
Nombrar a Daniel Salzano en literatura es nombrar a un escritor tan brillante como cordobés. Cronista insaciable de la Docta. El texto que Nuevo Diario honra en poner al alcance del público lector pertenece a su último libro y final “Cuarenta de los grandes”.
Publicó crítica de cine (era cinéfilo) en el periódico cordobés “La voz del interior” durante más de dos décadas, sus publicaciones siempre dignas de goce estético e intelectual. Cultivó la más inmensas de las artes: la poesía; su trabajo poético maravilloso ennoblece a la poética cordobesa y argentina.
Recorre su ciudad en inmerables textos de manera cinematográfica como si se tratara de un experto en Hollywood acoplando a rincones, recuerdos, personajes de su Córdoba amada. El horóscopo que sucede a este escueto comentario, tiene todo el color y las características de su estilo poético. Horóscopo aladinesco, de predicciones y atributos inusitados, nacidos de la vida coloquial e histórica, nacidos de su caleidoscopio ingenioso y cordobés, para beneficio del arte literario.
CON URANO EN CONTRA, EL ASTRÓLOGO SALZANO SE LA JUEGA
Aries
El del carnero, el primero, es el único signo del Zodíaco que ignora que el destino de los hombres ya está escrito en las líneas de la mano. Aunque a él este tipo de reflexiones lo tienen sin cuidado porque lo suyo no pasa por el cerebro sino por el cráneo: lo hunde hasta donde se lo permite la clavícula y arremete, lleno e inagotable, con los cuernos por delante. Las ideas lo confunden y de los libros lee nada más que las solapas. Tiene apuro pero le falta tiempo. Cada vez que Argentina iba perdiendo uno a cero. Menotti hacia entrar a un jugador de Aries. El problema, después, era sacarlo. Miren a Piazzolla: la furia loca que cargaba lo hizo, en un solo movimiento, liquidar y resucitar el tango. Lo dicho: llega primero pero pasa de largo.
Tauro
El rastro en llamaradas el carnero se extingue cuando llega a la frontera de Tauro, su vecino de parcela, un signo de 700 kilos provisto de una ampulosa cornamenta en forma de herradura. Traduciendo: Aries, el bebé biónico tropieza con la categórica figura del padre. Aries calienta el agua y tauro se toma el mate. Pero con estilo. Su dieta consiste en un buen chorro de aceite de oliva, un puro cubano fumado en el sillón más confortable del salón y una victrola conectada a los sonidos del silencio. Descalzo y en camisón, Balzac, rey de los toros, escribía dos libros al mismo tiempo para poder liquidar las facturas de los mejores sastres y zapateros de París. Tauro: primer exitoso encuentro amoroso entre el ser humano y el ensueño.
Géminis
Los gemelos Cástor y Pólux eran hijos de la misma madre pero de distintos padres. Uno de ellos era Zeus, amo totalizador del Zodíaco y dueño de las llaves del Olimpo. En síntesis: aunque Cástor y Pólux lo ignoraran, uno era inmortal y el otro no lo era. Mientras vivieron, ambos lo hicieron como carne y uña, estrujando hasta la última gota néctar de los días, quebrando copas en los bares y haciendo estallar el mundo en cada juerga. Pero uno de ellos murió y el otro, dolorosamente sorprendido, quedó solo para siempre. Cuando fue a reclamar justicia, Zeus se la concedió a su olímpica manera: los dos hermanos seguirían vivos pero separados, condenados a buscarse todo el tiempo sin poder reencontrarse. Walt y Whitman era de Géminis. García y Lorca eran de Géminis. César y Vallejo era de Géminis. Es atroz ser dos hombres solos a la vez.
