
El ganado y la caballada salvaje sin dueños (comúnmente llamados “cimarrones”) —traídos allá por 1536 por Pedro de Mendoza—, que se encontraban por las llanuras pampeanas, fueron en parte motivo para que el gaucho se fuera alejando hacia esa campaña, donde podía subsistir mejor.
Sus hábitos
Para comer, era suficiente faenar un animal; la carne era prácticamente su única comida y la ingería sin sal, pues esta era muy cara y difícil de conseguir en esa época; lo demás, se lo brindaba la naturaleza. Dormía en el descampado, sobre su recado. Vestía el tradicional chiripá sobre pantalones amplios y con grandes bordados, sujeto por un cinto —algunas veces adornado y vistoso, otras veces liso—; camisa y pañuelo al cuello; poncho de lana de colores —a veces llevado al hombro como capa, otras veces, enroscado en el brazo, cuando peleaba, a modo de escudo— y su inseparable sombrero de copa alta, la mayoría de las veces.
El gaucho y su caballo son una misma imagen. Nada sería el gaucho sin él y nadie montaba como el gaucho. Creo que de niño aprendió a montar antes que a caminar.
Tampoco puede uno imaginar al gaucho sin su mate —su inseparable compañero de horas de soledad.
Gran habilidad tenía en el uso de las boleadoras, el lazo, rebenque y cuchillo.
Cazaba vacas con el lazo y boleadoras. Con el cuero hacía sus botas, cortinas para su rancho y base para su catre. También recurría al potro para fabricar sus tradicionales botas, que eran más resistentes.
Sus diversiones eran la taba, las carreras cuadreras, la sortija, el pato, las payadas, las riñas de gallos, la caza de avestruces y de venados.
La pulpería era su centro de reunión, donde los naipes, el azar y el aguardiente eran sus preferidos.
La guerra de la independencia
En la guerra de la independencia, cuando la Patria llamó a sus hijos para luchar contra España luego de la Revolución de Mayo de 1810, el gaucho ingresó en las filas patriotas. Su habilidad para cabalgar y el gran conocimiento del terreno hicieron de él un gran soldado. Sirvió también como guía para los ejércitos patriotas y con ellos peleó en el Alto Perú a las órdenes de Belgrano y en los Andes a las órdenes de San Martín.
A las órdenes de Güemes, dejó en claro sus conocimientos: los llamados “gauchos de Güemes” defendieron las fronteras con gran destreza y valor. Cabe destacar que, según algunas explicaciones históricas, los salteños de la guerrilla de Güemes no eran técnicamente “gauchos”, pues así se denominaba a los que habitaban en la zona del litoral y de la pampa.
Los caudillos
Participó, además, en nuestras guerras internas al lado de los caudillos. El gaucho veía al caudillo como a uno de sus mismos, por sus gustos y parecidas costumbres, aunque era igualmente cierto que el gaucho se unía a estas tropas por una ley que, en 1815, dispuso que quien no tuviera propiedad legítima sería considerado sirviente y todo aquel que no llevara la papeleta en regla de conchabo de su patrón sería considerado vago. Esta ley convirtió a muchos gauchos en hombres al margen de la sociedad y, en vez de andar huyendo de la justicia y teniendo que refugiarse en las tolderías con los indios, preferían unirse a las files de los caudillos, donde se sentían protegidos. De este modo, aparecen gauchos peleando junto a Pancho Ramírez, Artigas o López, en el litoral.
Durante el federalismo, el gaucho se dividió: unos fueron partidarios de Rosas, otros, de los unitarios. A la caída del Restaurador, los primeros migraron a las filas de Urquiza.
En el oeste, en las provincias de Cuyo y en La Rioja, caudillos como Chacho Peñaloza y Felipe Varela contaron con el apoyo de los “campesinos”. Pero, según historiadores como Haydée G. de Torres, al igual que en el caso de las tropas de Güemes, tampoco serían técnicamente “gauchos” debido a la zona donde se desplazaban.
De gaucho a paisano
De a poco, el gaucho fue transformándose en paisano. En 1850 se comenzó a alambrar los campos y a marcar sus límites, y los propietarios comenzaron a manifestarse en contra del gaucho, que mataba animales ajenos. Muchos se vieron perseguidos, caminando al borde de los alambrados con la amenaza latente de ser apresados sin sus papeletas y de sufrir calabozo o cinco años de milicia. A esto se sumó que miles de campesinos extranjeros comenzaban a afincarse en la campaña y fueron desplazando al gaucho nuestro.
Fue entonces cuando se vio obligado a elegir su futuro: algunos no aceptaron perder su forma de vida en libertad y otros quedaron en las estancias trabajando inicialmente como peones.
Era el tiempo en que, lenta e imperceptiblemente, el errante gaucho comenzaba a convertirse en el estable paisano y su personalidad comenzaba a cambiar para adaptarse a una nueva realidad.
Conclusión
El gaucho fue el hombre típico de nuestros campos y, también, una figura polémica. Muchos escritores lo pintaron como holgazán, vago y bandido; otros, en cambio, enaltecieron sus virtudes y destacaron su vida libre y sin ataduras.
Rescatando las dos teorías, no debemos olvidar que nuestros gauchos, criollos o paisanos poblaron nuestras tierras y fueron quienes hicieron de nuestras pampas, la Patria, a su manera.
Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer
era una delicia ver
cómo pasaba sus días.
Entonces —cuando el lucero
brillaba en el cielo santo
y los gallos con su canto
nos decían que el día llegaba
a la cocina rumbeaba
el gaucho que era un encanto.
Y sentado junto al fogón
a esperar que venga el día
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.
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El que era pión domador
enderezaba al corral
ande estaba el animal
bufidos que se las pela
y más malo que su agüela
se hacia astillas el bagual.
Y allí el gaucho inteligente
en cuanto el potro enriendó
los cueros le acomodó
y se le sentó enseguida
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dio.
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Y mientras domaban unos
otros al campo salían
y la hacienda recogían
las manadas repuntaban
y ansí sin sentir pasaban
entretenidos el día.
Fragmentos del “Martín Fierro”.
Esta reseña es una colaboración de José Olivieri, Presidente de la Asociación Cultural Sanmartiniana de la Ciudad de La Banda ([email protected]).