Ciudad del Vaticano / Roma – Las imágenes del cónclave que eligió al nuevo Papa quedarán grabadas en la historia, no solo por la esperada fumata blanca, sino también por una inesperada protagonista: la gaviota. El ave marina se posó, desafiante y serena, sobre la chimenea de la Capilla Sixtina mientras el mundo entero aguardaba la señal del humo. Aquella escena, viralizada en redes sociales y replicada en memes donde la gaviota aparecía con atuendos papales, pareció anecdótica. Pero detrás de esa postal histórica, se esconde una realidad preocupante para los fieles y habitantes de Roma: estas aves se han convertido en una verdadera plaga urbana.
Durante los dos días que duró el cónclave, las gaviotas sobrevolaron sin cesar los cielos del Vaticano. Su presencia constante no solo fue registrada por las cámaras que transmitían en vivo desde la Plaza San Pedro, sino también por miles de fieles que, al mirar hacia el cielo, se encontraron con estos insistentes visitantes. Sin embargo, el fenómeno no es nuevo.
Según estimaciones recientes, en Roma hay más de 40.000 gaviotas, un número que se ha cuadruplicado en los últimos años. Aunque su hábitat natural es la costa, a unos 40 kilómetros de la capital italiana, estas aves han encontrado en los techos, vertederos y monumentos de la ciudad un entorno perfecto para anidar, alimentarse e incluso reproducirse.
“La ciudad no está lo suficientemente limpia, y las gaviotas se han adaptado con facilidad. Se alimentan de basura, cazan palomas y ratas, y no temen al contacto humano”, explica Francesca Manzia, representante de la Liga Italiana para la Protección de las Aves (Lipu). Según la especialista, la situación se agrava entre enero y abril, meses en los que las gaviotas buscan sitios para anidar y proteger a sus crías. “Una vez que anidan, se sienten dueñas del lugar y pueden tornarse agresivas con quienes se acerquen”, advirtió en diálogo con La Repubblica.
La agresividad no es un temor infundado. Un informe de la organización ambiental Earth reveló que se registran más de 30 ataques semanales a transeúntes y turistas en Roma. Los testimonios incluyen arrebatos de comida en la vía pública, vuelos rasantes y picotazos a quienes intentan espantar a las aves. El caso más recordado fue el del 26 de enero de 2024, cuando, tras el rezo del Ángelus, el papa Francisco soltó dos palomas desde la ventana del Palacio Apostólico. En cuestión de segundos, una gaviota y un cuervo atacaron a las aves frente a una multitud horrorizada.
Ante esta situación, el Ayuntamiento de Roma ha destinado un presupuesto de 4 millones de euros hasta 2026 para controlar la población de gaviotas. La estrategia incluye campañas informativas para evitar que las aves aniden en balcones y terrazas, el cierre de espacios abiertos con redes o plantas altas como barreras naturales, y el refuerzo de la recolección de residuos en zonas críticas.
Sin embargo, el problema persiste. Y aunque la imagen de la gaviota sobre la Capilla Sixtina ya es parte del álbum icónico del Vaticano, para los romanos representa algo más que una simple postal curiosa. “No podemos romantizar lo que en realidad es un serio problema urbano y ambiental”, señalan desde organizaciones vecinales, que reclaman medidas más drásticas y sostenidas.
En tiempos donde las miradas del mundo se dirigen a Roma por motivos espirituales y trascendentales, la capital italiana convive con una amenaza alada que ha dejado de ser pasajera. Las gaviotas, que alguna vez fueron símbolo del mar, hoy dominan los cielos de una ciudad que lucha por equilibrar lo sagrado y lo cotidiano, entre cúpulas milenarias y alas invasoras.