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Opinión #Opinión

¡Yo tengo el control!

Sería casi un sueño para muchos de nosotros tener el control de todas las personas y tareas que realizamos, de forma tal que los resultados sean tal cual los deseamos.

Decirle a nuestro socio en la empresa que piense como nosotros y que invirtamos más en publicidad, o a nuestros hijos que hagan las tareas temprano para que dispongan de más tiempo libre para jugar.

 

A nuestras esposas/os que siempre nos den la razón en las discusiones…

 

En este sentido se generan consecuencias positivas y negativas. Desde nuestra perspectiva lo positivo es que todo saldrá como pretendemos, sin una coma por fuera de lo esperado, logrando el tan ansiado control.

 

Lo negativo es que se pierde la riqueza de la interacción, de escuchar al otro, de tomar mejores decisiones, de aprender y pensar diferente, de crecer a partir de las diferencias buscando un camino común y acordado. Se evapora la posibilidad de relacionarse de una forma más libre.

 

En economía existe un concepto que sea llama “Trade Off”, lo que significa simplemente lo siguiente: al decidir por un camino u otro, sopesamos ambos sabiendo de forma medianamente cierta que ganamos y perdemos según la opción que tomemos.

 

Hemos visto arriba que con el control, en resumidas cuentas logramos concretar nuestra voluntad y perdemos libertad en las relaciones y la riqueza que surge de las mismas.

 

En la economía de un país pasa exactamente lo mismo. ¿Por qué?

 

Básicamente, los gobiernos deciden según sus lineamientos políticos, ideológicos e institucionales hasta qué punto quieren tener control de los diferentes mercados de bienes y servicios.

 

El control en los mercados de bienes y servicios permite al gobierno que se cumpla su voluntad por sobre la libre voluntad de productores y consumidores pues en base a las preferencias que el estado considera prioritarias, se fijan las reglas de juego en un mercado o muchos mercados.

 

Fijar las reglas de juego en este sentido significa, por ejemplo, decidir cuánto se venderá de un bien o servicio determinado o a qué precio se comercializará. También podría definirse de qué forma se venderá, quienes podrán venderlo y quienes podrán comprarlo.

 

Hay un sinnúmero de controles o regulaciones que el gobierno puede “imponer” para concretar su voluntad.

 

Por ejemplo los precios máximos o precios cuidados, que todos conocemos y de los cuales ya hemos explicado en notas anteriores, denotan una clara forma de intervención en un mercado.

 

El país pierde con el control de los mercados la plena libertad en las relaciones de intercambio de bienes y servicios. Además los incentivos para ser más productivos, progresar y crecer se debilitan. Los productores disminuyen la creatividad para desarrollar productos, los incentivos para invertir disminuyen. Los consumidores no logran concretar al máximo sus deseos.

 

Las decisiones del gobierno de intervenir en los mercados nos llevan por un camino que supone más control para el gobierno. Lo que está en detrimento de la libre relación de productores y consumidores bajo un marco institucional propicio, este sería el principal rol del estado en una relación de libre mercado.

 

Presento algunos números respecto del índice de libertad económica para el año 2020. (Ver infografía).

 

 

 

Los números hablan por sí mismos.

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