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Deportes #Opinión

Central Córdoba retrocedió veinte casilleros

Jugó tres, perdió dos, el restante lo empató. Su juego fue, si se quiere, de mayor a menor, y quedó totalmente desteñido en Santa Fe, ante un Colón que al final de cuentas le terminó haciendo precio.

Para llegar a una meta es necesario avanzar la mayor cantidad de casilleros posibles, tratando de evitar aquellos espacios que te hacen retroceder. Y cuando todo marcha sobre ruedas o crees que te estás empezando a encaminar, un movimiento imprevisto te vuelve al inicio de todo.

 

Avanzar y retroceder cuantas veces sea necesario hasta alcanzar el objetivo. Ésa es la lógica de los juegos de mesa que se replica casi sin modificaciones en la vida real.

 

Esta reflexión bien le cabe al momento actual de Central Córdoba, en el presente torneo de la Copa de la Liga Profesional. Tres jugados, cero ganados, dos perdidos y uno empatado.

 

Pobre perfomance del elenco “ferroviario”, pero más pobre la imagen que dejó en su última presentación. Una imagen que venía un tanto resquebrajada de sus dos precedentes presentaciones y que terminó de hacerse añicos en el Cementerio de los Elefantes, un escenario más amplio que el Terrera, con un césped impecable, donde las “excusas” en este sentido están de más…¿Cierto, no?

 

De más a menos

 

Arrancó de más a menos con Independiente, en un partido que mereció mejor suerte  que el 0-1 final; generó al menos situaciones de gol que el arquero uruguayo Sebastián Sosa, moviéndose ágilmente como un gato debajo de los tres palos, evitó que se concretaran con reflejos y mucho de fortuna.

 

Igualmente, luego de 30 ó 35 minutos aceptables en el PT, en el segundo el equipo fue una lágrima y no se le cayó una idea. Tuvo un par de chances más con pelota parada, pero no le alcanzó para empatar, ante un rival entusiasta, que “corrió y metió mucho en todos lados” y nada más. Casi no pateó al arco aquella tarde-noche Independiente, pero ganó igual (corriendo, metiendo, peleando).

 

Segundo juego

 

Ante Defensa y Justicia, pese al empate, a los dos goles convertidos y algunos ítems para destacar (pocos, muy pocos), el equipo comenzó a generar en propios y extraños, ciertas dudas.

 

No fue al frente como se esperaba en condición de local. Jugó muy atrás, cedió la iniciativa, lo sufrió al partido por “la intensidad” con la que jugaba el equipo de Crespo y por la tenencia del balón con esa mezcla de verticalidad que muestra el “halcón”.

 

Central Córdoba dejó la sensación de sentirse un rival netamente inferior. No lo agarraba casi nunca a la pelota. Y llegó al gol por la inventiva de alguna que otra individualidad (principalmente Riaño, factor determinante en los dos goles), no por juego de conjunto o por mostrar algo del fútbol asociado que –supuestamente- es el que se quiere desarrollar.

 

Fue, finalmente 2-2 en casa, que abrió muchos interrogantes y generó un mar de dudas.

 

 Tocó fondo

 

Y en el último juego, ante Colón en Santa Fe, dio la sensación que el equipo “ferroviario” ingresó en una zona o en esos “espacios” que antes hablábamos, que te hacen retroceder varios casilleros y te obligan a empezar todo de cero (como en un jugo de mesa, ¿vio?).

 

Fue 2-0, pero tranquilamente pudo haberse comido tres o cuatro goles más, de no ser por la impericia y la falta definición de los delanteros “sabaleros”.

 

El equipo no fue tal. Hizo aguas por todos lados en el aspecto defensivo (aquí la intención no es “caerle” específicamente a la defensa en exclusividad, sino a todo el equipo en particular). Es cierto, hubo algunos rendimientos individuales por debajo de lo esperado o de lo conocido; sin embargo, el entrenador ya debiera darse cuenta que el mediocampo, donde se cuecen los partidos, el equipo no ofrece la movilidad, ni la intensidad ni la tenencia y administración de la pelota que los rivales sí muestran.

 

En el fútbol argentino, Berti querido, si no tienes la misma intensidad que el rival, si no corres y metes en todos lados, cualquiera te pasa por encima. CUALQUIERA (esto dicho, léase bien, sin el ánimo de menospreciar a nadie).

