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Opinión #Opinión

Arroz con leche me quiero casar

Seguramente conocieron alguna vez una de esas personas desesperadas por casarse. No de las que están abiertas a encontrar pareja; sino de las que tienen el casamiento como su norte, aunque no lo reconozcan.

La mayoría de las veces suelen ser personas auténticas, honestas, muy buena gente y con un “inconsciente monotemático” porque todo lo que hacen esta sesgado por este deseo, esta necesidad de encontrar pareja. Como si tuviesen un gen de supervivencia sobre-desarrollado que impregna sus actos. Es el docente que a cualquier nivel da todos los ejemplos con búsqueda de pareja, noviazgos o matrimonios. Es el comerciante de cualquier actividad que se fija en el estado civil antes que en la solvencia para otorgar un crédito o cerrar una venta. Y es el emprendedor o profesional que inunda las redes sociales de “selfies” con su producto en segundo plano porque su objetivo es mostrar-se antes que mostrar su producto o lo que hace.

 

Y es totalmente lógico. Más allá de desesperaciones cuasi patológicas, hay un contexto cultural, una educación desde el Jardín de infantes cantando:

 

“Arroz con leche, me quiero casar

 

Con una señorita, de San Nicolás

 

Con esta sí, con esta no

 

Con esta señorita, me caso yo”

 

He visto muchos emprendedores que se ponen como objetivo principal la búsqueda de un socio como un monotema, esta vez consciente.

 

Se dice que el 80% del éxito o fracaso de una persona depende de su elección de pareja. Pues en los negocios una mala elección de socio puede ser la causa del 100% del fracaso.

 

No es bueno que el hombre ande solo por la vida; pero es totalmente normal y saludable que el emprendedor sea dueño único de su emprendimiento.

 

El socio es bueno cuando es necesario. Y como en toda convivencia, las pautas de la sociedad tienen que estar claras.

 

_”Pero queda todo claramente establecido en las actas constitutivas, en los estatutos, en los…” me suelen decir algunos colegas y muchos contadores.

 

_”Y bueno, si vos quieres creer que la tierra es cuadrada y eso te hace feliz, es tu derecho. Pero a tu cliente hacele saber que los papelitos están bien hasta que abres la ventana y entra brisa.

 

Mucho antes que cualquier cosa escrita están los acuerdos, algo que se debe desarrollar, trabajar e internalizar. Cuando clientes me plantean en una reunión que su primer objetivo es discutir la forma societaria, yo sospecho que tengan los puñales guardados. Nadie con confianza al 100% contrata un seguro. 

 

Desde la economía se plantea que no somos ángeles y por eso existen las leyes, para evitar que literalmente nos comamos los unos a los otros. Pero cuando se ha definido primero el objetivo y qué es lo que va a aportar cada uno, no en forma coercitiva; sino con la voluntad de ser parte en la construcción de un éxito; pues adelante señor Contador, haga los papeles nomas.

 

El casamentero suele ser presa fácil de filo-seductores que buscan aprovecharse de la situación vendiendo buzones, mostrándose como el ideal hasta que consiguen lo que quieren y hay mil excusas para desaparecer…caramba, lo mismo que pasa con los emprendedores que buscan socio “porque si”, “para no sentirme solo con mi proyecto”, “para que me banque un poco a cambio de un porcentaje”, etc.

 

Con un corazón roto puedes perder el apetito; pero con la banca-rota no te queda ni para comer. Sonara cínico; pero si vamos a hablar de jerarquía en la escala de necesidades para la supervivencia, con toda lógica aquí billetera mata galán.

 

Porque obviamente el socio adecuado puede hacer que se dispare tu emprendimiento; pero encontrarlo es toda una tarea. Hasta tanto, debes seguir creando valor para que cuanto más tarden en invertir en vos, menos porcentaje consigan. 

 

Y si te asocias con el inadecuado, siempre puedes disolver la sociedad; pero al divorciarse éste se llevara su parte de la empresa, más un intangible valioso: Toda tu curva de aprendizaje.

 

O bien, puedes elegir soportarlo y continuar manejando el negocio cuidando permanentemente tus espaldas. Hasta que la suerte los separe.

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