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Opinión Encuesta Permanente de Hogares

Un intento de blanqueo de desempleo en el país

Matías Surt

Bastión Digital

Como parte del proceso de reconstrucción del sistema de estadísticas públicas, esta semana el Indec volvió a dar a conocer datos sobre el mercado laboral. Los resultados más relevantes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el segundo trimestre del corriente año arrojaron una tasa de desempleo del 9,3%, una tasa de empleo del 41,7% sobre el total de la población, y una tasa de actividad (PEA) del 46%.

 

Casi automáticamente luego de la publicación de estos datos se multiplicaron los análisis que comparaban estos números con los últimos publicados por el Indec de la gestión anterior, correspondientes al tercer trimestre del año pasado, principalmente centrados en el supuesto incremento de la tasa de desempleo que, según estas dos mediciones, habría pasado del 5,9% al 9,3%, lo que implicaría un aumento relativo de la población sin una ocupación del 60% en solo 6 meses. Sin embargo, y más allá de las sospechas generalizadas que recaen sobre toda la información elaborada por el Indec desde el año 2007, el equipo responsable de la nueva publicación encabezado por Cynthia Pok encontró evidencia empírica sobre la “deformación” que había sufrido el proceso de recolección y procesamiento de datos de la EPH a partir del segundo trimestre de 2013, por lo cual expresó la imposibilidad de comparación entre los datos publicados recientemente y los que venía elaborando el instituto en su período de intervención.

 

Entre los principales problemas se reportaron los siguientes:

 

Problemas de cobertura, dejando fuera de relevamiento a las áreas periféricas de los conglomerados urbanos.

 

Problemas de proyección de población, principalmente en los partidos del GBA.

 

Notorio incremento de la tasa de no respuesta de la encuesta en el período 2007-2015.

 

Alteración directa de la información mediante la constatación de diferencias entre la información vertida en los cuestionarios y la grabada en la base de datos.

 

Correcciones, tachaduras, incompletitudes y faltantes en los cuestionarios sin las correspondientes aclaraciones.

Alta tasa de renovación de la planta de encuestadores, sin la correspondiente capacitación.

 

Todas estas irregularidades ya constatadas no hacen más que justificar las sospechas lógicas que recaían sobre las estadísticas de empleo del período 2007-2015, como, por ejemplo, la alta volatilidad y caída que experimenta la tasa de actividad (una tasa que suele ser bastante estable en el corto plazo) en este período y principalmente a partir de 2013, la inexplicable estabilidad y hasta reducción del desempleo en períodos de recesión económica, etc.

 

De este modo, cualquier tipo de comparación que se desee hacer solo es posible respecto al último dato confiable elaborado por el Indec que corresponde al cuarto trimestre del año 2006. En aquel momento, el instituto había informado una tasa de desempleo abierto del 8,7%, una tasa de ocupación del 42,1% y una tasa de actividad del 46,1%. 9,3% respecto a 8,7%, 41,7% respecto de 42,1% y 46% respecto de 46,1%: es decir una tasa de actividad prácticamente igual, una tasa de desempleo algo más alta y una ocupación algo menor.

¿Significa algo esta comparación o no es más que una casualidad que las tasas se muestren tan parecidas con 9 años de diferencia? Entre los economistas hay cierto consenso sobre la tasa de crecimiento de la economía argentina que es necesaria para aumentar los niveles de empleo y reducir el desempleo. La elasticidad empleo-crecimiento indica que para que el mercado laboral pueda absorber más trabajo del que se ofrece, la economía debe crecer a una tasa de entre el 2,5% y 3%. ¿Qué ocurrió entre el año 2007 y el año 2015? La tasa de expansión anual promedio de la economía fue del 1,8%, inferior al 2,5%, lo que implicaría (dadas las características de la economía argentina y una tasa de crecimiento poblacional del 1% anual) un aumento de la tasa de desempleo. En esta misma dirección, los datos del Ministerio de Trabajo son muy claros: a partir del año 2008 (agravado por la crisis de 2009) la creación de empleo privado formal ha entrado en un estado de casi absoluto estancamiento. Al mismo tiempo, el sector público ha crecido persistentemente. Mientras que desde la salida de crisis de la convertibilidad lo había hecho al ritmo del sector privado, a partir del año 2008, el Estado continuó con esta tendencia y se convirtió prácticamente en el único motor de empleo. Es decir que, cuando las condiciones económicas ya no fueron favorables para la creación legítima de puestos de trabajo, el sector público pasó a ocupar un lugar preponderante como empleador y, de este modo, evitó el mayor incremento de la tasa de desempleo esperable con un crecimiento promedio anual del 1,8% a partir de 2007 (que se convierte en 0,2% a partir de 2011). Esta es la explicación para que, con una economía poco dinámica, la tasa de desempleo haya quedado relativamente estabilizada pasando del 8,7% en 2006 a 9,3% en 2016.

 

Pero incluso hay más datos oficiales que suman evidencia sobre la poca confiabilidad de los datos de empleo informados por el Indec hasta el año pasado y que, casualmente o no, se encuentran mucho más en línea con los datos publicados por la nueva gestión.

 

La semana pasada se dieron a conocer los resultados de una encuesta similar a la EPH (con menor alcance y diferencias metodológicas) que había sido llevada a cabo por el Ministerio de Trabajo de Tomada a lo largo del año 2015. Estos datos habían sido relevados, pero nunca procesados ni publicados. El nuevo ministro de Trabajo procedió a hacer públicos estos datos y, siempre considerando las diferencias entre ambas metodologías, se encontró que, en todos los casos, los números del Indec tendían a subestimar la tasa de desempleo. Para el Ministerio de Trabajo, los datos reales de desocupación se ubicaron entre un 25% y un 600% por encima de los informados por el Indec.

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