Disciplina táctica. Dominio psicológico. Convicción. Concentración. Solidaridad. Superación. Unión. Orden. Efectividad. Ganas. Hambre de gloria. Juventud. Experiencia. Trabajo. Humildad. Paciencia.
Palabras simples, sueltas, que transmiten mucho y que sirven para graficar la notable actuación de Central Córdoba ante San Lorenzo de Almagro, en el Nuevo Gasómetro.
Un equipo se arma de a poco, con tiempo, con trabajo, con convencimiento, creyendo en lo suyo, siendo consciente de las fortalezas y de las debilidades, de lo que hay que hacer y de lo que no. Aún debe aprender Central a apretar a su debido momento, cuándo proyectarse, cuándo afirmarse atrás, cuándo presionar, cuándo salir rápido, cuándo refugiarse con sus líneas bien juntas, siempre siguiendo el plan o la estrategia a utilizar a rajatablas.
Todo eso lo da el tiempo. Los partidos. Hasta ahora va bien, sin dudas.
Central goleó a San Lorenzo 4-0, pero tranquilo, amigo. A no marearse. Paso a paso. No hay que agrandarse, ni creérsela. Sacó seis puntos de nueve, nada mal, ¿no? Pero nada. Hasta ahí y punto.
Pasó San Lorenzo y se viene Banfield, y hay que concentrarse en volver a hacer un trabajo así de compacto, que contenga todas aquellas palabras simples y sueltas del principio, para volver a tener chances de repetir el éxito.
¿Por qué? Porque a Central no le sobra nada. Y porque Central debe transformarse aún en un equipo incómodo. Sí, como lo fue ante Atlético Tucumán (sobre todo en el segundo tiempo) y ante San Lorenzo, pero debe sostener en el tiempo (de juego) y en el paso de las fechas ese rendimiento, esa actitud innegociable. Jugando así tendrá más posibilidades de rescatar valiosos puntos en el difícil y muy parejo fútbol argentino.
Después, dentro de la dinámica de lo impensado que tiene el fútbol, está claro que podrá ganar, perder o empatar, pero siempre habrá que buscar ser sólido, compacto y duro.
Una piedra en el zapato.