Cáncer
Signo de agüita clara, cuyas mujeres nacen para ser madres y cuyos hijos nacen para ser mujeres. Como el príncipe Charles de Inglaterra, que recién casado con Diana Spencer, se levantaba en pijama a pedir consejo telefónico a la reina: “¿Y ahora qué hago, mamá?”. “Hijo, no permitas que se saque el camisón”. Las chicas de Cáncer son terribles. Decí que son tan lindas y que tienen un vestido diferente para cada día de la semana ¿Qué más puedo decirles? Que sus senos, sus rodillas y sus hombros son cosas que caben en el nido de una mano. Oh, jóvenes mujeres de Cáncer que no voy a conocer, tanta aventura que me voy a perder, vamos, confiesen ¿Cuánto me deben?
Leo
El mejor cuento de leones es ese del monito que mientras saca punta a una estaca amenaza con enfrentarse al león para perdérsela por el trasero. Sin embargo, basta que aparezca el león para que el cuento pierda gracia. Y es que Leo tiene poder pero no tiene gracia. Y el finado Robert Mitchum tampoco tenía gracia, pero tenía estilo. Si lo contratabas por dos billetes de los grandes y después lo querías arreglar con uno y medio, te levantaba por el cinto del pantalón y te susurraba la consigna universal de los leones: “Cuando yo digo dos de los grandes son dos de los grandes y no uno y medio”. Con Leo no se jode. Si le gusta algo te lo quita. Si te pide un disco no te lo devuelve. En el fondo somos todos hinchas del monito.
Virgo
No hay caso, no me llevo bien con Virgo, un signo que yo directamente borraría del Zodíaco o transferiría al horóscopo maya, o al celta, donde seguramente podría sacarle partido a todas sus virtudes: cepillarse el pelo antes de dormir, llevar hilo dental en la cartera y decolorarse el bigotín durante horas encerrada en el único baño de la casa. Virgo tiene labios finos, cráneo en forma de papaya y unos ojos oscuros como sótanos. En realidad se la tengo jurada desde que fui a ver Casablanca con una virginiana: el único personaje que la conmovió fue el del oficial nazi. Y, lo que es peor, tienes que negociar con ellas el momento de los bifes. Yo te doy una cosa a ti y tú me das una cosa a mí. Son buenas tocando el clavicémbalo y caminando en las procesiones, su fosforescencia sexual, como el plumaje del pavo, amaina al primer ruido. Me las imagino ahora mismo, con los labios finos y fruncidos, enviado mails al diario pidiendo mi cabeza.
Libra
Tengo un buen comienzo para libra. Imaginen a un hombre que camina por los pasillos de un hospital buscando un lugar para deshacerse de un algodoncito. Oye alguien se aproxima y lo que hace es metérselo en el bolsillo. Conclusión: Libra muere con los bolsillos repletos de algodoncitos.
Dostoievski manejaba esos titubeos como nadie: ¿Debo confesar a Ivana Sodorovna que soy el padre del hijo de Irina Shipeskaia o debo confesarle a Irina Shipeskaia que voy a casarme con Ivana Sodorovna?
Generalmente acababa confesando todo y arrojándose a las aguas del Volga.
Libra es la balanza, la justicia. Pero hay un inconveniente inesperado: es demasiado considerado para juzgar a nadie.
A veces van. A veces iban. A veces no van. A veces chocan los tres en el aire.
Escorpio
¿Tiene la menor importancia afirmar aquí que su aroma preferido es el sándalo y su animal de cabeza el águila guerrera? No. De Escorpio lo que verdaderamente interesa es el sexto mandamiento, los quince centímetro de diámetro que rodean el epicentro de la bragueta. No son ni de aire, ni de agua, ni de tierra, ni de fuego, son de barro. Galileo, con un ojo en las estrellas, los tenía bien junados: Son los más inteligentes, rencorosos e insensibles del circo zodiacal. O sea: el terror de las suegras, el gavilán pollero de la esfera celestial, el taladro astrológico, el lápiz misterioso que dibuja citas de amor en las paredes de los retretes. Pican los desgraciados. Maradona, por ejemplo. Al Diego se le nota el facón a la distancia pero la gente va, toca y se corta.
Puntos delicados de su cuerpo: los órganos genitales y el ano. Por eso Picasso se rascaba tanto.
