El Tercer Domingo de Adviento, conocido como el Domingo de Gaudete o Domingo de la Alegría, marca un momento especial en el calendario litúrgico. Su nombre proviene de la primera palabra del introito de la misa: Gaudete, que significa “¡Regocíjense!”. Este día invita a los fieles a renovar su esperanza y prepararse con alegría para la inminente llegada del Señor, tras haber recorrido la mayor parte del camino de Adviento.
Reflexión evangélica: “¿Qué debemos hacer?”
La lectura del Evangelio del día, tomada de San Lucas (Lc 3, 10-18), nos invita a la acción concreta en el camino de conversión personal. A través del diálogo con Juan el Bautista, la gente pregunta: “¿Qué debemos hacer?”. Su respuesta es clara y contundente: compartir con quienes tienen menos, actuar con justicia y vivir con integridad.
Este mensaje resuena con especial fuerza en el Domingo de Gaudete, llamando a los fieles a allanar los caminos y preparar el corazón para la llegada de Jesús.
La alegría como motor espiritual
El Domingo de Gaudete recuerda que la espera del Señor no es pasiva, sino activa y llena de esperanza. La Iglesia invita a los fieles a profundizar en su deseo de conversión, a vivir el gozo sereno que produce la cercanía de la Navidad y a animarse a seguir adelante en el camino espiritual.
Sugerencia práctica
Para vivir plenamente el espíritu de este día, la Iglesia propone realizar la Oración Familiar para el Tercer Domingo de Adviento, una dinámica especial que ayuda a encender en los corazones la alegría simbolizada en la vela rosada de la corona de Adviento.
Notas sobre los colores litúrgicos: Gaudete y Laetare
El color rosa solo se utiliza en dos domingos del año litúrgico: el Tercer Domingo de Adviento (Gaudete) y el Cuarto Domingo de Cuaresma (Laetare). Ambos representan momentos de espera marcados por una pausa en la austeridad para celebrar la cercanía de la Pascua o la Navidad, recordando con alegría el cumplimiento de las promesas divinas.