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Opinión #Opinión

Noruegos mitómanos

Cuanta más paridad haya, y el resultado sea incierto, más golpes bajos habrá, como la importación de nórdicos.

Era de esperar: si está cerrada la importación de neumáticos, tampoco se podrá importar noruegos. Mucho menos mitómanos. En todo caso, los noruegos –al igual que los argentinos– vendrán de los barcos. Lo que más llama la atención es que noruegos y mitómanos estén “Juntos”. Así empezaron las campañas, con cruces donde menos se esperaba. ¿Ilógico? No tanto, esto recién empieza. Cuanta más paridad haya entre las fuerzas y el resultado sea incierto, se van a multiplicar los golpes bajos. Menos mal que la inmensa mayoría todavía está mirando para otro lado y se perdió esta escena de pugilato. Pero no hay que desesperar porque hay otras funciones. Por ejemplo, la de Agustín Rossi contra el gobernador de su provincia y de su mismo (?) espacio político. Menos mal que estamos en pandemia y la política debía tomar nota del estado de ánimo angustioso de los votantes. Qué saldrá de toda esta ensalada rusa Sputnik V.

 

 

Cuando se está mucho tiempo encapsulado, cuesta calibrar los movimientos. Es como si no hubiera habido período de rehabilitación suficiente y los músculos se disparasen sin ser conscientes de su real fuerza. Alguien va a parecer torpe. Alguien va a chocarse con una mesa. Alguien va a romper un vaso y se va a cortar. Esas también son consecuencias de la pandemia. La falta de contacto asiduo con los ciudadanos de a pie trastorna las coordenadas de espacio y tiempo. ¿Había que correr o caminar? ¿Había que avanzar un metro de un paso, o con dos pasos de medio metro?

 

Paciencia: es como en los partidos de pretemporada, los jugadores lucen tiesos, pesados, cometiendo errores de principiantes. Ya mejorarán.

Pero por mucho que los boxeadores traten de calentar el ambiente, el público está muy frío y va a tardar en entrar en clima de campaña. Apenas se conoce cómo está compuesta la oferta. Todos los búnkeres están rompiéndose los sesos para generar polémicas y mejorar las métricas en las redes. No va a ser fácil. Creatividad urge. Temas de conversación no faltan, pero los oídos parecen llenos de algodones.

 

 

Por ahora, a los dos polos principales les cuesta llegar a sus respectivos pisos. Hay mucha desazón dando vueltas en el ambiente. Una cuarta parte de los votantes de Alberto y la mitad de los de Macri están decepcionados con sus respectivos elegidos. Eso abre una ventana de oportunidad para los otros. La izquierda está alerta, pero va fragmentada y sin renovación de caras ni propuestas. Por derecha también se dividió la oferta, aunque claramente Espert en provincia de Buenos Aires asoma capitalizando decepcionados con el expresidente, pero no solo con él. Luego existe otra larga lista de pescadores en río revuelto, desde Altamira hasta Guillermo Moreno, pasando por Biondini. Todo eso por ahora es intrascendente.

 

 

Seguro todos tenemos algún conocido que en 2015 votó a Macri con esperanza, y una vez decepcionado fue en busca de Alberto y su promesa de moderación. Ese que está “parado en el medio de la vida” (cantaría David Lebón) está encontrando una estación intermedia: es la candidatura de Florencio Randazzo, cuya principal cantera son “albertistas del 19” y decepcionados varios. Este dato es clave, ya que cuanto más consolidado se vuelva ese segmento, más le va a costar al Frente de Todos sacar una ventaja significativa sobre Juntos.

 

 

Pese a mucho dar vueltas durante meses con que podía aparecer un outsider antisistema dado el fastidio de la sociedad con el estado reinante de cosas y con la política, nada de eso sucedió. Todo está encauzado dentro de los canales preexistentes. El sistema político argentino –una vez más– renovó un poco su vidriera a través de la incorporación de figuras de la sociedad civil. Desde Facundo Manes hasta Carolina Castro, pasando por El Dipy y el Conejo Tarantini, encontraron un espacio para revitalizar el agotamiento de lo ya conocido. Ahora veremos qué dicen los votantes. Por lo pronto, está claro que no es sencillo romper con la inercia, con todo lo bueno y lo malo que eso significa. La cultura política argentina no es propensa a consumir outsiders sin muchos pergaminos públicos, como sí ocurre con frecuencia en Perú.

 

 

Si la variante Delta no se lleva puestos los esfuerzos realizados hasta aquí, la pandemia, de la mano de la vacunación progresiva –aunque lejos del ideal–, se irá corriendo de la escena, dejando el protagonismo a la secuela económica. Si “es la economía, estúpido”, vamos a ver un interesante escenario del gran bonete: pues entonces, ¿quién es el culpable? “Ustedes, que nos entregaron el país incendiado y encima nos agarró la pandemia”, o “Ustedes, que nos dejaron una bomba por estallar y además manejaron mal la pandemia”. ¿Quién o qué desempata esa discusión? ¿Alguien podrá vanagloriarse hablando de economía? ¿Manes o Santilli no son Macri, y Alberto no es Cristina? “Es difícil, es muy difícil”, decía Sapag cuando imitaba al fallecido Reutemann.

 

 

Es difícil afirmar si es la elección más importante desde el regreso a la democracia, pero seguro es la más difícil de manejar y predecir. Muchos se preguntarán si no fue peor la de 2001. La “ventaja” en ese momento es que vivimos una clásica crisis económica argentina, debido a nuestras propias deficiencias en la materia. En este caso, es una crisis mundial e inédita no provocada por factores económicos. Como civilización, nos asoma a un precipicio desconocido. Todo eso genera una cantidad de secuelas y comportamientos de difícil predicción. La caja negra de nuestros cerebros se abrirá el día de la elección a la noche, y recién ahí podremos ver qué es lo que provocó el accidente.

 

 

Si bien cada país tiene sus propios patrones, todos los resultados electorales ocurridos pospandemia en América Latina tienden a explicarse por tendencias preexistentes. Los ganadores en República Dominicana, Bolivia, Ecuador y Perú, sumados a las no presidenciales de México, Brasil, Uruguay y Chile, estaban dentro del radar preCovid-19. Quizás el virus potenció esos antecedentes. Pero, como canta Axel, “somos tan distintos e iguales”.

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