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Opinión Por Redacción del Nuevo Diario

El Día del Padre, sin un padre: reflexiones sobre la paternidad ausente

La paternidad, como la maternidad, es una construcción cotidiana, no una condición biológica. Para quienes crecimos sin una figura paterna, el Día del Padre nos invita a reflexionar desde otro lugar, tal vez más íntimo, tal vez más sincero.

Cada tercer domingo de junio, miles de familias argentinas se reúnen para celebrar el Día del Padre. Es una fecha cargada de emociones, recuerdos y homenajes. Sin embargo, para muchas personas, esta jornada no es sinónimo de asado, regalos o abrazos. Para quienes crecimos sin una figura paterna, el Día del Padre nos invita a reflexionar desde otro lugar, tal vez más íntimo, tal vez más sincero.

En mi caso, no tuve un padre presente durante mi infancia. No hubo una figura masculina tradicional que ocupara ese rol, ni tampoco la necesité. Mi madre fue madre y padre. Ejerció ambos roles con una entereza admirable, con amor incondicional y con una firmeza y fortaleza que solo las mujeres que enfrentan solas la crianza (y que cualquier hombre envidiaría) pueden comprender. Ella me dio todo: alimento, abrigo, educación, límites, consejos y ejemplo. Nunca sentí un vacío que llenar. Nunca sentí que me faltaba algo.

Vivimos en una sociedad que todavía, en muchos aspectos, idealiza la figura del padre como indispensable. Y sí, la presencia de un padre comprometido puede ser una bendición, una guía. Pero también es cierto que hay ausencias que no duelen porque fueron sustituidas con amor, esfuerzo y presencia real. Porque no es padre quien engendra, sino quien acompaña, cuida, enseña, corrige, mantiene y sostiene.

Celebrar el Día del Padre sin un padre presente no significa tristeza, ni rencor, ni una sensación de pérdida. Significa resignificar. Significa reconocer que la paternidad puede ejercerse desde otros vínculos, desde otras formas de amor, incluso desde una sola persona. En mi caso, significa mirar a mi madre y decirle: Feliz Día del Padre también para vos, porque te lo ganaste con cada sacrificio, con cada noche sin dormir, con cada decisión difícil tomada por el bienestar de tus hijos.

También es momento de abrir el debate sobre los modelos familiares que no responden al estereotipo tradicional. Existen hogares sostenidos por madres solteras, abuelas, tíos, hermanos mayores, etcétera. La paternidad, como la maternidad, es una construcción cotidiana, no una condición biológica.

En este Día del Padre, celebro a los padres presentes, claro que sí. Pero también celebro a las madres que fueron dos en una, a las figuras afectivas que ocuparon ese lugar sin etiquetas ni obligaciones, pero con infinito amor. Celebro la diversidad de familias que existen y resisten. Y sobre todo, celebro que no hay molde único para criar con amor.

También reconozco que hay un Padre que me llena de amor cada día, quien es mi fortaleza y me sostiene, y a quien podemos acudir en oración cada vez que nos sentimos alegres o tristes.

Si hay algo que aprendí, es que no se necesita un "padre" para tener una infancia o una vida feliz, sino alguien que se quede, que acompañe, que escuche y que ame de verdad.

 

 

Dalton Sayago

Redacción del Nuevo Diario

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