Los japoneses no tienen sexo. El que se pensaba que era uno de los países más pervertidos y en el casi cualquier cosa, sexualmente hablando, era posible (y, si no, ellos lo inventaban) resulta que está del otro laso. “No porque sean torpes y no conozcan las mejores técnicas de seducción, sino porque no les apetece”, explicó Daniel López en un artículo publicado en el portal español Código Nuevo.
Un reciente estudio del Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social ha señalado que, en Japón, el 42% de los hombres y el 44% de mujeres de entre 18 y 34 años, aún es virgen. Unas cifras que tienen al gobierno nipón muy preocupado.
Esto no es nuevo. La periodista japonesa Maki Fukasawa ya acuñó en 2006 la expresión soushoku danshi, -algo así como 'hombre herbívoro'-, para referirse a aquellos hombres que, sexualmente hablando, pasaban olímpicamente de la carne. Una expresión que se usa para designar a esa gran parte de sus jóvenes que mostraba un deseo sexual prácticamente inexistente.
Las personas que toman esta opción dicen preferir su propia independencia, alejarse de todos los problemas que pueda ocasionarles una relación afectiva o, sencillamente, sienten que tienen demasiadas ocupaciones y que hay cosas más importantes que hacer. El año pasado, el periódico Japan Times hacía alusión a este fenómeno a través de una encuesta realizada a treintañeros japoneses, que se referían a las relaciones amorosas como "molestas". Lo cierto es que todo esto está trayendo un descenso a la natalidad japonesa que dura ya más de una década y una población cada día más envejecida.
MENOS ATENCIÓN
En Occidente, este tipo de situaciones llama cada vez menos la atención. Los millennials practican, en general, menos sexo que sus antepasados. Así lo recogió en un estudio la Universidad de San Diego este año, que señala que, a partir de los 18 años de edad, existe un descenso en la frecuencia de las relaciones sexuales. La psicóloga Jean M. Twenge, que trabajó en la investigación, explicaba que, pese a que hoy los jóvenes "pasan tanto tiempo en internet que interactúan menos en persona y, por consiguiente, no mantienen relaciones".
"¿Quiere decir que nos estamos 'asexualizando'? ¿Terminaremos 'encamándonos' solo con finalidades reproductivas? ¿Lo hemos aborrecido?", se pregunta López. "Para nada"- se responde- "una cosa es que practiquemos menos sexo y otra muy distinta es que lo excluyamos por completo de nuestras vidas". Cada vez más personas están aceptando que las relaciones sexuales no sean un factor determinante en sus vidas. La asexualidad no renuncia al sexo, sino que no se tiene ese impulso de mantener ese tipo de relaciones. Así lo sienten más de 70 millones de personas en el mundo.
Lo que sucede en Japón puede llamar la atención por la cantidad de personas a las que les ocurre esta ausencia de interés por el sexo y las relaciones. La falta de apetito sexual en el país asiático se intenta excusar a menudo con una desilusión de la juventud frente a la situación económica y el mercado laboral. No ver claro su futuro haría mella en su independencia y autoconfianza, algo que influye directamente en su capacidad de establecer relaciones con otras personas.
Según destacan las encuestas, muchos de estos jóvenes japoneses recurren a los videojuegos, el anime o la pornografía como medidas de entretenimiento sustitutivas de su vida sexual. Y es que las nuevas tecnologías y posibilidades de comunicación nos brindan muchas opciones de contacto con otras personas, pero también nos pueden abstraer hasta hacernos caer en el aislamiento social.
¿POR QUÉ LOS NIPONES NO QUIEREN TENER RELACIONES?
Julieta Sanguino, en el sitio culturacolectiva.com, intenta encontrar las razones del comportamiento de millones de jóvenes japoneses a quienes nos les importa el sexo. “Al parecer, pronto encontraremos en la sociedad japonesa un ‘Mundo feliz’ como en la novela de Aldous Huxley. Un mundo feliz donde el sexo esté prohibido y la reproducción humana se dé a través de máquinas artificiales”, manifestó la columnista.
La presión del modelo japonés anacrónico de familia modelo: tener un esposo asalariado o una mujer ama de casa, permanece. Sin embargo, los hombres japoneses se han vuelto menos solventes pues la seguridad en el empleo de por vida ha disminuido, mientras que las mujeres japonesas se han vuelto más independientes y ambiciosas. Muchos recurren a opciones más fáciles o instantáneas como el sexo casual, citas a corto plazo, el sexo virtual o la pornografía.
Las tradiciones oficiales hacen ver el matrimonio como una mala decisión, incluso un antiguo refrán japonés versa: “El matrimonio es la tumba de una mujer”. Alrededor del 70% de las mujeres japonesas dejan sus trabajos después de su primer hijo.
El sistema que reproduce papeles conyugales segregados como esposas dentro de sus casas y maridos en el trabajo de 20 horas al día, también crea un ambiente ideal para vivir solo.
El Foro Económico Mundial sitúa a Japón como uno de los peores del mundo para la igualdad de género en el trabajo y las actitudes sociales no ayudan. Las mujeres que poseen trabajo y además se casan son conocidas como oniyome, o “diablo esposas”.
Probablemente la falta de una autoridad religiosa que ordena el matrimonio y familia, los muchos sismos que ocurren en el país engendran sentimientos de futilidad y el alto costo de vida y crianza de los niños también afecta sus decisiones de vida.
Aunque Japón es sexualmente permisivo, la fantasía que la sociedad tiene sobre las mujeres menores de 25 años es de una mujer increíblemente linda y virginal. “Deseo sexual proviene de hombres”, dijo un hombre que asesora al gobierno y remató: “Las mujeres no experimentan los mismos niveles de deseo”.
“Probablemente, en un futuro la sociedad japonesa encuentre nuevas formas para no parar la reproducción de su descendencia, aunque esto no implique el contacto físico. Tal vez sustituyan el cariño de otras maneras y sean el ejemplo de la siguiente evolución de los seres humanos”, concluye Julieta Sanguino.