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Especiales Comentarios

Evangelio de San Juan 16,12-15

Por Julian Cueva

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

 

Palabra del Señor

 

Comentario

 

En este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Nos resulta tan familiar, cuando hacemos la señal de la cruz y repetimos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. O cuando expresamos que sólo queremos darle la gloria a Él: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén. Cumplimos así con nuestra misión en la tierra, dar gloria y alabanza a Dios. Este misterio tan grande, tan infinito, está tan cercano que las tres personas divinas quieren morar en nuestro interior y por eso nos introducimos a una relación íntima con Dios. Es amor entre tres Personas distintas, pero que están tan unidas entre ellas que forman un solo Dios. Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica n. 265: “Somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después  de la muerte, en la luz eterna”. Este misterio nos fue revelado progresivamente. En el Antiguo Testamento no se sabía nada de la existencia de tres Personas. La primera lectura del libro de los Proverbios nos manifiesta una de las preparaciones de la revelación de la vida íntima de Dios. En ella se nos habla de la Sabiduría de Dios, que existía antes de todas sus obras.

 

 

La Sabiduría hace el elogio de sí misma en este trozo, nos revela que existía antes de la creación, aunque su actividad se ha manifestado en ella. Tenemos un texto poético que evoca de una manera concreta los comienzos de la creación. La Sabiduría estaba con Dios como aprendiz para construir el mundo y se alegraba ante él en todo momento. Además vemos en esta lectura un aspecto del misterio de la Trinidad, en sus relaciones con el hombre: la Sabiduría estaba  en relación con el hombre de parte de Dios.  Hay otros textos en el AT que preparan la revelación del misterio de la Trinidad: en particular los textos que hablan de la Palabra de Dios y del Espíritu de Dios.

 

 

El libro del Génesis nos revela cómo Dios creó todo. Toda la creación es una obra de Dios por medio de su Palabra. Dios no tiene necesidad de cansarse para crear: basta con que diga algo y se realiza. Junto con la Palabra, está el Espíritu de Dios. Podemos llamarle también “soplo”, “aliento de Dios”, porque el término hebreo ruah (que traducimos por “espíritu”) significa “soplo, aliento”. Así, en estas expresiones vemos una primera revelación de la vida íntima de Dios: Dios que habla y Dios que tiene un aliento. Este aliento es creador, pero también revelador. Con estos dos elementos- palabra y aliento de Dios- tenemos ya una preparación del misterio de la Trinidad en el Antiguo Testamento. Sin embargo, será preciso esperar a Jesús para que este misterio se manifieste plenamente.

 

 

El Salmo 8 que es una respuesta a lo que hemos leído en Proverbios es un canto de alabanza a Dios Creador. Al ver la belleza, el orden, la armonía, la perfección de todo lo creado y más aún al contemplar al hombre en la cúspide de esa obra maestra como señor de la creación no podemos menos que reconocer la grandeza de la Trinidad que ha realizado toda esa maravilla para que el hombre, cada uno de nosotros, seamos felices. El misterio de la Trinidad no ha sido revelado de una manera abstracta, sino en el designio de salvación de Dios respecto al hombre. San Pablo en la segunda lectura nos habla del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en su relación con nosotros, y también de nuestra relación con ellos. San Pablo nos dirá que hemos sido justificados por medio de la fe en Cristo Señor. El que cree en Él y lo reconoce como Hijo único del Padre, queda justificado, es decir, se hace justo, se le purifica de sus pecados, se le santifica y, en consecuencia, queda unido a Dios. Gracias a la fe en el Hijo único de Dios, accedemos a la gracia y nos encontramos en una situación de gran esperanza: la esperanza de compartir la gloria de Dios después de nuestra muerte. Ahora bien esta esperanza empieza a realizarse ya, en la medida en que la vida cristiana está iluminada por la gloria de Dios. San Pablo enseña que esta esperanza “no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. Aquí encontramos la tercera Persona de la Trinidad en su función de comunicar el amor de Dios.

 

 

Jesús habla en el Evangelio de este domingo del Espíritu Santo que deberá venir, que el Padre enviará en su nombre. Le llama “el Espíritu de la Verdad”, esto es, el Espíritu que nos revela todo el misterio de Dios. Y lo promete también a los apóstoles, suscitando en sus corazones un fuerte deseo de recibirlo.  El modo en que Jesús habla del Espíritu de la verdad muestra la unión y la distinción entre las personas divinas. También manifiesta que este Espíritu toma de lo que pertenece al Padre  y a Jesús, para anunciarlo a los discípulos. También el modo de referirse Jesús al Espíritu Santo manifiesta que este es un Espíritu de Amor, que no busca su propia gloria, sino la de Jesús y la del Padre. ¡Cuánto tenemos para aprender! La abnegación es el aspecto doloroso del amor, es su condición de autenticidad. El que quiere hacer su propia voluntad y buscar su propia gloria, se cierra al amor.

La vida íntima de Dios es un intercambio continuo de amor entre tres Personas distintas, pero unidas entre ellas. Toda la existencia terrena de Jesús y su muerte tuvieron como fin comunicarnos el Espíritu Santo, que nos introduce en el amor de Dios. El Espíritu nos manifiesta el amor que Dios nos tiene y suscita en nuestros corazones el amor a Dios y a los hermanos. De este modo nos hace entrar en la vida íntima de Dios, no de una manera teórica sino real. Toda la vida cristiana está iluminada por el misterio de la Trinidad. Y también transformada por este misterio. Debemos tomar cada vez más conciencia de nuestras relaciones con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nuestra vida es una vida en comunión con estas tres Personas.

 

 

Toda nuestra vida cristiana está marcada por la Trinidad. Hemos sido bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El bautismo nos ha introducido en el misterio de la Trinidad, en la comunión de amor de las tres Personas divinas. Y los sacramentos que recibimos después del bautismo-la Eucaristía en particular- sirven para reforzar nuestra comunión con la Trinidad. En la Eucaristía le pedimos al Padre que envíe al Espíritu Santo, a fin de que el pan y el vino que ofrecemos se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús. Y lo pedimos para que, al recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesús, nos transforme el Espíritu Santo y nos introduzca de un modo cada vez más profundo en la vida de amor de la Trinidad.

 

 

Para vivir este misterio divino de la presencia de la Trinidad en cada uno de nosotros, acudamos a la Santísima Virgen María, la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa de Dios Espíritu Santo. Ella nos brindará su ayuda de Madre de cada uno de nosotros.

 

¡Feliz Domingo de la Santísima Trinidad! ¡ Feliz día de Santa Rita de Cascia!

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