En los últimos años, hemos sido testigos de un cambio en las tendencias ideológicas y culturales de la sociedad. El progresismo, que dominó gran parte del debate público en las últimas décadas, parece haber perdido fuerza, dando paso a un resurgimiento del conservadurismo. Esta transformación no solo se percibe en el ámbito político, sino también en la cultura pop y en la forma en que las nuevas generaciones interpretan su identidad y estilo de vida.
Históricamente, el conservadurismo ha sido una respuesta a los movimientos de cambio radical. Como corriente intelectual y política, nació en oposición a la Revolución francesa, con pensadores como Edmund Burke, Klemens von Metternich y Joseph de Maistre defendiendo la estabilidad y la tradición frente a las transformaciones abruptas. En la actualidad, vemos una reconfiguración de este pensamiento en diversos ámbitos, desde el entretenimiento hasta la moda y la política.
La industria
Un reflejo de este cambio se observa en la industria cinematográfica. Grandes estudios como Disney y Netflix han apostado en los últimos años por adaptaciones de películas con un enfoque centrado en la diversidad y la representación de minorías. Sin embargo, estos intentos han generado reacciones mixtas, y en algunos casos, un claro rechazo del público. Un ejemplo de ello es la nueva versión de Blancanieves de Disney, que sufrió una caída del 66% en su segundo fin de semana de exhibición y obtuvo una de las valoraciones más bajas en IMDb. Estos datos evidencian que gran parte de la audiencia ya no responde con entusiasmo a los mensajes de inclusión forzada, sino que prefiere narrativas más tradicionales y auténticas.
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Más allá de la moda y el entretenimiento, las ideas políticas y sociales también han experimentado un cambio significativo. La denominada "generación de cristal", caracterizada por su sensibilidad extrema y su inclinación a cuestionar las normas tradicionales, parece estar quedando atrás. En su lugar, surge una nueva mentalidad que prioriza el pragmatismo sobre las etiquetas de identidad, mostrando un interés cada vez menor en las normativas impuestas por la corrección política y un retorno a valores más estructurados, tradicionales e incluso religiosos.
Este giro conservador en la sociedad contemporánea plantea interrogantes sobre el futuro de la cultura y la política. ¿Es este un cambio pasajero o estamos ante un nuevo ciclo en la historia del pensamiento popular? Lo cierto es que la sociedad, especialmente los jóvenes, está reconfigurando su forma de entender el mundo, dejando atrás ciertas imposiciones progresistas y buscando un equilibrio entre el cambio y la tradición.
Por Dalton Sayago
Redacción del Nuevo Diario