
*Por Pedro Peretti
Recientemente un periodista porteño expresó :“(...)de la presidenta del 54% a una probable candidatura a diputada provincial, hay un largo y pronunciado camino descendente”. Una manera habitual de mensurar el éxito o fracaso de un dirigente político en estos tiempos de valoración financiera. Todo está atado o en función de la conveniencia personal. A la política la equiparan a un plazo fijo o bono que sólo vale por el rédito individual que deja.
Esta vara para ponderar la actividad política, también suele estar presente en compañeros que la evalúan con el centímetro de un cuentapropista, desprovisto de cualquier compromiso colectivo. Seguramente desde esta óptica, no es buen “negocio” ser diputada provincial después de haber sido dos veces Presidenta. Pero, la política no es un negocio y así no se la analiza ni se la mide. Al menos para quienes creemos que es un hecho colectivo, en función de construir un país libre, justo y soberano, donde ser diputado o senador debería ser una mera circunstancia.
No se puede medir a una militante política, cabal y consecuente como Cristina, con la misma vara que a los profesionales de la política. Su compromiso y desinterés por los oropeles del poder, son más que ostensibles y representan un gesto de abnegación indubitable. Sólo lo superan, en magnitud, quienes ofrendan su vida y su libertad por la causa que defienden. Los cargos políticos para los militantes no son una carrera, ni tienen escalafón predeterminado, hay que estar donde haga falta y lo requiera el movimiento, sea diputada nacional, provincial o presidenta: “el cargo no hace al hombre, el hombre hace al cargo”.
A CFK se la caracterizó y juzgó de mil formas: como un animal político, como una estadista, como una lideresa que hace historia, o como el mejor cuadro de los últimos 50 años, entre otros calificativos. Seguramente es eso y mucho más. La historia justipreciará debidamente su aporte y ejemplaridad. Pero Cristina llegó a donde llegó, porque es antes que nada una militante, con todas las letras. Y éste no es un detalle más o menor a la hora de analizar su biografía, es el gran “detalle”. Los cargos que ocupó y que seguramente ocupará, si no la proscriben, tienen el indeleble sello de calidad militante. Todos por el voto popular.
Para entender que no es “un camino descendente ser diputada provincial”, hay que distinguir la diferencia entre el político profesional y el militante, si no nunca vamos a comprender los porqué de determinadas posturas; que para bien o para mal, hacen a la fortaleza o endeblez de las construcciones colectivas. Militantes son: el Che (que bajó de ministro y referente de la revolución cubana, a militante casi raso en Bolivia), Walsh, Oesterheld, sus hijas, Cooke, Jauretche, (que nunca fue candidato a nada), los 30.000, Madres y Abuelas, por mencionar solo algunos. Políticos profesionales son: Kue ider, Pichetto, Camau,Jalil, Jaldo, Schiaretti, Juez y larguísimos etcétera ¿se entiende la diferencia? Todos hacen política, pero no todos se manejan con el mismo compromiso y ética. Hay que separar la paja del trigo.
El militante es la expresión más alta y más noble de la actividad política. Imperfecto, como la vida misma, pero siempre leal a sus ideales, aún en el error. Su accionar nunca es individual, siempre es de conjunto. Es el único eslabón de la política que está dispuesto a darlo todo con tal de que sus ideas prosperen. Un militante siempre subordina sus aspiraciones al proyecto. Para él o ella el cursus honorum de los romanos, no aplica. Es el héroe colectivo que entendió y entiende que nadie se salva solo, y que tan bien grafica, en el presente, la serie El Eternauta. Héctor Germán Oesterheld fue siempre un militante, no un político profesional,primero como simpatizante del PC y luego al momento de ser secuestrado, él y sus cuatro hijas militaban en el peronismo Montonero. Conocía de primera mano, el paño que guionaba.