 

Ya debiera, el entrenador Berti, empezar a inclinarse por el sistema que quiere implementar, por la forma de plantear los partidos y por saber bien cuáles son los intérpretes más adecuados. Ya debiera conocer las características de todos los jugadores. Los trajo él, los pidió él. Ya debiera, ¿o no?

 

También debiera saber, porque fue jugador y porque es un entrenador con cierto recorrido, que en el fútbol argentino, con el nombre, la chapa o la experiencia ya no juega más nadie. Llámese como se llame. Los pibes de hoy, los rivales, no respetan nada ni a nadie. Si pueden, te pisotean con cierta saña, en el piso.

 

Excusas

 

Seguramente, para atajarse, los protagonistas dirán que casi no tuvieron partidos amistosos, que son un equipo nuevo, que llegaron muchos refuerzos, que se están conociendo o acomodando y cuántas más cosas que se dicen en el fútbol actual cuando las cosas no salen como uno espera.

 

Y… algo de verdad hay, pero a esta altura, después de tres meses de entrenamientos, suena a excusa –en el caso del entrenador- no saber quién te puede servir para tal o cual situación o en qué lugar de la cancha utilizar a tal o cual jugador (lo que le hicieron al joven Argañaraz, por ejemplo, pudo haberse evitado, tranquilamente, corriéndolo al pibe al lado de Riaño, donde mejor rinde, ¿no? Es delantero centro, hizo 11 goles jugando así en la Reserva el año pasado y fue el hombre más peligroso de CC ante Independiente, en el debut, jugando en esa zona de la cancha).

 

Se habla mucho de los goles que a CC le convierten en los primeros minutos, de la concentración y demás cuestiones. Muchachos, si desde el vamos no jugamos con la intensidad que juega el rival, será difícil solucionar ese gran tema.

 

El mediocampo que pone Berti es muy lento, extremadamente lento, casi que los muchachos le piden permiso a una pierna para mover la otra. Ojo, no decimos que los jugadores no sirvan, no; sus características no son las adecuadas…

 

Lentos, muy lentos. De los tres, el único que se salva por su enjundia, por su incansable trajinar, es Vega. Pongámosle a sus costados, entonces, dos pibes que puedan correr, meter, morder, como lo hace él. Pibes, jóvenes, que puedan correr e igualar la intensidad con la que juega el rival.

 

¿Qué el equipo no van a manejar la pelota? ¡Qué importa! Al menos luchará los partidos, le meterá intensidad, CC se transformará en un equipo combativo, peleador, incómodo.

 

Ojo, esta pareciera ser una solución mágica, pero no lo es. Sería muy fácil de lograr, si así lo fuera.

 

Aquí deben correr, comprometerse y meter todos por igual. Empezando por Riaño, Ribas o el que se les ocurra que juegue arriba. Todos juntos, achicando espacios, para adelante y para atrás, corriendo, metiendo, apretando, no dejando jugar y tratando de aprovechar sus virtudes o dotes futbolísticos. Así juega un equipo o al menos debería intentarlo.

 

Sin presión arriba, cediendo espacios, con el mediocampo actual (que salvo Vega, los demás hacen “sombra”), la defensa hace aguas, como dijimos, le entran por todos lados, todos dudan, todos se miran, gesticulan y se recriminan. Y el arquero también duda, no confía en los suyos. Y sale, después de cada salvada, con la mirada perdida, como queriéndose agarrar a las trompadas con alguien.

 

Y es lógico. Están parados en arenas movedizas y nadie les tira una soga…se hunden.

 

Resolución

 

Entonces, primero resolver lo del medio hacia atrás. De atrás hacia adelante se arman los equipos (esta frase es más vieja que el mismo fútbol, debieran conocerla, ¿no?). Después, con algo consolidado, se puede llegar a trabajar el resto, que sería la generación de juego del medio hacia adelante. Pero primero, lo primero.

 

El equipo viene retrocediendo varios casilleros, fecha tras fecha. Por ahora no encontró el rumbo. Dio la sensación que entró en un oscuro túnel y que no encuentra la salida.

 

Para concluir, si seguimos el hilo conductor del principio de esta nota, diríamos que a Berti, cada vez que tira los dados en el juego de mesa, le toca el cuadradito que reza “retroceder veinte casilleros y volver al principio”. Sí, da bronca, pero así es el juego.

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