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notas #Fiestas

El nacimiento del hijo de Dios

Nos dice San Atanasio de Alejandría: «El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios». En esta enseñanza de este Santo Padre de la Iglesia puede resumirse el misterio de la Natividad del Señor Jesús. Este misterio de la encarnación del Hijo de Dios, se hace visible y cercano a nuestros ojos en el momento preciso del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

 

            El Ángel había dicho a los pastores: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lucas 2:12). Por lo que la señal de Dios, no es un milagro esplendoroso, sino que la señal de Dios es su humildad, la señal del Señor es que Él se hace pequeño; se convierte en niño, se deja tocar y pide nuestro amor. Cuánto desearían los hombres, un signo diferente, imponente, irrefutable del poder de Dios y de su grandeza. Pero su señal nos invita a la fe y a contemplar su gran amor a la humanidad, como su gran bondad hacia nosotros. Así nos da esperanza y nos invita a ser semejantes a Dios si nos dejamos marcar con esa señal de la humildad del Señor, la verdadera grandeza, si renunciamos la violencia y usamos las armas de la Paz, la Verdad y el Amor.

 

            Con la Navidad, el cielo ha descendido a la tierra, y la liturgia del tiempo de Navidad nos invita a contemplar la luz que viene de lo Alto: Dios se hace hombre, el Eterno entra en el tiempo, el Omnipotente se hace pobre, el Altísimo se hace pequeño, el Fuerte se hace débil, el Incorruptible asume nuestra misma carne, el Hijo de Dios llega a ser uno de nosotros, naciendo como un niño. Y junto al Hijo de Dios encarnado está aquella a la que con alegría llamamos «Madre de Dios», la Virgen María, «de la cual nació Jesús, llamado Cristo» (Mateo 1:16).

 

            La vida asume así un significado nuevo: la Navidad no es solo un misterio que tiene que ver con la historia pasada, sino que viene a arraigarse en el tiempo presente. El hecho de que Jesús haya nacido en un lugar geográfico determinado, en el seno y en los brazos de una mujer cuyo nombre conocemos, en una familia cuyo origen, residencia y hasta genealogía se conocen, se ofrece a nuestra contemplación, poniéndonos ante un acontecimiento que ha transformado el mundo y ha marcado de forma indeleble la vida de los hombres.

 

No es casual que los años se computen a partir del nacimiento de Jesús: la Navidad marca, en efecto, una divisoria de aguas entre un antes y un después, entre lo que sucedió antes de Cristo y después de Cristo. La venida al mundo del ungido de Dios con el propósito de salvar nuestras almas.

 

            Preparémonos en esta Navidad para recibir y adorar al Dios que se hace hombre por nosotros y viene a la tierra para poder llevarnos y elevarnos al cielo. Dios se hace hombre para que el hombre se asemeje a Dios en sus virtudes. Pidamos al Señor en esta Fiesta la gracia divina para que imitemos a Jesús nuestro Salvador.

 

            Elevo mi oración al Señor para que en esta Navidad que celebramos cuando Jesús venga para nacer de un modo nuevo y místico, en nuestros corazones los encuentre bien dispuestos y preparados para recibirlo con todo nuestro amor.

 

Feliz y Bendita Navidad para todo el Pueblo de Dios.

 

PADRE GREGORIO MAKANTASSIS

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