
El arte y el poder de abstracción
Según especifican los científicos españoles en su trabajo, la huella pertenece al dedo índice de un varón que en ese momento tenía entre 18 y 25 años. Llegaron a la conclusión, además, de que se trataba de arcilla y óxido de hierro: una combinación que servía de maravillas para el arte rupestre.
Sobre ello opina Rolando González-José, Investigador del Conicet y expresidente de la Asociación de Antropología Biológica Argentina: “La ciencia tiene muy bien documentado cómo los Homo neanderthalensis, una especie distinta a la nuestra, manejaba los pigmentos. Estos fueron hallados en por lo menos 70 sitios neandertales distribuidos en toda Europa. Colores negros y distintas tonalidades de rojo. Indica que, al menos, tenían un cierto manejo de la estética”.
En colaboración, para esta investigación los equipos pudieron establecer que el empleo de pigmentos podía relacionarse con un factor simbólico y que la piedra se asemejaba bastante a un rostro. “Los autores del trabajo hipotetizan que se trata de una cara, en que la mancha de ocre podría ser pensada como la nariz, mientras que hay trazos que indicarían los ojos y la boca, pero es especulativo”, observa a Página 12, el científico que también se desempeña como coordinador del Programa de Referencia Genómico de la Población Argentina (PoblAr). Y continúa: “Se suma, no obstante, a otras evidencias, como por ejemplo el hallazgo de cráneos de grandes presas en una cueva España central, que indicó años atrás que no solo se preocupaban por sobrevivir sino también se relacionaban de alguna forma con lo artístico o estético”.
El artículo científico permite entrever que la piedra en cuestión se pintó con el objetivo de ser manipulada y no para fines utilitarios. Esto es: los neandertales no usaban estos cantos rodados para tallar, ni tampoco para construir herramientas, sino que le atribuían significados distintos. Desde aquí, lejos de ser unos “brutos” --como históricamente fueron representados-- la ciencia ahora señala que se parecían mucho más a los humanos modernos, de lo que estos estarían dispuestos a aceptar. Incluso, hay estudios científicos que sugieren que esta especie realizó ritos funerarios para procesar pérdidas de sus seres queridos.
Los neandertales machos promediaban los 175 cm, tenían las cejas prominentes, los ojos grandes y una musculatura compacta, que les permitía sobrevivir a los climas fríos de Eurasia. Utilizaban herramientas, tallaban rocas y madera, y se cubrían el cuerpo con pieles de animales que ellos mismos procesaban.
La revolución cognitiva
“El estudio es interesante porque aporta a una discusión de larga data que se vincula con analizar si los neandertales tuvieron capacidades cognitivas suficientes para llevar adelante actividades simbólicas y no relacionadas estrictamente con su supervivencia. Todo está supeditado a cómo se interpreta el registro arqueológico: el comportamiento de las especies extinguidas no queda fosilizado, por lo tanto, tenemos inferencias muy indirectas al respecto”, dice González-José.
El historiador Yuval Harari, precisamente, señala en su libro De animales a dioses. Breve historia de la humanidad que la cualidad que diferenció al lenguaje humano del de otras especies fue su plasticidad para comunicar ideas sobre entidades que no existen en absoluto. El pensamiento abstracto, de este modo, fue un eslabón determinante que habilitó al Homo sapiens a establecer redes de cooperación a partir de “realidades imaginadas”. Así fue que, con el tiempo y de manera colectiva, las personas crearon dioses, estados y capitalismo.
Harari lo grafica con un ejemplo sencillo: “Si intentáramos agrupar a miles de chimpancés en la plaza de Tiananmen, en Wall Street, el Vaticano o la sede central de las Naciones Unidas, el resultado sería un pandemonio. Por el contrario, los sapiens se reúnen regularmente a millares en estos lugares. Juntos crean patrones ordenados (por ejemplo, redes comerciales, celebraciones masivas e instituciones políticas) que nunca hubieran podido crear aislados. La verdadera diferencia entre nosotros y los chimpancés es el pegamento mítico que une a un gran número de individuos, familias y grupos. Este pegamento nos ha convertido en los dueños de la creación”.
Con información de Página 12