El odontólogo Ricardo Barreda cometió un crímen que marcó un hito en la historia de la criminalística argentina, tras matar a su mujer, su suegra y a sus dos hijas. Este martes se cumplen exactamente 30 años de ese aberrante suceso.
Si bien ocupó las portadas de los medios, terminó practicamente en el olvido para la memoria del autor del hecho. Es que, salvo contadas excepciones, un cuadro de demencia senil y deterioro cognitivo le impedía recordar aquel cápitulo de su vida al femicida, que pasó sus últimos días internado en un geriátrico de José C. Paz, provincia de Buenos Aires, donde murió el 25 de mayo de 2020, a los 83 años.
En 1995, Barreda fue condenado a prisión perpetua y estuvo 11 años preso en la Unidad 9 de La Plata hasta que, en 2007, y por su buena conducta, obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria.
Dos años más tarde, confesó sentirse arrepentido. "Lamento mucho lo que me pasó, sobre todo lo siento por mi hija más chica, que fue a la que menos le di y de la que más recibí", aseguró en una entrevista en la que confesó que por momentos le parecía "irreal" lo ocurrido.
"Es como que uno estaba inmerso en algo que nunca podía prever que le podía pasar. Yo digo lo que me pasó a mi, pero hay veces que todavía no me doy cuenta, me parece una cosa irreal", reveló.
El femicida había sido condenado por aquel caso que conmocionó al país el 15 de noviembre de 1992, pero salió de la cárcel en 2008, beneficiado con arresto domiciliario, hasta el 2011, cuando se le otorgó la libertad condicional.
A partir de allí, se fue a vivir con su nueva pareja, la docente Berta "Pochi" André, a su departamento del barrio porteño de Belgrano.
Allí vivió hasta 2014, cuando la Justicia consideró que la relación con Berta se había vuelto "peligrosa" y el odontólogo volvió a la prisión, al penal de Olmos.
A fines de 2015, la Sala I de la Cámara de Apelaciones le dio la libertad condicional y se mudó a Tigre. En mayo de 2016, la justicia consideró cumplida su condena y le concedió la libertad plena.
Solo unos días después de haber quedado extinguida su condena, Barreda fue fotografiado en la sala de espera de un hospital de General Pacheco visiblemente desmejorado, con la mirada perdida y abandonado, por una mujer que lo fotografió y compartió la imagen a su cuenta de Facebook sin saber de quien se trataba, ya que el hombre le dijo que se llamaba Alberto Navarro.
En marzo de 2020, antes de que se impusiera la cuarentena obligatoria por la pandemia de Covid-19, Barreda se internó en el Hogar Geriátrico Del Rosario, donde falleció casi tres meses después a causa de un paro cardíaco.
Cómo último deseo antes de morir, el odontologo pidió que su cuerpo fuera cremado y que sus cenizas fueran esparcidas en la cancha de Estudiantes de La Plata, en 1 y 57, algo que jamás ocurrió. Además, si bien había conseguido algunos amigos en sus últimos días, nadie concurrió a su entierro.