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La Provincia Relatos ciudadanos del docente ???Tito??? Auat

El día en el que un ícono del folclore visitó Suncho Corral

Por la puerta del acompañante descendió un hombre petizo, medio regordete, con incipiente barba y melena felina, que al momento exclamó: ???¡ Suncho Corral... relincha fuerte mi burro y asco me había sabido dar... ???!. El personaje de la humorada era nada más ni nada menos que ¡Don Horacio Guarany!.

“Vengan santos milagrosos... vengan todos en mi ayuda... que la lengua se me anuda y se me turba la vista... pido a Dios que me asista, en esta ocasión tan ruda”, dice el inmortal Martín Fierro.

 

Por su parte el Dr. Facundo Manes advierte que “las emociones influyen notoriamente en la memoria... pero ya va a recordar”. Entonces, espero que la porfía no sea tan despiadada para rememorar un acontecimiento entre insólito, risueño y no menos feliz que me tocó protagonizar hace medio siglo ya, junto con compañeros del secundario, en Suncho Corral.

La primavera ofrecía sin solución de continuidad los aromas de los frondosos árboles que bordeaban la avenida 25 de Mayo, en las primeras horas de la noche. Y en esa noche de un viernes nada sería igual dentro de la monotonía pueblerina. A un acuerdo de la mañana, sobrevino la concentración del grupo de muchachos estudiantes docentes, próximos al egreso, de la vieja escuela Normal Nº 5.

 

Entre comentarios diversos, tal vez alabanzas por una conquista amorosa, la caminata se tornaba un acicate para “matar las horas”, antes del descanso.

 

Sorpresa

 

De pronto, el grupo dio paso a un automóvil que raudamente circulaba por la arteria principal. Se detuvo frente mismo a nosotros.

 

Era una entonces Rural Rambler Cros Country, amarilla. En el portaequipaje llevaba guitarras y un bombo. El conductor bajó el vidrio de la puerta y nos preguntó a dónde había un hotel como para pasar la noche.

 

Presurosos le indicamos que a menos de una cuadra estaba el señorial alojamiento de la comarca, llamado Hotel Victoria.

 

Nos agradeció, mientras que por la puerta del acompañante descendió un hombre petizo, medio regordete, con incipiente barba y melena felina, que al momento exclamó: “¡ Suncho Corral... relincha fuerte mi burro y asco me había sabido dar... “!. El personaje de la humorada era nada más ni nada menos que ¡Don Horacio Guarany!.

 

Rápidamente lo identificamos boquiabiertos, casi tirándonos de la piel de nuestros brazos —como si estuviéramos soñando— virtualmente incrédulos.

 

A partir de entonces se desató un delirio infernal. Casi abalanzados sobre el hombre lo saludamos y nos ofrecimos acompañarlo hasta el hotel. A paso de hombre marchó el vehículo por esa cuadra y nosotros, a ambos lados como custodiándolo. Al llegar, muy diligentes ayudamos a bajar el equipaje y nos introducimos en el hotel. Doña Catalina —su propietaria— saludó al artista y dispuso las habitaciones para el grupo. Al otro día debían seguir viaje a “Villa Angela” (Chaco), donde debía actuar.

 

Alcohol

 

Y a fuerza de ser sincero, el hombre estaba virtualmente obnuvilado por los signos “virtuosos” del licor, que no le permitían siquiera llegar hasta la habitación que le tocó. Le ayudamos a marchar, lo sentamos en la cama y a pedido de él (“Muchachos, estoy pasado de las ilusiones etílicas... así que abran la valija y saquen un pijama, un calzoncillo y las pantuflas... me voy a dar un baño...”. Cumplimos con ese cometido. Pasó a ducharse y volvió “mucho más fresco en la marcha y en sus palabras”.

 

¡Qué podíamos hacer, que pedirle un par de sus canciones!. Presuroso pidió la guitarra y comenzó a complacernos. Arremetió con Zamba de Manogasta, de moda en ese momento.

El hotel parecía que temblaba y se habían sumado presencias de notorios del pueblo, atraídos por la singular noticia. Y siguió con Pescador y guitarrero.

 

Aplausos y gritos creaban un clima festivo extraordinario. Y siguió ese hombre sencillo ya ídolo popular. Le tocó el turno a La sexta en Re, una bella zamba que nunca más la escuché en los “modernos festivales actuales”.

 

Un par de canciones más y “ya no daba más”. Es que nuestra imprudencia y emociones vividas, debían dar paso al descanso del hombre. Finalmente, nos ofreció que sus músicos podían actuar para la gente gratuitamente, en algún club. Casi estaría de más decir que en media hora el reducto estuvo colmado de largo y ancho, y diría que los artistas ofrecieron un hermoso recital con el repertorio de don Horacio.

 

Despedida

 

Lo dejamos que se entregue al descanso y a “la recuperación”, regocijados por la inusual alteración de la calma pueblerina.

 

Nos despedimos no sin antes preguntarnos si los naturales de Suncho Corral cómo son denominados. Y algo sabihondos, le avisamos que simplemente eran suncheños o sunchocorralenses. Finalmente, una sentencia: “Estudien carajo, así es la única forma de hacer patria”.

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