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MARTÍN KOHAN; ACERCA DE SAER Y SU ENORME OBRA

El escritor centró parte de su disertación en la obra de uno de los más grandes autores argentinos.

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Obra. Crédito: Kohan brindó una ponencia titulada ???La crítica literaria???.

El escritor Martín Kohan destacó “el valor superlativo” de la obra del escritor santafesino Juan José Saer, a quien definió como el “Escritor más relevante de Argentina después de Borges”, en el marco del Coloquio Internacional Juan José Saer que se desarrolla en Santa Fe a 80 años de su nacimiento en la ciudad santafesina de Serodino.

 

 

Kohan brindó una ponencia titulada “La crítica literaria”, a través de la cual realizó una lectura de las críticas a la obra del santafesino escritas a lo largo de los años por Beatriz Sarlo, a quien atribuye “haber detectado en Saer al escritor más relevante de la literatura argentina después de Borges” y “la pasión vitalicia” de escribir sobre él para evidenciar “su genialidad”.

 

 

Kohan disertó ante un auditorio colmado en la Asociación del Magisterio de Santa Fe en compañía de Analía Gerbaudo, quien mostró una investigación sobre la enseñanza de la obra de Saer en la universidad pública argentina.

 

 

Para el autor de “Ciencias morales”, las tres personas que advirtieron “prontamente el valor superlativo de la literatura de Saer” fueron tres: “El propio Saer, y a la par, o poco después, sucesivamente, María Teresa Gramuglio y Beatriz Sarlo”.

 

 

El escritor aportó lo propio al remarcar el hecho de que “el reconocimiento de la obra de Saer haya resultado tan laborioso y tan demorado en el sistema literario argentino, echa dudas sobre el sistema literario argentino, y no sobre la obra de Saer”.

 

 

Y arriesgó que cabe preguntarse “si ese reconocimiento, tan amplio y tan profundo como ha llegado a ser hoy, no resulta todavía insuficiente en proporción a la significación que la literatura de Saer tiene”.

 

 

Kohan detectó que en los textos críticos de Sarlo existe “un movimiento que va del permanente reconocimiento a la precedencia de la lectura de Gramuglio, hacia la posibilidad de remitirse ya a un espectro amplio y diverso de críticos saerianos”, entre los que mencionó a David Oubiña, Miguel Dalmaroni y los presentes Julio Premat y Martín Prieto.

 

 

En tanto que citó a Sarlo al decir que los textos tempranos de Saer no fueron advertidos porque “se necesitaba tiempo para poder pensarlos” o, como dijera la autora de “La batalla de las ideas”, sus libros “conectaban con un tiempo de lectura que todavía no había llegado”.

 

 

El académico coincidió con Sarlo al señalar que “a Saer no lo condicionan los requerimientos del mercado, las expectativas de la crítica ni la ambición coyuntural de éxitos”, porque “propone una escritura de gran exigencia y lo hace sin acomodarse en los parámetros establecidos de ‘lo latinoamericano”.

 

 

Para el profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) , en la hipótesis de Sarlo, Saer “es un escritor literariamente aislado, prescindente de astucias propiciadoras para un mejor posicionamiento de carrera, de alianzas estratégicas, de tretas de sociabilidad para obtener repercusiones y recompensas”.

 

 

En esa línea, apreció que la ensayista le dedicó también muchos textos a Walter Benjamin, por lo que dedujo que “hay en ella un aprecio singular por esta clase de colocación (aunque habría que decir, más bien, descolocación) por parte de un escritor”.

 

 

El autor de “Bahía Blanca” y “Los Cautivos” aseveró que Saer tuvo “la determinación de hacer de la escritura misma la instancia exclusiva de producción de valor”, algo que dedujo de su “desentendimiento tan rotundo de la figura del escritor como un operador de sí mismo”.

 

 

Asimismo, remarcó que pese a que la socióloga “no siempre hace explícitos sus pareceres sobre los textos de los que se ocupa”, en el caso de Saer “casi no hay trabajo en el que se deje de señalar que lo considera directamente perfecto”.

