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El País Nacionales

Llorando, un abuelo contó las torturas que sufrió en un geriátrico salteño

Fue golpeado, le negaron comida y agua durante días y vive de milagro para relatarlo. Mirá.

Arturo González, nacido en Salta Capital en 1923, jubilado en la profesión de soldador en la industria automotriz, se lanzó desde Santa Lucía, mitad caminando, mitad en ómnibus, para denunciar la difícil situación que le toca vivir en un geriátrico de la capital salteña.

Don Arturo, amante de los libros, quien años atrás donó centenares de ejemplares a distintas bibliotecas de la capital salteña dijo, con dolor y lágrimas, que solo exige justicia, que los mecanismos del Estado se muevan y que los controles no cesen en el cuidado de los adultos mayores.

Arturo relató con notable coherencia y vitalidad, las distintas labores que desarrolló en su vida. Luego denunciando su caso, dijo que tuvo que huir de las manos de la encargada de un geriátrico, una tal "Yapura", quien lo sometió a todo tipo de malos tratos, vejámenes inconfesables, entre ellos golpes y lo peor: le negó dos días seguidos la comida y el agua.

"Me mantuve comiendo solo frutas hasta que me retiré con una bolsita. No voy a volver, pero solo exijo un poco de justicia, nada más. A mí me conoce todo el mundo en Salta; fui directivo de varias bibliotecas y fui narrador en la Casa de la Cultura. No tengo más interés de que se haga justicia" expresó.

Don Arturo dijo que "parafraseando a Gardel ... ’un hombre macho no debe llorar...’, la verdad es que tuve que llorar nomás. Esta mujer, la encargada, me golpeó, me pateó y me hizo mucho daño y ya no pude más".

En ese lugar hay 17 ancianos, todos en sillas de ruedas. "Solo éramos tres los que caminábamos y aún así me maltrataba todo el tiempo" aseguró.

"Me fui de allí y aunque no quiero molestar a mis hijos, tuve que acudir al único varón y él me dijo ’adónde vas a dormir ahora’ y yo le respondí en el parque San Martín, en donde sea, porque yo a ese lugar ya no quiero volver nunca más".

Luego relató que se tomó un café con leche en el mercado San Miguel y se largó en busca de alguien que contara sus padecimientos.

"Y llegué, caminando porque todo está cortado por las obras en la avenida, pero llegué. No deseo ese trato para la gente mayor, todos tuvimos padres y abuelos, debe haber algo de justicia" expresó.

El hombre relató las mil y una vivencias que le tocó atravesar; su lucidez causa estupor, aunque es algo sordo.

Sobre el final Arturo González insistió: "Vine por justicia, solo por eso, por más controles, por más respeto por los mayores, por más empatía. Le dejo mi último recibo de pago del geriátrico y mostró una factura por 450.000 pesos. Yo estoy en Santa Lucía, calle Santa Marta 1787, detrás del colegio por si alguien duda de mi verdad", dijo firme y fuerte.

Fuente: El Tribuno Salta

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