El día anterior a su muerte, el 6 de marzo de 1799, en la Casa que ella había soñado y comenzado a construir, donde ya se habían dado numerosas tandas de Ejercicios Espirituales, nuestra beata que yacía enferma en cama debido a su avanzada edad y ardua tarea apostólica, dictará sus últimos deseos para que queden escritos delante del doctor Felipe Antonio Martínez de Iriarte, quien firmará en su nombre.
En este testamento, que muestra algunos de los rasgos de su personalidad, luego de la invocación religiosa y profesión de fe en Dios y en la Iglesia, e invocando a la Virgen María y sus santos predilectos para que intercedan ante Jesucristo y le perdone sus pecados y conduzca su alma a las bienaventuranzas eternas, testamenta: que su cuerpo sea enterrado en la iglesia La Piedad, donde se había refugiado cuando la atacaron al llegar a Buenos Aires, con entierro menor, llevado de manera silenciosa por cuatro peones desde la Casa de Ejercicios hasta la iglesia siendo consecuente con la austeridad y pobreza en la que vivió.
Respecto de la Casa ordenó que se continúe con la tarea de organizar los Ejercicios Espirituales, que se facilite la participación en los mismos de los más pobres “los pobrecitos del campo”, y que nunca se modifique el objeto de su construcción: dar los Ejercicios Espirituales.
El testamento deja traslucir la humildad de la beata, su celo apostólico en el deseo de la continuidad de los Ejercicios Espirituales y la protección de la Casa y su corazón de madre.