 

 

“No se trata, por supuesto, de un fallo ni de un dictamen, sino de la producción crítica de un efecto de lectura”, advirtió Kohan; al tiempo que arriesgó que “no es otra cosa, en definitiva, que lo que sabemos por Pierre Bourdieu, o antes, por Ian Mukarovsky, acerca del capital o valor literario”.

En ese marco consideró que “este Saer fuera de onda, activa en Sarlo un abordaje crítico de igual tenor” porque “Sarlo encuentra las oportunidades más propicias para apartarse ella misma de ‘las tendencias y las ondas’ de la crítica literaria”.

 

 

Kohan juzgó “notoria” la disposición de Sarlo de inscribirlo en alguna tradición reconocible y citó como ejemplo que, con la novela “La ocasión”, lo remitió a Sarmiento y a Benito Lynch, y a las novelas decimonónicas en general.

 

 

Esa clase de inserción de la literatura del escritor de Serodino “no viene a atemperar el carácter experimental que la propia Sarlo le asigna, sino para precisar, más bien, en todo caso, en qué consiste, cómo funciona”, juzgó Kohan.

 

 

Más adelante, sostuvo que “Sarlo lee a Saer, no sólo porque le reconoce un valor, sino también, al mismo tiempo, para dotárselo; para despejarle y asignarle un lugar central (primero un lugar, luego una centralidad) en la literatura argentina contemporánea”.

 

 

Sobre el final, postuló que “Sarlo es, con Saer, o mejor dicho, a partir de Saer, lectora de formas” y consideró que “la opción por la alternativa de la inmanencia textual, incluso en la secuencia intertextual a la que denominamos obra, no supone en absoluto la renuncia a la dimensión social y política de la literatura”.

 

 

A su entender, es por eso que “Sarlo va a señalar el hecho de que ‘Responso’ fue una novela política no detectada como tal (y por David Viñas, nada menos)” y agregó que “la política en ‘Responso’ no es argumento ni es trasfondo”, sino que, en palabras de Sarlo, es lo que “da una forma a la causalidad narrativa”.

 

 

“Hacia el final de ‘Tiempo pasado’, un ensayo enteramente destinado a dar un debate político, Sarlo va a apelar a la novela ‘Glosa’ de Saer para aprovechar como argumento ese carácter diferencial asignado a la literatura para decir desde la ficción y desde la política, o para ponerla en discusión desde la crítica”, concluyó Kohan.El escritor Martín Kohan destacó “el valor superlativo” de la obra del escritor santafesino Juan José Saer, a quien definió como el “Escritor más relevante de Argentina después de Borges”, en el marco del Coloquio Internacional Juan José Saer que se desarrolla en Santa Fe a 80 años de su nacimiento en la ciudad santafesina de Serodino.

 

 

Kohan brindó una ponencia titulada “La crítica literaria”, a través de la cual realizó una lectura de las críticas a la obra del santafesino escritas a lo largo de los años por Beatriz Sarlo, a quien atribuye “haber detectado en Saer al escritor más relevante de la literatura argentina después de Borges” y “la pasión vitalicia” de escribir sobre él para evidenciar “su genialidad”.

 

 

Kohan disertó ante un auditorio colmado en la Asociación del Magisterio de Santa Fe en compañía de Analía Gerbaudo, quien mostró una investigación sobre la enseñanza de la obra de Saer en la universidad pública argentina.

 

 

Para el autor de “Ciencias morales”, las tres personas que advirtieron “prontamente el valor superlativo de la literatura de Saer” fueron tres: “El propio Saer, y a la par, o poco después, sucesivamente, María Teresa Gramuglio y Beatriz Sarlo”.

 

 

El escritor aportó lo propio al remarcar el hecho de que “el reconocimiento de la obra de Saer haya resultado tan laborioso y tan demorado en el sistema literario argentino, echa dudas sobre el sistema literario argentino, y no sobre la obra de Saer”.

 

 

Y arriesgó que cabe preguntarse “si ese reconocimiento, tan amplio y tan profundo como ha llegado a ser hoy, no resulta todavía insuficiente en proporción a la significación que la literatura de Saer tiene”.

 

 

Kohan detectó que en los textos críticos de Sarlo existe “un movimiento que va del permanente reconocimiento a la precedencia de la lectura de Gramuglio, hacia la posibilidad de remitirse ya a un espectro amplio y diverso de críticos saerianos”, entre los que mencionó a David Oubiña, Miguel Dalmaroni y los presentes Julio Premat y Martín Prieto.

