Además de los fieles, la fiesta de Nuestro Señor de los Milagros de Mailín se caracteriza por una fuerte presencia de servidores. Jóvenes, niños y adultos de toda la diócesis quieren estar presentes y ayudar.
Su servicio es desinteresado, y por eso —seguramente— contagian a chicos de otras provincias, que se suman para ayudar en lo que haga falta. Este año son 400, y en cada festividad se suman más.
Pablo, perteneciente a “La hermandad de Mailín”, es servidor hace 20 años, y se emociona cuando habla del Cristo Forastero. “La fe en el Señor de los Milagros de Mailín es la que nos trae y nos moviliza cada año”, indicó.
La labor de su grupo es en el árbol histórico, donde se halló la cruz del Señor de Mailín. “Nosotros nos encargamos de recibir a los promesantes y ayudarlos en lo que haga falta”, especificó.
El trabajo de los servidores es silencioso y hoy será mayor debido al gran despliegue que deben realizar para ordenar el flujo de feligreses que desean tocar la imagen de Mailín, y bajar la cruz para que los acompañe en la misa central.
Tras estos días intensos, volverán a verse en septiembre, cuando se realiza la llamada “fiesta chica”. Allí, los protagonistas son los servidores, quienes ponen como intención el trabajo en cada fiesta religiosa.