En Santiago del Estero, el clima tiene un papel protagónico en la vida cotidiana. Los santiagueños, acostumbrados a soportar temperaturas que superan los 45 grados en verano, muestran una particular sensibilidad al frío cuando las primeras mañanas frescas anuncian la llegada del otoño.
En estos días, es común ver a personas abrigadas con camperas, bufandas y hasta guantes, incluso cuando la temperatura aún no ha descendido drásticamente. Esta costumbre, que genera bromas y comentarios entre los propios santiagueños, refleja una adaptación a las condiciones climáticas extremas de la región.
"Es increíble cómo pasamos del calor sofocante al abrigo en cuestión de días", comenta entre risas un vecino de la capital santiagueña. "Parece que no tenemos término medio", agrega.
Esta particularidad no pasa desapercibida para los turistas, quienes suelen sorprenderse al ver a los santiagueños abrigados en días que para ellos serían templados. Sin embargo, para los habitantes locales, esta reacción es completamente normal.
"Nos acostumbramos tanto al calor que cualquier baja de temperatura se siente mucho más", explica una joven santiagueña. "Además, el frío húmedo de la mañana penetra los huesos", añade.
Más allá de las bromas, esta costumbre refleja la capacidad de los santiagueños para adaptarse a las condiciones climáticas de su tierra. Una tierra que, con sus extremos, moldea el carácter y las costumbres de su gente.