
Todos, en algún momento de nuestra vida, experimentamos lo que es tener una palabra “en la punta de la lengua” y no poder verbalizarla. Hablamos del sencillo proceso de decir una frase que no llega a pronunciarse por un bloqueo mental y se convierte en una pesadilla interminable. Cuando nos pasa esto, intentamos buscar opciones para rellenar el tiempo que estamos perdiendo o nombrar eso que no logramos verbalizar: “cosa”, “eso”, “como se llame” o cualquier otra expresión inventada.
Todo esto recalca la tendencia del ser humano a olvidar los nombres de personas y cosas, y también el abusivo número de veces que nos suele pasar. La palabra que define estos olvidos es letológica.
Es por eso que el psicólogo Jung dio mucha importancia a la memoria y el olvido en sus investigaciones sobre el inconsciente y sus estudios nos ayudan ahora a entender cómo funciona la memoria. Recordar todas las palabras es una tarea complicada. Es cierto que entendemos más palabras de las que usamos, y estas palabras que forman un vocabulario pasivo también forman parte de la letológica. Y precisamente las palabras que menos usamos son las que más se nos olvidan, porque nuestra mente es asociativa.
Por tanto, las palabras que almacenamos, pero no utilizamos son más difíciles de recordar a corto plazo porque todavía no creamos los enlaces necesarios que hacen que nuestra mente las recuerde de forma más rápida. La letológica es olvidarse de una palabra y tener la huella de esa palabra al mismo tiempo.
**Letológica, proviene del griego (lethe es olvido y logos es lengua). En la mitología griega, era uno de los cinco ríos del que las almas bebían para olvidar recuerdos.