Salir de la escuela y tomar la leche viendo a Carlitos Balá era lo mejor que me podía pasar en mis días de niño. El tiempo pasó y el trabajar en Nuevo Diario me permitió estar en Mar del Plata en enero de 2014 cubriendo la temporada.
Estando en el stand de la provincia en Playa Grande me voy a almorzar en un restaurante que quedaba al lado y cuando entro la sorpresa fue mayúscula, cuando veo sentado al fondo con su familia a Carlitos Balá. Obviamente le pedí una entrevista. Le dije “cuando termine de comer” y el de inmediato se paró y me dio la nota. Era su restaurante, nos sentamos al fondo del salón y me hizo el “zumbutrule” y me preguntó ¿Qué gusto tiene la sal? y me hizo “gestito de idea”.
A mí las piernas me temblaban, me puse nervioso y lloré casi toda la nota. Tuve que preguntar varias veces porque las palabras no me salían. Él me dijo: “Yo nunca hice llorar y vos te estas llorando todo”. Es que era mi más tierna infancia y el representaba todo eso y mucho más. Gracias a la vida que me ha dado tanto. ¡Gracias Carlitos!
Por Daniel Frediani.
