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La Provincia Una experiencia de sentida devoción

El milagro del Señor de Mailín que vive en el testimonio de fe de un servidor

Carlos Ferreyra, de 75 años, experimentó la presencia milagrosa del Cristo Forastero y lo compartió con Nuevo Diario.

La jornada de hoy en Mailín será un tapiz de profunda fe y gratitud. Desde las seis de la mañana, la devoción se hará sentir con la primera misa, seguida de otra a las 8 en el templo, corazón de esta celebración. A las 7, un momento especialmente significativo tendrá lugar con la santa misa en el sitio exacto donde apareció la cruz. La multitudinaria expresión de fe es palpable, con miles de personas que llegan a cumplir promesas, evidenciando los milagros y gracias recibidas por intercesión del Señor de Mailín. Muchos también elevan sus plegarias por la salud de seres queridos, un clamor unánime que resuena en cada rincón del santuario.

 

Un testimonio que conmueve

Entre los innumerables relatos de fe, el de Carlos Ferreyra brilla con una luz especial. Este devoto de 75 años, que lleva 18 años sirviendo en Mailín, tiene una historia de profunda conexión con el santuario. Ha dedicado su tiempo a arreglar bancos, puertas y ventanas del templo, una tarea que, según monseñor Vicente, no es casualidad, sino una elección divina: "Es el Señor quien elige a las personas que pueden arreglar las cosas en el santuario porque son todas cosas sagradas", le dijo una vez el monseñor, desmintiendo la creencia de Carlos de que había sido el padre Tenti quien lo trajo.

El milagro más impactante en la vida de Carlos ocurrió hace cuatro años, cuando su hija, aprendiendo a manejar, lo chocó accidentalmente en su propia casa. Al entrar a quirófano, mientras era anestesiado de las piernas hacia abajo, una luz resplandeciente apareció ante él, revelando la imagen del Señor de Mailín con una tela celeste flameando detrás. La voz del "Cristo Forastero" le susurró: "No llores, todo va a salir bien". La emoción lo desbordó; lloraba de alegría en la camilla y siguió haciéndolo incluso después de la cirugía.

Carlos describe este evento como una bendición indescriptible y un verdadero milagro. Desde ese día, se ha sumado al grupo de la hermandad de Mailín, prestando servicio con una devoción inquebrantable y el compromiso de hacerlo hasta el último día de su vida. Su historia es un recordatorio poderoso de la presencia viva del Señor de Mailín y su infinita misericordia para quienes le abren el corazón.

Así como el de Carlos, hay miles de testimonios de fe y devoción de personas que hoy le darán gracias al Cristo Forastero.

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