El asado, el pilar fundamental de la gastronomía argentina, tiene hoy una influencia japonesa muy lejos del sushi, la salsa de soja y los palitos. Un horno de barro popularizaron bajo el nombre de kamado promete resultados superiores a la parrilla tradicional. Es casa vez más elegido por el calor envolvente y menor consumo de carbón.
Martin Béraud es el embajador local del peculiar horno, que asa y ahuma. Comenzó a importarlos de Japón en los años 90 y, cuando la fábrica original cerró sus puertas en el 2001, inició un proceso de investigación y desarrollo para poder replicarlos en el país. Tardó diez años en dar con la técnica justa que suplante el proceso artesanal.
Es un apasionado de su creación (que solo se comercializa bajo el nombre kamado b10) y enumera sus beneficios: "En un asado tradicional se pierde el 35% de los jugos, en el kamado entre el 3 y 5% debido al calor envolvente. El jugo es color y sabor, por eso el kamado es más sabroso" dijo Béraud al diario La Nación. Hoy asegura que vende cada uno de los hornos que fabrica, un número que aumenta constantemente, y el año pasado alcanzó las 130 unidades.
La historia de cómo llegó a conocerlos es fruto de mucha casualidad. Su tío había sido mandado por la Fuerza Aérea argentina a la base Travis en San Francisco durante los años '60 donde pilotos americanos le dieron de probar la cocción en el kamado, influencia que traían de Asia por las guerras en Vietnam y Japón. Cuando regresó a la Argentina trajo el primer ejemplar al país y deleitó a su sobrino en una comida familiar.