Sagitario
Si yo pudiera elegir, mi signo astral seria Sagitario, el del centauro. Gardel era centauro. Y Sinatra. Y Beethoven. Y Edith Piaf, un ejemplar de 25 kilos de peso y cien canciones que reunían todas las virtudes y defectos de su signo: extrovertidos, chamuyeros, optimistas, independientes, generosos y ciclotímicos. Cuando reciben a un cliente de Sagitario, los astrólogos evacuan la consulta con la mano izquierda en el bolsillo, buscando protección en los testículos. Y es que el signo más entrañable de la rueda no consigue hacer nada que le salga bien sin que antes le salga mal. Paul Newman desafiando a los reclusos de la cárcel afirmando que era capaz de comer cincuenta huevos duros, es puro Sagitario. Me hubiera gustado ser Sagitario nada más que por el epitafio: “Aquí yace el centauro Salzano: Escribía con las patas porque no tenía manos”.
Capricornio
Cualquier habitante de Quilino sabe todo lo que hay que saber de Capricornio: antes de dar un salto, las cabras reflexionan durante horas. Consecuencia: no se caen nunca y siempre llegan a la cima. Llegar o no llegar, esa es la cuestión. No en vano en la repartija anatómica del zodiaco, Zeus les asigno la materia gris. Solitario, pijoteros, desconfiados y capaces si el destino así lo dispone, de afeitarse con la mano izquierda. Y de golpes, zas, aparecen caminando en la Luna sin que siquiera su mujer estuviera enterada del proyecto. Zeus los adora. Y tanto que son los únicos que, en vida, nacen de nuevo. Dos vidas al precio de una. Póker de vejetes capricornianos: Mao, Bogart, Marlene, Henry Miller y Serrat. Ahora vaya el lector e intente afeitarse con la mano izquierda.
Acuario
En un cuento de Salinger cuyo nombre no recuerdo, una mujer y su hijo esperan la llegada del hombre de la casa. Ambos están entusiasmados y pasan todo el día haciendo planes: irán al centro a comprar el postre preferido de papá, regresarán, prepararán la mesa y cenarán los tres juntos a la estufa. ¿Cuál de los personajes es de Acuario? El padre, claro, porque se hacen las ocho, las nueve y las diez y no aparece. Ni llama por teléfono. La madre y el hijo acaban durmiendo juntos, abrazados a un osito.
¿Por qué Acuario faltó a la cita? Porque para eso es Acuario, un signo que se pierde, se confunde, se excita, se entusiasma, se olvida y se desinfla. Pero él se permite todo. No en vano fue que bajo su tutela estallaron, incontenibles, los sesenta, la edad dorada del siglo X. Todos teníamos veinte años en la era de Acuario, hasta los Beatles. Sin embargo, ahora mismo, es un signo tan pasado de moda como el arte pop y las películas de Bond ¿Timberos? ¿Irresponsables? ¿Envidiosos? Puede ser. Pero lo que es yo, cada vez que me cruzo con el sargento Pepper, espero que pase y, sin que me vea, de espalda, lo bendigo.
Piscis
Supongamos que a Piscis lo internan en el Allende para hacerle una colonoscopia. Bueno, es el único que permanece inalterable. Que se joda el médico, dice. Que se jodan las enfermeras, dice. Yo, con once signos a mi espalda, ya me he jodido bastante. ¡Qué pena, maestro! Pero ojo, que detrás de este signo sabio y fatigado, existe un detalle peculiar: no es uno sino dos. El pescadito de adentro y el de afuera. El exterior es tan adorable como Nemo, pero el interior se parece a Moby Dick. Me juego el telescopio a que piscis es del signo de Discépolo. Oh, ya saben: cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos aprietas. Piscis es el viejo de la bolsa, uno de esos cuadros que nunca muere, un signo cruzado por caudalosos ríos secos y por una incurable melancolía existencial. Nadie llora mejor que Piscis en todo el universo, pero sus lágrimas no se ven. Se disuelven en el agua.