La contracara del militante es el político profesional. Éste ve y actúa sólo de acuerdo a su interés individual, ése es su único proyecto y todo gira alrededor de su conveniencia. El lugar que ocupa en las listas de candidatos es lo que manda y su máxima referencia a la hora de posicionarse. Un profesional de la política puede ser candidato de cualquier idea, le da lo mismo ser privatista que estatista, sólo importa si está él o no. La política está llena de estos vividores, que subsisten parasitándola. Son la principal fuente donde abreva la derecha a la hora de agitar la antipolítica.. Les es indiferente ser Patria o Colonia. Son los Scioli de la vida.
El campo nacional y popular está minado de estos saltimbanquis profesionales, que van y vienen, en un ida y vuelta obsceno, del neoliberalismo al populismo, sin sonrojarse. Nunca se les exige una mínima reflexión autocrítica; tal vez, ese haya sido uno de los mayores errores del campo nacional y popular. Todos tenemos derecho a cambiar, pero una cosa es cambiar después de un proceso sincero de reflexión, y otra muy distinta es mudar de camiseta al sólo efecto de tener un cargo. Hubiera sido muy pedagógico, para las nuevas generaciones de militantes, escuchar de primera mano un arrepentimiento sincero, por haber sido partícipes de gobiernos que destruyeron la flota mercante, las Juntas nacionales de granos y carnes, los FF.CC., privatizaron el agua, el gas y el petróleo.
La cooptación de sellos partidarios o gremiales son un objetivo permanente de los grupos hegemónicos que generan sentido común. Es el caso del PJ de los 90 o de la UCR de hoy. Los partidos políticos y las Asociaciones Gremiales, ayudan y mucho a dar cobertura y aparato político a las conversiones interesadas de los políticos profesionales. Las organizaciones mutan a la velocidad del rayo, al compás de quienes logran apropiarse de la estructura burocrática formal y consiguen manejar la grilla de aspirantes a algo o la lapicera del financiamiento. Es el terreno fértil donde crecen los profesionales de la política. Por eso siempre es preferible cambiar de Partido antes de cambiar de ideas.
CFK asumió la presidencia del PJ con la resistencia ostensible de los profesionales de la política, que tenían por objetivo “tomar” el partido para jubilarla. El plan era que el justicialismo, como en los 90, se volviera a posicionar como un opositor dócil y comprensivo del saqueo con ajuste. El sueño húmedo de la Embajada y los grandes grupos económicos…Cristina detectó esta maniobra. Esto significaba en la práctica, no en la teoría de los vendehumo, que los sectores populares se quedarían sin instrumento electoral propio. Para neutralizar este dispositivo se necesitaba asumir la conducción formal del PJ, y lo hizo, como deber de militante. Un cargo al que nunca antes había aspirado. La causa siempre está por encima de la comodidad.
La diferencia entre un político profesional y un militante nunca la va entender la derecha. Ser de derecha no es una cuestión de sigla partidaria, los hay de todos los colores en la política tradicional, es una cuestión de ideas e intereses. Los intereses del pueblo y hasta el final, los defienden siempre los militantes populares, que obviamente no están exentos de errores y defecciones. Los políticos profesionales son empleados del poder, ni a socios minoritarios llegan. Nada bueno se puede esperar de los que sólo quieren estar por el sólo hecho de estar…y cobrar.
Ficha Limpia, proscripción,intento de asesinato, jubilarla, hacerle un monumento para que se vaya a la casa, son algunas de las alternativas que cranearon los profesionales de la política, para sacarla de la cancha y ¡no funcionó! Usan el látigo ejemplarizador para que los militantes abandonen el sueño de la rebeldía y el cambio, quieren un campo nacional y popular dócil y posibilista. No se olviden que había un grupo de intelectuales, durante el gobierno de Alberto Fernández (otro profesional de la política), que nos querían convencer de que la moderación era revolucionaria… de “aquellos polvos estos lodos”.
No pudieron ni podrán, la rebeldía militante goza de buena salud y mucho futuro …
*Fue director titular de la Federación Agraria Argentina (FAA). Coautor de La Argentina agropecuaria: propuestas para una agricultura nacional y popular de rostro humano.