
Unos 150 familiares de combatientes argentinos que murieron en la guerra de Malvinas viajaron la semana pasada a las islas y visitaron las tumbas de sus seres queridos, ubicadas en el cementerio de Darwin.
Victoria Pereyra, hija de Alejandro Pereyra, integrante del Batallón Logístico N° 10 de Villa Martelli, Buenos Aires, fue una de las personas que voló, acompañada por Silvia Azcuaga, su madre.
“Pasaron 33 años, pero no nos dimos cuenta del paso del tiempo hasta que llegamos allá. Pensamos que estábamos más preparadas para este viaje, pero no”, admitió Victoria, oriunda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en comunicación con el equipo de Nuevo Diario.
Victoria —46 años— y Silvia —69— viajaron por segunda vez a Malvinas: la primera fue en 1991, en un vuelo organizado por la Cruz Roja Argentina (este último fue por la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur, Cancillería y el grupo Eurnekian).
“Pensé que era un viaje sanador, para cerrar, de alguna forma, un círculo, pero hoy me doy cuenta que no fue así. Queda mucho pendiente, porque uno, con el paso de los años, ve las cosas de otra forma. Entiende y analiza más. Estamos muy conmocionadas con este viaje”, comentó.
Alejandro fue a la guerra con 27 años recién cumplidos. “Crecí con el tema Malvinas. Tenía tres años y medio cuando mi papá se fue. Me acuerdo de él. Mi vida se vio rodeada de actos militares. La gente se conmueve cuando sabe mi historia. Para mi mamá fue un corte drástico en su vida, de un día para el otro”, expresó.
Victoria, emprendedora, y Silvia, jubilada, dejaron dos cosas en la tumba, “con mucho cariño” y a modo de “mensaje de paz”: un rosario con la Cruz de Guerra y unas amapolas rojas.
“El momento más difícil fue el irse de allí. Nos partió en dos dejarlo solo, en el cementerio; fue un puñal en el pecho. Cuando el avión despegó, nos derrumbamos por completo. Nos dio mucha tristeza”, rememoró.
A Victoria le pareció importante resaltar las condiciones del tiempo que vivieron en las islas debido a que en poco tiempo hubo viento, “de ese que te parte en dos”, lluvia, granizo, nieve y sol.
“Uno no deja de pensar en que nosotros fuimos preparados con ropa térmica, mientras que ellos estuvieron poniéndole el pecho a todo. Tan desprotegidos, con hambre y con ropa no acorde... No podemos creer que vivieron eso”, reflexionó.
La entrevistada, por otra parte, destacó la atención de los ingleses. “Fueron súper amables, súper atentos. Se preocupaban en ver que estuviésemos bien. Se esforzaban en hablar español, pero si hablabas inglés se sentían más cómodos. Pudimos tener una pequeña charla con algunos”, contó.
Asimismo, añadió: “Mi mamá estaba sentada y se acercaron puntualmente a ver si estaba bien, por ejemplo. Nos comentaron que no tienen ninguna animosidad personal con nosotros, que todas las guerras son así, de alguna forma, sin sentido, y que las consecuencias son tristes para ambos lados”.
Victoria, por último, reflexionó acerca de lo acontecido en torno al conflicto bélico: “Mi padre dio su vida por este país y por esas islas. Eso me da mucho orgullo y, también, mucho dolor. Lo que nunca se debe olvidar es que hombres y mujeres fueron a pelear por la Patria. No se los debe abandonar, ya sea a los que volvieron como a los que se quedaron allá. Hay que recordar eso cuando se piensan las políticas de Estado y no ser oportunistas políticamente. Estoy sumamente orgullosa de mi papá y de mi mamá: ella se puso esto al hombro, es una súper mujer”.