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Opinión #Opinión

El zorro pierde el pelo, pero no las mañas

Un reporte de inteligencia de la C.I.A. que vincula a Arabia Saudita con un asesinato político, levanta preocupación en aquel reino que piensa que se está tramando un golpe contra su país.

Sí, es cierto y nada justifica un asesinato político cometido por un órgano estatal. Y merece una condena internacional llevando a la justicia a todos los involucrados de tan hediondo y maligno crimen, ya que eso fue lo que le ocurrió al periodista Jamal Khashoogi de origen saudita y residente en Estados Unidos quien abandonó su país por disidencias políticas (llamaba a derrocar a la dinastía heredera del trono). Khashoogi desapareció el 2 de octubre de 2018 cuando entró al consulado de su país en Estambul para tramitar una renovación de su Pasaporte para nunca más salir de la sede diplomática.

 

 

La esposa alzó la voz por la desaparición y comenzó una búsqueda desesperada hasta que se encontró su cuerpo, desmembrado por acción de una motosierra, tirado en un vertedero. El gobierno de Turquía presentó información de inteligencia sobre las torturas seguidas de muerte que se cometieron en el recinto diplomático y luego de 17 días Arabia Saudita admitía que Khashoogi fue asesinado por oficiales de inteligencia; habiendo arrestado por el hecho a dieciocho perpetradores, los que serían juzgados por asesinato.

 

 

El escándalo fue muy grande y mucho más por haber ocurrido en una sede diplomática, ocupando espacio en los grandes periódicos del mundo mientras los gobiernos occidentales condenaban esta terrible acción. Hasta aquí los hechos de este brutal asesinato, volcados luego en un informe secreto de la CIA.

 

 

Este informe, como el descargo de Arabia Saudita, ya eran conocidos por el gobierno de Donald Trump quien junto a sus asesores decidieron archivarlo para no desestabilizar a uno de sus más grandes aliados en el Medio Oriente, que junto a Egipto y otros países árabes se encontraba participando en la guerra civil del Yemen contra las fuerzas apoyadas por Irán. Y también por los esfuerzos de paz entre países árabes e Israel que se plasmaron en los “Acuerdos de Abraham”.

 

 

Esta semana el nuevo gobierno de Biden, no solo hizo público el informe secreto de la CIA; sino que ordenó sanciones contra altos funcionarios del gobierno de Arabia Saudita. Anunciando una suspensión de venta de armas contra aquel país y declarando que seguirán con más medidas que se harán públicas durante la semana entrante, haciendo responsable al gobierno del Rey Salman de Arabia Saudita por lo sucedido.

 

 

Estas actitudes de parte de la nueva administración de Estados Unidos con respecto al Reino Arabe han caído muy mal en círculos políticos y militares de todos los países árabes pro-occidentales quienes han expresado que estas medidas, disfrazadas como políticas de derechos humanos, vuelven a traer fantasmas del pasado y les hacen pensar en una reedición de la era Obama con la famosa primavera árabe que llevó al derrocamiento de los gobiernos establecidos en el Medio Oriente y a las interminables guerras civiles de Siria y Libia bajo la excusa del respeto por los derechos humanos.

La preocupación por esta posible desestabilización de Arabia Saudita y potencialmente de la región caló tan hondo que mientras Mahmud Abbas, el líder de la Autoridad Palestina, hizo público un comunicado condenando la intervención extranjera en la zona; el portal de noticias israelí I24 informó que fuentes militares habían dejado trascender que Israel estaba planeando firmar un acuerdo de mutua defensa con Arabia Saudita y otros países en la región.

 

 

Ala vez que el periódico The Daily Star del Líbano citando fuentes gubernamentales en Dubái expresaba, contestando a Estados Unidos, que “la soberanía de Arabia Saudita es una línea roja”. Y el periódico saudí Al Jazirah citaba a funcionarios de su país que expresaban que “América no tiene el derecho de patotear a sus aliados estratégicos en la región”, añadiendo que aunque ellos compran armas a Estados Unidos no tienen ningún problema en cambiar de aliado y mirar a Rusia o China como sus nuevos proveedores.

 

 

Otro de los factores que preocupan a los países árabes por parte de la nueva política de Estados Unidos es la demonización del Rey Salman de Arabia Saudita que está siendo acompañada por la prensa occidental, de la misma forma en que se lo criticó a Mubarak en Egipto ocasionando su caída y el reemplazo de su gobierno, por otro de corte integrista islámico, durante el gobierno de Obama. También ven con preocupación que justo en el momento en que la ciudad de Riad está siendo bombardeada por misiles enviados por los Houthis desde el Yemen, Biden decide retirar a este movimiento de la lista del terrorismo internacional.

 

 

Hoy Arabia Saudita y los países árabes más adelantados, mientras vuelven a mirar con desconfianza a Estados Unidos pensado que este país quiere intervenir destruyendo sus sociedades, ven a Rusia como un posible aliado y una fuerza estabilizadora en la región.

 

 

Tanto por el apoyo que brindó a Egipto, Libia y Siria, como por el equilibrio y la función mediadora que realiza entre Siria e Israel tratando que no estalle una guerra abierta y permitiendo un equilibrio entre las demandas de ambos países que siguen siendo enemigos.

 

 

En una catedra de estudios estratégicos sobre Medio Oriente donde se estudia la nueva aproximación política de Estados Unidos para la región, un militar occidental preguntó: ¿Cómo puede ser que Biden quiera derrocar a un gobierno por el asesinato de un solo hombre, cuando no se hizo nada por la participación saudita en el atentado de las torres gemelas?

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