Hoy se conmemora, como cada 26 de agosto desde 1998, el Día Nacional de la Solidaridad, en homenaje al nacimiento de Agnes Gonxha Bojaxhiu, o mejor conocida como la Madre Teresa de Calcuta.
El equipo de Nuevo Diario, a propósito de esta efemérides, dialogó con María Leandra García Pérez, coordinadora y voluntaria de la Red de Esperanza Santiago del Estero, quien reflexionó: “La solidaridad es un verdadero acto de servicio y amor hacia una persona; un trabajo con corazones que tienen el mismo objetivo y que sueñan con un mundo mejor y más justo para todos”.
García Pérez, quien fue reconocida este año como embajadora para la paz por la Federación para la Paz Universal, citó a la Madre Teresa: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, y explicó: “Puede que suenen un poco fuerte estas palabras, pero creo que el servicio solidario es un acto de entrega tan grande que no todos están dispuestos a realizarlo porque requiere compromiso, empatía, amor, paciencia y tiempo, algo que está en ‘peligro de extinción’”.
La entrevistada entendió que “la situación económica, anímica y de incertidumbre que vive nuestro país hace que miremos a un costado” y que “no ayudemos al hermano que está atravesando una realidad mucho más difícil”.
La Red de Esperanza comenzó con su misión de “ayudar a las personas mas vulnerables, sobre todo niños y abuelos” en 2016. Organizan campañas por los Reyes Magos, el Día del Niño y Navidad. También encabezan colectas de alimentos no perecederos, útiles escolares, ropa y calzado.
“Si bien hay organizaciones que ayudan, la colaboración que reciben, muchas veces, no es suficiente, y aquí es donde la parte privada debe tomar acción para un trabajo mancomunado donde la solidaridad sea la protagonista. No es imposible, solo hace falta una visión”, sugirió García Pérez.
En rigor, la Madre Teresa de Calcuta dedicó su vida a ayudar a personas necesitadas y en condiciones vulnerables: pobres, leprosos, mendigos e indigentes. En 1928, se convirtió en monja y se unió a las Hermanas de Loreto (Irlanda). En 1931, tomó su nombre en homenaje a Santa Teresa de Ávila, y luego de pedirle permiso al Arzobispado, se dedicó asistir en Calcuta, India.
La embajadora para la paz santiagueña dejó un mensaje a la sociedad: “Miren a su alrededor porque siempre hay alguien que necesita una mano, que necesita amor, que necesita ser escuchado. Si en su corazón sienten el llamado de la solidaridad y no saben cómo o por dónde empezar, comuníquense con alguna organización cercana y únanse como voluntarios. Ayudar no solo hace bien a la persona que recibe, sino a la que la entrega. Ayudar, sentirse útil para la sociedad, hace bien al cuerpo, a la mente y al alma”.