
El acero de una puerta de tres metros de ancho por seis de alto no alcanza para blindar el corazón. Pero puede servir como símbolo. Porque en esa entrada, majestuosa e imponente, Wanda Nara parece haber encontrado la escena perfecta para firmar el último capítulo de una vieja herida. La “casa de los sueños” que alguna vez soñó junto a Mauro Icardi, y que él terminó comprando sin ella para luego compartirla con la China Suárez, podría tener ahora su respuesta definitiva: otra casa, más grande, más lujosa, más cara. Y suya.
“Le pegó donde más le dolía”, repiten los que la conocen. No fue solo una traición inmobiliaria. Fue un gesto cargado de mensaje. La casa en Nordelta que la empresaria había elegido junto con el futbolista como proyecto de familia se convirtió, de un día para el otro, en el escenario de un nuevo amor, ajeno y humillante. Desde entonces, su relación se volvió un campo minado de peleas legales, judiciales y emocionales. Pero ella, resiliente, decidió no mirar atrás.
Según reveló Yanina Latorre en su programa Sálvese quien pueda, la también cantante volvió a poner el ojo en Nordelta, y no en cualquier zona: fue a recorrer propiedades en El Yacht, uno de los sectores más exclusivos del barrio privado. Allí encontró algo que parece haberle devuelto la ilusión, y acaso también una forma de revancha.
“Tiene 400 metros semicubiertos entre terraza, con pileta, jardín y una bodega importantísima”, detalló la conductora del ciclo al momento de enumerar comodidades que suenan más a fantasía que a listado técnico: ascensor interno, cochera vidriada, bar, sala de póquer, un hall de doble altura que se impone como entrada triunfal, toilette de recepción, y un gran living con ventanales abiertos al verde. La cocina, equipada a nivel gourmet, se une al comedor, y todo parece dispuesto para una vida entre el lujo y la venganza.
Wanda no solo mira hacia el futuro. Lo reconstruye. Si alguna vez soñó con una casa junto a Icardi y terminó siendo testigo de su propia exclusión, ahora parece dispuesta a redibujar ese sueño bajo sus propias reglas. La mansión, más que un hogar, es una declaración.
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