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Opinión #Opinión

Permanecer

¿Por qué las parejas de los narcisistas patológicos parecen capaces de hacer y soportar cualquier cosa para evitar que la relación termine?

Desde ponerse en situaciones de riesgo, ir corriendo todos sus límites hasta llegar al punto de negociar lo que siempre pareció innegociable.

La respuesta está en la desesperación por conseguir el amor de su “pareja”. Las víctimas se van transformando en mendigos de amor y con ese “hambre de amor” terminan haciendo una sobre oferta, es decir dando de más.

 

 

Se exceden, hacen de todo con tal de que el otro se quede. Es tan grande el temor al abandono que las víctimas se desdibujan con tal de retener al narcisista.

 

 

La psiquiatra Marie France Irigoyen estipula a las parejas de los perversos narcisistas como “personalidades pre-melancólicas” y coincidimos con ella en que esa relación anestesia otro dolor, ese que proviene de una falta constitutiva y estructural. Es como el alcohol que anestesia al alcohólico o el adicto que consume para tapar un vacío y entonces no pueden soltarse del vínculo debido a que están ilusionadas y piensan que “algún día va a cambiar y volverá a ser la persona que conocí”. Sin darse cuenta que la persona que conoció en la fase del bombardeo de amor no existe y nunca existió:

 

 

La máscara del narcisista estaba llena de atributos que no eran reales, la pareja le sigue subiendo el precio y le sigue agregando los brillos que le faltan.

 

 

Ya vimos que las víctimas son personas con un temor mórbido a ser abandonadas. Se ponen en riesgo y son capaces de hacer cualquier cosa con tal de que su pareja se quede. Empiezan a aceptar condiciones con las que jamás en la vida estuvieron de acuerdo:

 

 

Condiciones de relación,

condiciones sexuales,

condiciones económicas,etc.

 

 

O sea que comienzan a ir en contra de sus propios principios y los propios valores. Finalmente sienten que han perdido la dignidad, Sintiendo mucha vergüenza entonces se van aislando cada vez más. Sienten que no tienen con quien hablar de lo que les sucede.

 

 

Las víctimas no son masoquistas ni personas a las que les gusta sufrir. Permanecen en el vínculo porque han naturalizado el dolor. Piensan que esa es su vida y le ruegan al universo para que algo cambie. Y así pierden su propio yo, la dignidad y la propia historia.

 

 

Por supuesto que siempre está presente la promesa de que el ser que ahora la devalúa volverá a ser el mismo de la fase del bombardeo de amor.

Esto implica la presencia perpetua de la ilusión ( “Algún día calmará mis miedos, o me brindará placeres inimaginables que solo existen a su lado”).

En este tipo de creencias se sostiene la permanencia en el vínculo, porque quien me denosta hoy, me ha dado momentos mágicos calmando mis miedos y cumpliendo mis sueños más atesorados ayer. Y lo puede volver a hacer si yo hago lo correcto.

 

 

Aquí se genera la adicción al control. La víctima está llena de culpa y piensa que si ella es la que genera el malestar de su pareja, también entonces tiene el poder de hacer que eso no suceda. Hace contorsiones para no fastidiar al narcisista sin comprender que cualquier motivo es una excusa para el tratamiento silencioso, la triangulación, el gaslighting o cualquier tipo de manipulación.

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