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El Mundo #Elecciones

Morales y Arce, antes aliados, camino a pelear la presidencia de Bolivia como rivales

La interna del oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS) llegó a un punto sin retorno y se avanza hacia una fractura del espacio que hegemoniza la política boliviana desde 2006.

Las diferencias que manifiestan hace meses el expresidente boliviano Evo Morales y su hasta hace poco "delfín" y en el presente primer mandatario Luis Arce escalaron a un punto que parecen insalvables y, al menos hoy, los dos máximos dirigentes del oficialismo se encaminan a dirimir sus litigios en las urnas como candidatos de sellos distintos, lo que abre las puertas a un reposicionamiento de la oposición o, en el mejor de los casos, a repotenciar a la izquierda.

 

El distanciamiento que asomó a finales de 2021, apenas un par de meses después de la asunción de Arce, se acrecentó hasta un quiebre de retorno aparentemente imposible: Morales anunció hace una semana que será candidato en 2025 y Arce coquetea con buscar la reelección, aunque no está claro como aspirante de qué fuerza.

 

"Lo que creo es que van a ir las dos candidaturas, la de Arce y la de Morales. Arce tiene el derecho constitucional y Morales tiene la voluntad y aspiración, además de la experiencia. El escenario puede ser efectivamente una ventana de oportunidad para la oposición, porque hay un partido de gobierno dividido en dos", evaluó el analista Carlos Cordero que, sin embargo, esbozó una variante a atender.

 

Para el docente de Ciencias Políticas de la Universidad Católica Boliviana también "cabe otra hipótesis, un efecto algo perverso, que plantea que la ruptura al interior del Movimiento al Socialismo (MAS) lo que en realidad hace es dividir el espacio político", pero sin dejar de retener una cómoda mayoría entre ambas fuerzas.

 

En declaraciones a Télam, Cordero estimó que, por ejemplo, el "arcismo" y el "evismo" podrían ser primera y segunda fuerza en los comicios y reunir cerca del 60% o 70% de los votos, "lo que no es nada despreciable".

 

Arce fue el ministro de Morales en buena parte de su mandato, responsable de ejecutar la "resurrección" de Bolivia a partir de un osado plan económico-financiero.

 

Tras el golpe de Estado de noviembre de 2019 y la perspectiva de nuevos comicios, con Morales fuera del país, el exmandatario lo señaló como postulante del MAS.

 

Pero la independencia creciente de Arce ya en el poder y las sucesivas declaraciones de Morales, con cuestionamientos al accionar del Ejecutivo y contra algunas designaciones de ministros, fueron desgastando el vínculo.

 

El caso emblemático fue el del titular de Gobierno, Eduardo Del Castillo, destituido por la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP, Parlamento) con el voto aliado de opositores y el sector de Morales, en el hecho que probablemente inició la escalada final.

 

En un gesto de fortaleza, y de abierto enfrentamiento, Arce lo devolvió al cargo dos días después con un mecanismo hasta desafiante: lo destituyó con un decreto y lo restituyó con otro.

 

No es el único dirigente cercano a Arce con el que Morales aparece ensañado: el vicepresidente, David Choquehuanca -canciller de Morales durante años-, también está señalado por su tibieza para defender las conquistas del MAS.

 

Desde aquella votación dividida, Arce perdió la mayoría en el Congreso, que le permitía aprobar casi como un trámite las iniciativas del Ejecutivo, con el consecuente debilitamiento de la gestión.

 

El riesgo es el de una suerte de bloqueo institucional, porque el sector de Morales tiene exigencias para volver a una conducta de obediencia partidaria: las elecciones judiciales y una ley que regule el mecanismo de censura a los ministros.

 

A favor de Arce, en cambio, juega el pronunciamiento de las cinco organizaciones que integran el llamado Pacto de Unidad en el que se basa el poder partidario: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia Bartolina Sisa, el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo, la Confederación Sindicalista de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB) y la Confederación de Pueblos Indígenas (Cidob).

 

Todas anunciaron que no participarán del Congreso del MAS al que convocó Morales para el 3, 4 y 5 de octubre en Lauca Ñ, departamento de Cochabamba, en el que, además de renovar la conducción partidaria, quizás se proclame formalmente al exmandatario como candidato para 2025.

 

El "arcismo" ya cuestionó judicialmente el encuentro - y volverá a hacerlo con sus resoluciones- pero el Tribunal Superior Electoral (TSE) no pudo en dos reuniones - la última el viernes- resolver sobre la legitimidad de la convocatoria.

 

El jueves pasado, Morales volvió a advertir sobre las presuntas maniobras del sector de Arce para "intentar hacer fracasar" el Congreso a través de una "medida cautelar", en un mensaje en su cuenta de la red X (antes Twitter) en la que dedicó en la última semana seis textos a cuestionar a sus adversarios internos.

 

Hace meses que se especula con la chance de Arce rescate del olvido el sello del Partido Socialista-1, fundado por el histórico líder Marcelo Santa Cruz como escisión del Partido Socialista, si acaso la estructura del MAS sigue en poder de Morales.

 

El expresidente mismo especuló con esa chance cuando dijo hace un par de días que "como calculan que pueden fracasar en su intento de usurpar el Instrumento Político del Pueblo, ya preparan cómo usar" al PS-1 o "armar una megacoalición con el nombre de frente amplio".

 

"En política y en Bolivia no hay nada irreversible. Arce y Morales van a llegar divididos. Pero después de los resultados, van a limar asperezas y a cerrar las heridas, porque lo importante es conservar y reproducir el poder", vaticinó Cordero.

 

En base a ese pronóstico, el analista consideró que "la oposición tendrá que superar el histórico aislamiento a partir de la irrupción del MAS", porque "van cuatro periodos constitucionales con el partido en el poder, 20 años, y mientras más tiempo pasa, más extraño es el poder para la oposición".

 

Aun asumiendo la división interna del MAS, Cordero advirtió sobre el golpe que puede significar para la oposición un posible uno-dos de Arce y Morales, o viceversa, en los comicios de 2025: "Aunque es cierto que puede ser una oportunidad para la oposición, también puede ser el escenario definitivo porque una derrota cerraría un ciclo histórico para varios políticos anti-MAS y obligaría al nacimiento de nuevos líderes, nuevos discursos".

 

Para el catedrático no es descabellado pensar que tras las elecciones deba recurrirse a una segunda vuelta, pero con la oposición como tercera opción, por lo que "habría un nuevo escenario en el que los bolivianos deberían elegir entre Arce y Morales".

 

"La oposición quedaría desplazada, postergada políticamente por ya más de tres décadas. Este es un escenario alternativo a lo que se cree que podría pasar: que la división favorece a la oposición. Podría pasar, en cambio, que la división haga ampliar el espacio del oficialismo", estimó el analista.

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