, de nuevo, cuando las papas queman, el Estado es el que tiene que tomar el mando y hacer lo que hacen todos los estados de países serios, desarrollados o en vías de...

Se liberó la frontera, no solo para los capitales especulativos (los famosos capitales golondrinas) sino también para los productos industriales importados. Así fue cómo Menem ganó la reelección, gracias al “voto licuadora”. El resultado final fue la destrucción de la industria nacional y terminó su mandato con la “hiperdesocupación”. La apertura comercial trae eso: miseria.

Cuando todo voló por los aires, no encontraba a ninguno de mis compañeros ni de mis profesores repitiendo como loros las mismas frases hechas con las que solían discutir. Fue el tiempo del “yo no lo voté”.

 

 

Cambiemos, la 3ª experiencia neoliberal

 

 

Luego de todos estos años hasta de estudios de doctorado en Economía, de investigación, de publicaciones y congresos, uno se da cuenta de que el sentido común es el que nos sigue guiando por la correcta senda.

Si abrimos la economía a los productos extranjeros, seguramente cerrarán nuestras fábricas, nuestros empleados quedarán sin trabajo, aumentará la pobreza y caerá el consumo, la demanda y la economía se hundirá en recesión. Competir con productos chinos es imposible. Además de que los trabajadores chinos sobreviven bajo condiciones de sobreexplotación, el gobierno chino los subsidia. Por eso cuestan centavos de dólar las importaciones chinas.

Si dejamos entrar los capitales financieros especulativos libremente, sin ninguna restricción de encajes, inversión en economía real ni tiempo de permanencia, quiere decir, que van a venir a jugar a la bicicleta financiera y especulativa y se van a ir todos juntos y de golpe.

Si pedimos deuda externa sin fondo y dejamos que esos dólares se fuguen por la puerta giratoria, quiere decir que unos pocos se llevarán las ganancias hechas dentro del país, en vez de reinvertir, y que nos quedará a nosotros, la mayoría de los argentinos, pagar los platos rotos (y con Cambiemos, durante 100 años…) ¿Cómo pagamos los platos rotos? En vez de destinar el presupuesto anual para mejorar infraestructura, para invertir en educación, salud, ciencia y tecnología y demás rubros importantes para todos, ahora los destinaremos para pagar los intereses de la deuda.

Si quitamos retenciones de los alimentos, cuando el dólar suba aunque sea un poquito, los alimentos también lo harán. Y cuando devaluemos un 200%, la comida ya no se podrá comprar. Cuando se exporte sin retención el trigo y la carne, el pan y el asado se irán por las nubes. Porque, en tierra de nadie, donde nadie controla nada, los exportadores, en vez de vender afuera para vender adentro del país, te pedirán que les pagues lo mismo: a precio dólar.

Si además dolarizas la energía, cuando el dólar se mueva entonces no podrás pagar tus impuestos de servicios básicos, que, a estas alturas, debieran ser derechos humanos. Si estos servicios aumentan, los costos de las empresas y comercios aumentarán también y, eso es inflación que se traslada al consumidor.

Si aplicamos por tercera vez los planes de ajuste neoliberal, terminaremos entregando por tercera vez el país. Destruiremos en poco tiempo lo que nos costó décadas construir. Terminaremos más pobres y desiguales.

La percepción del ama de casa, de los abuelos, de cualquier ciudadano de a pie, y todavía más, de los que hayan vivido las experiencias anteriores es la correcta. No el relato de los economistas y periodistas operadores. Vamos directo al mismo precipicio. Se llama sentido común y memoria, y es lo que más cuesta entender hoy en día.

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