Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión #Opinión

El Papa en Oriente

Mientras los periódicos del mundo alaban la presencia del Sumo Pontífice en tierras árabes, otros solo ven en este gesto un símbolo del agotamiento de Occidente.

A diferencia de Nostradamus, San Malaquías, nacido en Irlanda en el S.XII, no solo estudió con San Bernardo en Francia; sino que murió en sus brazos siendo su vida la de un santo y reconocido sabio canonizado por la Iglesia Católica. Según los relatos del Vaticano, durante el Siglo XII y con motivo de su visita a la Ciudad de Roma, al acercarse a las siete montañas que rodean la ciudad Malaquías tuvo una serie de visiones y sueños que plasmó en un pergamino donde detallaba a través de analogías simbólicas los nombres de todos los líderes de la iglesia hasta el último Pontífice que reinaría sobre la cristiandad, llegándose a contar ciento doce nombres que terminarían en el mítico “Petrus Romano”, el último de la lista y al que muchos hacen coincidir con el reinado del Papa Francisco.

 

Este escrito abrió versiones especulativas y apocalípticas sobre el fin de los tiempos y la destrucción de la Ciudad de Roma en el mundo material. Pero hay quienes quieren ver en estas profecías el final de una era de agotamiento y pérdida de fe donde la visualización de la tradición cristiana como un cuerpo vacío, muerto, sin alma ni espíritu llega a su fin y donde el cumplimiento exterior o formal eclesiástico culmina de forma abrupta. 

 

Hay quien piensa que los profundos conocimientos que se estudian en las más selectas academias y reclusorios reservados a las órdenes religiosas, volverán a resurgir después de este temido último papado. Produciéndose a partir de este punto algo muy diferente de la iglesia universal que conocemos, quizá el comienzo de la denominada edad mesiánica; con todo lo que esto conlleva según las Sagradas Escrituras. Esto, sin aventurarnos más en especulaciones y en caminos que no nos corresponde transitar en soledad y sin compañía de sabios eruditos.

 

Volviendo a nuestra realidad política, debemos admitir que un viaje de tal magnitud como el emprendido por el Papa Francisco a Iraq debería haber sido acompañado, en primer lugar y desde hace tiempo, por políticas de estado de defensa activa de las poblaciones sufrientes, diezmadas y sometidas a todo tipo de vejámenes sólo por pertenecer a minorías perseguidas (en este caso cristianas) y no sólo tratar de querer obtener una foto o un titular rimbombante acompañado de una declaración de simpatía de la mano de aquellos que han prometido terminar con la cultura occidental y en donde prácticamente no hay nada que salvar.

 

Según el canal católico de TV de Estados Unidos “Church Militant”, el viaje de Bergoglio desató en las redes sociales de Iraq una ola de comentarios expresando que “muchos en la región piensan que las repercusiones del viaje van a ser altamente negativas ya que todos ven a este hecho como una capitulación y esto empeorara las persecuciones a los cristianos en la zona en lugar de todo lo contrario”.

 

Decir que si no nos vamos a dedicar a salvaguardar los derechos a la vida de comunidades hoy arrasadas y hacer hincapié en que la verdadera lucha de la religión también lo es por el espíritu y alma de la civilización que esta además representa. Porque parecería ser que dicha lucha por el alma de Occidente se está librando en Europa a las mismas puertas de Roma. Y en toda América, donde los valores morales que nos han regido por los últimos tres milenios están siendo objetados. Una lucha que hasta el momento Francisco se ha negado a dar o ha callado por motivos que no comprendemos cabalmente; donde no oímos una sola palabra de crítica al actual gobierno del Presidente Biden en Estados Unidos, al que muchos sacerdotes católicos llaman el más anti-cristiano de la historia de aquel país.

 

Hoy existe una sensación inexplicable de que el mundo moderno, que prometía un progreso y un crecimiento utópico infinito se encuentra en crisis y a punto de hundirse en las turbulentas aguas de sus propios conflictos de identidad debido a la secularización, el hedonismo e individualismo desenfrenado provenientes de la perdida de todo valor espiritual-moral de referencia que han devenido en un pseudo-humanismo complaciente y sentimental.

 

Constituyendo quizás todas estas fallas políticas, o quizá de carácter ,por las que hoy Occidente corre el riesgo como les aconteció a otras tantas civilizaciones en épocas remotas y de las cuales no tenemos casi registro ni memoria; cuyos vestigios son apenas casi reconocibles o perceptibles de hundirse en el olvido.

 

Por eso, reflexionando en forma teórica sobre las premoniciones de San Malaquías podemos entender que la crisis en la que nos hallamos puede ser vista como un punto crítico en la historia de la civilización occidental. Donde una transformación más o menos profunda acompañada por un cambio de orientación, quizá de la mano de una catástrofe, vendrá en un futuro cercano.La esperemos o no.

 

Por eso sentimos una aceleración en la fuerza que toman los cambios revolucionarios del presente, siendo la simple analogía semejante a un salto sin paracaídas desde un avión: Al principio la caída es imperceptible, se podría decir que el sentimiento ilusorio es el de subir y no el de bajar; pero a medida que nos acercamos a la tierra la caída se siente cada vez más rápida y vertiginosa, no dándonos tiempo para pensar y todo pasa más rápido. Hasta el momento en que nos estrellamos. Eso es lo que ciertos pensadores del significado de la realidad actual esgrimen sobre estos temas tan complejos. 

 

Para terminar con un dejo de esperanza podemos decir que, así como la naturaleza tiende al equilibrio, también sucede lo mismo en el mundo espiritual. A pesar que el diluvio es intenso y parece tapar todo, existe una promesa bíblica de que la tormenta cederá y el sol aparecerá acompañado del arco iris.

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso