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Los mitos y verdades de los negocios entre China y Estados Unidos que tienen en vilo al mundo

Un determinismo de emergencia y decadencia en las principales potencias, sumado a la inestabilidad de condiciones surgida de los cambios tecnológicos, obliga a repensar los roles y fortalezas de los dos países.

Un mundo sectorializado no es novedad. Los países históricamente han generado alianzas y alentado distancias según intereses o afinidades. No debería extrañar que aparezcan hoy nuevos patrones de relaciones entre los países.

 

En realidad, hoy -en pleno proceso de reconfiguración geopolítica-, en el planeta hay seis tipos de vínculos entre naciones: los aliados (con alta convergencia recíproca), los clientes (con meras relaciones económicas), los vecinos (con inevitables políticas para sus aledaños), los protocolares (con meras relaciones formales), los adversarios (que en ocasiones llegan a ser enemigos) y los ajenos (sin vínculo entre sí).

 

Pero la complejidad de la época lleva a que muchas de esas categorías se superpongan, lo que hace más difícil el análisis: hay vecinos/adversarios, hay aliados/clientes y hasta hay clientes/adversarios. Este último es el caso de Estados Unidos y China.

 

La visita de la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen a Beijing en estos días, dirigida a “estabilizar las relaciones”, tiene lugar en simultáneo con una nueva dura advertencia pública del presidente Joe Biden a China recordándole que “no debe meterse de lleno en Rusia”, mientras se mantienen las sanciones comerciales estadounidenses basadas en precauciones estratégicas. Yellen acaba de expresar, sin embargo, que “una desvinculación de las dos mayores economías del mundo sería desestabilizadora para la economía mundial”.

 

Adversarios que comercianLa competencia occidental con China surge de su emergencia como un país con creciente poder, pero organizado bajo un sistema político sospechado. Asistimos a una puja entre un capitalismo democrático y autonomista contra un capitalismo autocrático y directoral.

 

China asienta su crecimiento en fuerzas destacables: es la segunda mayor economía del planeta (era la sexta cuando comenzó el siglo), el mayor exportador de manufacturas, el país desde el que surge más cantidad de patentes nuevas cada año y el mercado con mayor cantidad de consumidores. Sin embargo, China enfrenta también varios desafíos y amenazas. Y su inminente emergencia como máximo líder global no está asegurada.

 

El creciente intervencionismo en China cercena certezas económicas. Las sanciones económicas impuestas por occidente auguran disputas geoestratégicas y sus grandes desafíos ambientales suponen altas exigencias a futuro.

 

En términos de la nueva economía, en el ranking de países más innovadores de la WIPO, China aparece en el onceavo lugar. Suiza y Estados Unidos lideran las posiciones. En el ranking de confianza 2023 para la inversión de Kearney, China ocupa el séptimo lugar. Estados Unidos está primero, seguido de Canadá y Japón. Mientras entre las 100 mayores empresas del mundo por capitalización hay 69 estadounidenses, las originadas en China son solo 14.

 

Y si bien es el mayor exportador de manufacturas del mundo, en las exportaciones de servicios (más dinámicas y propias de la nueva economía) China es superada por Estados Unidos y el Reino Unido. En materia de inversión extranjera operando en el territorio, Estados Unidos duplica a China y en el ranking de capital humano del WSJ- China aparece en el lugar 46 mientras Estados Unidos lo hace en el lugar 24. Los lideres son Singapur y Corea.

 

Lo anterior supone advertir que un determinismo de emergencia y decadencia inexorables en las principales potencias es, al menos, aventurado. La inestabilidad de condiciones surgida de los cambios tecnológicos obliga a repensar roles y fortalezas relativas a cada paso.

 

Porque el futuro, por definición, aún no existe.

 

Por Marcelo Elizondo, para TN.

Estados Unidos
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