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Opinión #Opinión

El MICROMACHISMO no existe

¿Cómo podemos hacer para visibilizar la violencia? ¿Y qué hacemos con eso?

“A la mujer, búscala fina y limpia, que gorda y sucia ya se hará.”

 

“Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer.”

 

“Mujer al volante, peligro constante.”

 

“De la mujer, del tiempo y la mar, poco hay que fiar…”

 

 

 

¿Cómo nos estamos comportando en nuestra vida cotidiana con respecto a la naturalización y aceptación de los estereotipos? 

 

Cuando nos referimos al machismo, no estamos hablando de un ataque de hombres a mujeres. Se trata de algo que está instalado en la cultura y en las sociedades. Lo que es invisible deja de existir, por eso el primer paso es hacer visible lo invisible para luego poder de-construir y desarmar los patrones que tanto sufrimiento causan en la sociedad.

 

Hoy en día por un mismo puesto de trabajo la mujer gana el 79% de lo que gana un hombre. En puestos jerárquicos hay un 50% más de hombres que mujeres ocupando cargos. Es importante conocer en qué situación estamos.

 

Cuando busqué la definición de micromachismo en el Diccionario de la RAE, adivinen con lo que me encontré: Con nada, no existe.

 

El psicólogo Luis Bonino Méndez acuñó este término para referirse a un estilo de violencia invisible que constituye la base y el caldo de cultivo de las demás formas de violencia, ya que es una práctica de la vida cotidiana tan sutil que pasa desapercibida; pero que refleja la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres.

 

Si al leer el título pensaste que íbamos a posicionarnos en la mirada que dice que hay un colectivo que pretende generar un conflicto social por cuestionar algunos estereotipos que nos llevaron a la situación actual de tanto sufrimiento (refiriéndose a las feministas como “feminazis” de modo peyorativo y descalificatorio), este no va a ser el caso.

 

Si supusiste que íbamos a ridiculizar el concepto de micromachismo con ejemplos tales como que “es machista que un hombre acompañe a una mujer a la casa o la invita un café”; siendo tendenciosos a la hora de fundamentar nuestras argumentaciones, eso no va a pasar acá.

 

Aunque la RAE define el adjetivo “violento” como “alguien que actúa con ímpetu y fuerza, que se deja llevar por la ira, que implica una fuerza e intensidad extraordinarias física o moral”.

 

Sabemos que para tirar kerosene y prender un fosforito no se necesita nada de lo enumerado según la RAE. Se puede cometer un femicidio con la máxima delicadeza del mundo. Para los que califican el decir “violencias sutiles” como un oxímoron tenemos más de estos ejemplos. La intención se mide por los resultados, si alguien apoya una granada suavemente en un lugar, según la RAE no estaría siendo violento.

 

Suelen decir señor, señora y señorita. ¿Por qué para el masculino una sola palabra y para el femenino hay dos (una para cada estado civil). Es violento avanzar sobre los límites del otro. Sobre su dolor. De manera solapada, agresiva y en cualquiera de sus formas.

 

El micromachismo no existe porque son MACROmachismos.

 

Las violencias cotidianas naturalizadas que hasta hace poco aceptamos sin cuestionamiento son macromachismos.

 

Sabemos que los femicidios son una carrera descontrolada que viene desde hace muchos años. Ya vimos que responsabilizar a las víctimas es disculpar a los abusadores.

 

El machismo está instalado en la sociedad y constituye otro error culpar por portación de género ya que hay muchos hombres que trabajan contra la violencia y muchas mujeres que favorecen las violencias en todas sus formas. Esto no disculpa el machismo. Hablar de micromachismo es incorrecto porque no hay machismos más chiquitos que otros porque todos ellos terminan en alguna forma de violencia. 

 

La lucha no es de mujeres contra hombres; sino de las mujeres y los hombres unidos en contra del machismo. El machismo es un mal social.

 

Es importante visibilizar la complicidad social porque somos responsables y garantes de cada femicidio. La liviandad de las fuerzas de seguridad y el problema de estado, la incoherencia en los juzgados. Pero hacemos especial énfasis en la complicidad social porque vemos que desde la posición individual muchas personas son totalmente indiferentes ante las violencias. “Lo que se ignora se desprecia” se suele decir y si no educamos en igualdad, no seremos fuente de cambio; sino de continuidad.

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