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Opinión

Generar desarrollo auténtico sin fórmulas mágicas

Nadie pone en duda que para salir de una dificultad social o económica en cualquier parte del mundo, hay que aplicar medidas drásticas y urgentes, pero de lo que sí se duda es del mantenimiento de un modelo económico (o político) que no sea capaz de producir una reactivación económica que a la vez dé estabilidad social, sin descontroles inflacionarios.

 

Teniendo en cuenta que nuestro país ha experimentado en las últimas décadas un notorio estancamiento, cabe señalar que no es lo mismo un crecimiento de la economía generado desde un pilar eminentemente de política monetaria que estriba en que el dólar no se dispare, conteniendo el mercado con el aumento de las reservas, que un desarrollo global en el que no queden sectores marginados, como es el propósito expuesto por el presidente Macri en su convocatoria al diálogo multisectorial.

 

Estos sectores que componen el país que tenemos los argentinos no deben quedar estancados en el proceso económico, lo que en términos reales equivaldría a decir que no estarían en el contexto de crecimiento de la economía.

 

Ésta es una constante que puede darse en cualquier país del mundo, y los argentinos ya hemos pasado por etapas de esa naturaleza, cuyas principales características se expresan —por supuesto— en lo económico (recesión, desempleo, subempleo, finanzas resentidas y ajustes); en lo comercial (falta de rentabilidad, caída del consumo, deterioros en los precios, obligaciones tributarias y práctica de una política exportadora insuficiente para el estímulo y la planificación productiva); en lo financiero (reducción de subsidios a las exportaciones, aumento de intereses y de los servicios financieros).

 

Estas manifestaciones propias de emergencias económicas (como dijimos, en cualquier parte del mundo) debilita la capacidad productiva y competitiva, las condiciones de vida de la población que soportará mayor intranquilidad en “sus bolsillos” como consecuencia de las cargas tributarias y aumentos en los servicios, llevando a un punto en el que no hay que seguir buscando fórmulas mágicas, sino hechos concretos que pongan en marcha a las fuerzas de la producción nacional, y no a sectores determinados como —por ejemplo— la industria de la construcción, que por más que mueva una gran cantidad de industrias complementarias, no es suficiente para hablar de un modelo de crecimiento global.

 

Por eso, para los países denominados emergentes —como la Argentina—, no todo tiene que ser “especular” en los mercados financieros, sino generar recursos a través de un desarrollo auténtico para salir de las dificultades.

 

A través del esfuerzo nacional, del adiestramiento de una economía de producción interna con cara al exterior, es la mejor manera de obtener beneficios propios y para el mundo con el que nos relacionamos.

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