 

 

En tanto que citó a Sarlo al decir que los textos tempranos de Saer no fueron advertidos porque “se necesitaba tiempo para poder pensarlos” o, como dijera la autora de “La batalla de las ideas”, sus libros “conectaban con un tiempo de lectura que todavía no había llegado”.

 

 

El académico coincidió con Sarlo al señalar que “a Saer no lo condicionan los requerimientos del mercado, las expectativas de la crítica ni la ambición coyuntural de éxitos”, porque “propone una escritura de gran exigencia y lo hace sin acomodarse en los parámetros establecidos de ‘lo latinoamericano”.

 

 

Para el profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) , en la hipótesis de Sarlo, Saer “es un escritor literariamente aislado, prescindente de astucias propiciadoras para un mejor posicionamiento de carrera, de alianzas estratégicas, de tretas de sociabilidad para obtener repercusiones y recompensas”.

 

 

En esa línea, apreció que la ensayista le dedicó también muchos textos a Walter Benjamin, por lo que dedujo que “hay en ella un aprecio singular por esta clase de colocación (aunque habría que decir, más bien, descolocación) por parte de un escritor”.

 

 

El autor de “Bahía Blanca” y “Los Cautivos” aseveró que Saer tuvo “la determinación de hacer de la escritura misma la instancia exclusiva de producción de valor”, algo que dedujo de su “desentendimiento tan rotundo de la figura del escritor como un operador de sí mismo”.

Asimismo, remarcó que pese a que la socióloga “no siempre hace explícitos sus pareceres sobre los textos de los que se ocupa”, en el caso de Saer “casi no hay trabajo en el que se deje de señalar que lo considera directamente perfecto”.

 

 

“No se trata, por supuesto, de un fallo ni de un dictamen, sino de la producción crítica de un efecto de lectura”, advirtió Kohan; al tiempo que arriesgó que “no es otra cosa, en definitiva, que lo que sabemos por Pierre Bourdieu, o antes, por Ian Mukarovsky, acerca del capital o valor literario”.

En ese marco consideró que “este Saer fuera de onda, activa en Sarlo un abordaje crítico de igual tenor” porque “Sarlo encuentra las oportunidades más propicias para apartarse ella misma de ‘las tendencias y las ondas’ de la crítica literaria”.

 

 

Kohan juzgó “notoria” la disposición de Sarlo de inscribirlo en alguna tradición reconocible y citó como ejemplo que, con la novela “La ocasión”, lo remitió a Sarmiento y a Benito Lynch, y a las novelas decimonónicas en general.

 

 

Esa clase de inserción de la literatura del escritor de Serodino “no viene a atemperar el carácter experimental que la propia Sarlo le asigna, sino para precisar, más bien, en todo caso, en qué consiste, cómo funciona”, juzgó Kohan.

 

 

Más adelante, sostuvo que “Sarlo lee a Saer, no sólo porque le reconoce un valor, sino también, al mismo tiempo, para dotárselo; para despejarle y asignarle un lugar central (primero un lugar, luego una centralidad) en la literatura argentina contemporánea”.

 

 

Sobre el final, postuló que “Sarlo es, con Saer, o mejor dicho, a partir de Saer, lectora de formas” y consideró que “la opción por la alternativa de la inmanencia textual, incluso en la secuencia intertextual a la que denominamos obra, no supone en absoluto la renuncia a la dimensión social y política de la literatura”.

 

 

A su entender, es por eso que “Sarlo va a señalar el hecho de que ‘Responso’ fue una novela política no detectada como tal (y por David Viñas, nada menos)” y agregó que “la política en ‘Responso’ no es argumento ni es trasfondo”, sino que, en palabras de Sarlo, es lo que “da una forma a la causalidad narrativa”.

 

 

“Hacia el final de ‘Tiempo pasado’, un ensayo enteramente destinado a dar un debate político, Sarlo va a apelar a la novela ‘Glosa’ de Saer para aprovechar como argumento ese carácter diferencial asignado a la literatura para decir desde la ficción y desde la política, o para ponerla en discusión desde la crítica”, concluyó Kohan.

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